Mundo ficciónIniciar sesión༻ Argyllshire West – Escocia༺
༻ Actualidad ༺ Mientras que el auto sigue serpenteando entre colinas cubiertas de niebla. Afuera, la llovizna cae ligera, golpeando el parabrisas con un ritmo constante, y las ruedas del coche crujen sobre el sendero empedrado que parece estrecharse con cada curva. En el interior, el altavoz del teléfono rompe el silencio con la voz radiante de su hermana mientras Siena ajusta el volante con ambas manos, intentando esquivar los charcos formados a los costados del camino y pasarlos tan suave como puede, para no derrapar y menos aún despertar a Victoria. —¿Cuánto te falta? —pregunta Skye, con ese entusiasmo contagioso que siempre la caracteriza—. ¡No sabes lo emocionada que estoy de que por fin lleguen! Siena entrecierra los ojos, echando una mirada rápida al GPS. —Una hora más, según esto… —responde con una sonrisa cansada—. Pero te juro que empiezo a pensar que tu prometido vive justo en medio de la nada. La última vez que vi un pueblo grande fue hace casi dos horas. Skye ríe al otro lado. —Entonces ya estás cerca. ¡Necesito un gran abrazo de mi hermana! Además, cuando los tíos de Alexander preguntaron por ti, el no paró de llenarte de halagos, así que están deseando conocerte. —Mejor que se emocionen por ti —bromea Siena, intentando sonar ligera mientras su vista se pierde entre la bruma que cubre el bosque—. Tú eres la protagonista de esta historia, no yo. —Oh, por favor, Siena —replica Skye con ternura—. Si Alexander ya te quieren sin haberte visto. Solo con hablar contigo por llamadas dice que eres encantadora. Además, dice que vendrá otro de sus primos a la cena y al parecer está soltero. Siena no puede evitar rodar sus ojos ante las palabras de su hermana, pero termina sonriendo ligeramente, Skye se tomó la misión de encontrarle pareja de manera muy personal. Desearía poder ser tan optimista como ella, pero es un poco difícil. Su mirada se desliza hacia el asiento trasero, donde Victoria sigue durmiendo profundamente, abrazando su muñeca favorita. El corazón de Siena se aprieta un instante. “Encantadora” … sí, pero con su propio secreto. Un bache inesperado hace saltar el coche con fuerza regresando su atención al camino y sus ideas a su orden. —¡Ah! —grita brevemente, sujetando el volante con fuerza mientras el vehículo cae con un golpe seco. —¿Qué fue eso? ¿Estás bien? —pregunta Skye, alarmada—. ¿Todo bien con Vicky? —Sí, sí, tranquila. Solo fue un maldito bache —responde entre risas nerviosas, mirando por el retrovisor—. Creo que asuste a cualquier animal que esté pastando cerca —bromea—, pero a Victoria no hay quien la despierte. Te llamo luego, ¿sí? —Está bien, maneja con cuidado. ¡Y no tardes! Siena corta la llamada para luego dejar salir un pesado suspiro. El silencio vuelve a llenar el coche brevemente, rompiéndose a los segundos solo por el golpeteo de la lluvia. Encendiendo las luces intermitentes del auto, se orilla lentamente para luego apagar el motor. Girado en el asiento, observa a su hija, detallándola, buscando alguna señal de rasguño debido al movimiento brusco del bache. Pero no hay nada, Victoria sigue dormida, con las mejillas rosadas por el calor del auto, los labios entreabiertos y su melena roja ligeramente revuelta sobre la frente. Siena sonríe con alivio y ternura, extendiendo la mano acaricia con suavidad la mejilla de su pequeña. —Eres igual que tu padre —murmura con un dejo de nostalgia—. Podría caerse el cielo y tú seguirías soñando. Afuera, la niebla comienza a despejarse. A lo lejos, el eco del lago se confunde con el sonido del viento. Tomando una respiración profunda, se recompone, y vuelve a poner el coche en marcha, tal vez tarde un poco más de una hora, no piensa manejar a más de 20 mientras el clima siga así. ༻ Ravenshield Manor ༺ —¿Por qué tarda tanto? —murmura mientras se mantiene de brazos cruzados frente al ventanal—, dijo que llegaría hace más de una hora Alexander se acerca a ella por la espalda, abrazándola para dejar un beso en su mejilla buscando calmarla. —Dijiste que topó con bache ¿no?, tal vez bajó la velocidad —señala con total calma, buscando calmar a su prometida—, después de todo viene con Victoria, está lloviendo y no conoce el camino. Pero esas palabras lejos de calmar a Skye solo la preocupan más. —¿Y si se accidentó y por eso no ha llegado? —cuestiona con tono preocupado mientras se gira aún entre los brazos de su novio —. Vamos a buscarla, tal vez necesita ayuda. —¿Quién necesita ayuda? —inquiere una voz a sus espaldas. Lady Margaret hace su entrada en la estancia con una elegancia que impone. Su porte altivo, el andar firme a pesar de los años, y la mirada escrutadora que todo lo observa, bastan para que Alexander, por mero reflejo y respeto hacia su tía, se aparta ligeramente del abrazo que compartía con Skye. La joven suelta una leve risita nerviosa mientras acomoda un mechón de su cabello oscuro detrás de la oreja. —Tía Margaret, buenos días —saluda Alexander con cortesía, enderezándose en el acto. —Alexander —responde ella con voz grave, aunque no exenta de afecto, antes de posar sus ojos grises sobre Skye—. Querida, pensé que estarías ayudando a preparar la habitación de tu hermana. —Ya está lista Lady Margaret —responde la pelinegra rápidamente, aunque su expresión se ensombrece un poco—. Pero… empiezo a preocuparme. Siena debió haber llegado hace un rato. Me dijo que estaba a una hora, y el camino no es precisamente amable cuando llueve. Además, me dijo que se topó con un bache. Lady Margaret se queda pensativa por unos segundos, sosteniendo el bastón que casi nunca necesita, pero que esa mañana utiliza como apoyo a su pierna lastimada. —Tal vez deberías ir con Ian a buscarla —dice, dirigiéndose a Alexander—. Por fín dejó de llover después de tres días, así que, no sería extraño que haya tenido que parar debido al camino. Alexander abre la boca para responder, pero antes de que pueda decir algo, un sonido agudo y vibrante corta el aire: el claxon de un auto se deja escuchar desde el exterior de la propiedad. Skye da un respingo y gira hacia el gran ventanal. Sus ojos se iluminan al instante cuando distingue la silueta del vehículo acercándose por el sendero principal. —¡Es ella! —exclama, con una mezcla de alivio y felicidad, mientras su sonrisa se ensancha. Alexander se permite una leve sonrisa también, relajando los hombros. Lady Margaret, por su parte, solo deja entre ver una ligera sonrisa complacida. —Parece que Siena no ha perdido el rumbo, después de todo —son las palabras de Alexander para luego tomar la mano de Skye y caminar con ella a la entrada. ༻ O ༺ El sonido del motor al doblar la última curva del sendero rompe con el silencio que envuelve el Prado. La niebla que se encontraba cubriendo el valle finalmente se ha dispersado, revelando ante los ojos de Siena la majestuosidad de los predios de Ravenshield Manor. El castillo se alza sobre una colina que domina el lago, con su fachada de piedra gris y sus torres que parecen arañar el cielo nublado. El rocío de la lluvia aún brilla sobre las tejas oscuras, y los ventanales góticos reflejan la luz pálida del día. Una hilera de cipreses escolta el camino hasta la entrada, donde un arco de hierro forjado sostiene el escudo de la familia MacRaven: un cuervo plateado sobre fondo negro de piedra. El césped, perfectamente cuidado, se extiende hacia el borde del bosque, donde los pinos se alzan altos y densos. Frente al lago, el reflejo del castillo tiembla en el agua quieta, como si también estuviera observando la llegada del coche. Desde el asiento trasero, una voz infantil rompe el silencio con una mezcla de asombro y alegría. —¡Mamá, mira! —exclama Victoria, con los ojos muy abiertos mientras se pega a la ventanilla—. ¿Tía Skye vivirá ahí? ¿Entonces ahora es una princesa? Siena parpadea varias veces, tan sorprendida como su hija ante la visión del lugar. Cuando pidió indicaciones en el pueblo, todos se referían al lugar como “el castillo” pero sinceramente pensó que era solo un decir, ahora ve que no es así. El castillo parece sacado de un cuento, imponente… y demasiado grande para no imponer respeto. —Eso parece —responde finalmente en voz baja, con una sonrisa distraída mientras el auto avanza lentamente por el sendero empedrado que lleva a la entrada principal. Cuando por fin detiene el vehículo frente al pórtico, el eco de los neumáticos se apaga, y solo queda el sonido del lago golpeando la orilla. Siena apaga el motor, toma aire y se gira para sonreírle a su hija. —Llegamos, mi amor. Recuerda lo que te dije. —Debo ser amable, educada y respetuosa —repite de memoria las palabras de su madre— lo tengo mamá, seré buena. Siena no puede si no reír ante las palabras de su pequeña. Apenas abre la puerta, una ráfaga de aire frío le roza el rostro, no duda en ajustar su chaqueta. La ligera bruma del lago se arremolina entre los escalones que conducen a un pequeño muelle y el olor a tierra húmeda llena el aire. Rodeando el coche, abre la puerta para ayudar a Victoria a bajar, pero un grito agudo y familiar la hace volverse una vez que le abre a su hija. —¡Siena! —la voz de Skye resuena con pura emoción. Siena levanta la vista justo a tiempo para verla descender corriendo los amplios escalones de la entrada. Su vestido claro ondea con el viento, y el brillo en su rostro no deja espacio para dudas: está genuinamente feliz. Siena sonríe al verla. Cierra la puerta del coche justo cuando Skye llega hasta ella, y sin vacilar se funden en un abrazo fuerte y cálido. —¡Por fin estás aquí! —exclama Skye, riendo con esa alegría tan suya. Siena suelta una pequeña risa, y la voz dulce de Victoria, aún maravillada por el lugar, se alza detrás de ellas. —¡Tía Skye! ¿ahora eres una princesa? —pregunta emocionada. Ante la pregunta de su sobrina, Skye la mira y sonríe, inclinándose para tomarla en brazos. —Me temo que no, sigo siendo la misma tía Skye de siempre. —Oh ¿entonces no podré entrar al castillo? —Claro que puedes entrar, princesita —afirma la voz de Alexander mientras se coloca junto a Skye—. Sean bienvenidas a Ravenshield.






