Toda mi vida he huido del amor y de las relaciones serias. El romance no es lo mío, y para mí San Valentín es un día como otro cualquiera, no significa nada. Trabajo muy duro para ser una mujer soltera, fuerte e independiente, que no le debe explicaciones a nadie de lo que hago, lo que digo, o lo que pienso. Si un hombre entra en mi vida es para estar de paso, nunca permito que nadie se quede más de una noche y, jamás, repito aunque el tipo lo valga. No dejo que nadie entre en mi cabeza, y mucho menos en mi corazón. ¿El amor, qué es eso? No conozco ese sentimiento ni creo en él, por mí puede quedarse escondido para siempre. Pero él, parece no estar de acuerdo en desaparecer de mi vida...
Ler maisJared Levy es todo lo opuesto a mí.
Él es metódico, controlador, perseverante, perfeccionista.
Yo, en cambio, soy caótica, desorganizada, voluble, descuidada… y un largo etcétera que prefiero no listar porque tampoco estamos aquí para hundirme más la autoestima.
Y sin embargo, estoy en su cama. Completamente desnuda. Con su olor en mi piel, el cuerpo aún tembloroso y la mente hecha un lío monumental.
¿Lo peor de todo?
Ni siquiera sé cómo hemos llegado exactamente a esto.
No me malinterpretes: sé cómo sucedió. Estábamos en el mismo bar, nuestras miradas se cruzaron, él me ofreció una copa, charlamos un rato y, cuando me quise dar cuenta, estábamos besándonos en la calle como dos adolescentes. El típico impulso que siempre juro que no volveré a tener… hasta que lo tengo. Pero lo que no sé es cómo me dejé arrastrar tan fácil, cómo pasé de levantar barreras a quitármelas —junto con la ropa— en cuestión de horas.
Como dicen las malas lenguas, los polos opuestos se atraen. Y sí, no voy a negarlo a estas alturas de la película: Jared Levy me atrae. Pero no solo eso.
Jared Levy podría ser el único hombre capaz de mandar al garete todas mis reglas… incluso cuando acabamos de conocernos.
Porque lo suyo no fue solo físico. Fue su manera de mirarme: directa, intensa, como si el resto del mundo se apagara en cuanto puso los ojos en mí. Fue su voz, grave y pausada, diciéndome exactamente lo que quería oír. Fue su seguridad, esa forma de moverse y hablar como si supiera exactamente lo que quería —y como si supiera que yo también lo quería, aunque no lo admitiera todavía—.
Y yo caí. Como una idiota. O tal vez no. Tal vez solo como una mujer que necesitaba un poco de locura.
Por eso sé que lo más sensato ahora mismo sería alejarme. Desaparecer. Huir como si esto no hubiera pasado. Como si esta noche no se me hubiese quedado grabada en la piel.
Y eso es exactamente lo que voy a hacer.
Salgo de la cama con cuidado, intentando no despertarlo. La habitación está en penumbra. Afuera todavía no ha amanecido, y la única luz entra a través de las cortinas entreabiertas. Me inclino para recoger mi ropa del suelo, que está esparcida como si hubiera habido una tormenta… que en cierto modo la hubo, solo que en forma de besos, gemidos y cuerpos enredados.
Me visto en silencio. Me coloco la camiseta con rapidez, aunque aún siento el roce de sus manos bajándomela la noche anterior. Abrocho el sujetador a ciegas, sin dejar de mirarlo de reojo.
Está tumbado boca arriba, completamente desnudo, ajeno a mi huida. Su pecho sube y baja con una calma insultante. Tiene el pelo revuelto, y una pierna medio fuera de la sábana. Incluso dormido parece perfecto. Como si estuviera posando para una maldita campaña de Calvin Klein.
Y sí… me fijo. En su miembro, en su abdomen, en sus clavículas. En todo. Porque no es solo guapo: es imponente.
Y porque anoche hizo cosas conmigo que todavía no sé cómo procesar. Cosas que me hicieron olvidarlo todo. Hasta mi nombre.
He de reconocer que, de todos los hombres con los que me he acostado en los últimos años —y aunque no lo parezca, no son tantos—, Jared Levy es, sin lugar a dudas, el mejor amante que he tenido. No solo por lo obvio —aunque eso también—, sino por cómo me hizo sentir: deseada, poderosa, libre. Como si en ese momento yo también pudiera ser perfecta. Como si el caos que soy no importara.
—Ufff… madre mía —murmuro, sin poder evitarlo, al mirarlo una vez más.
Recojo mis zapatos en silencio y camino en puntillas hasta la puerta. Me detengo justo antes de salir. Por alguna razón, siento que debería dejar una nota, un mensaje… algo. Pero, ¿qué le diría? ¿“Gracias por la noche salvaje, que tengas un buen día”? ¿“Prometo no encariñarme”? ¿“No me llames, no tengo cobertura emocional”?
Respiro hondo. Mejor así. Mejor desaparecer sin dejar rastro. Que esta noche se quede en eso: una locura. Un error delicioso. Una excepción.
Abro la puerta con cuidado, y salgo. El pasillo está en silencio, como si todo el edificio durmiera. Y mientras bajo las escaleras, una parte de mí se siente orgullosa de haber cumplido con la huida perfecta.
Pero hay otra parte —la más tonta, la más peligrosa— que se pregunta qué pasaría si él me lo pidiera otra vez.
Si me volviera a mirar como anoche.
Si volviera a rozarme la piel como si fuera suya.
Y esa parte, maldita sea…
No está tan segura de poder decir que no.
JaredCinco años más tarde...No la aguanto más.Ya no soporto ni siquiera estar en la misma habitación que ella.No sé cómo aguanté tanto a su lado, si sabía perfectamente que ya no la amaba, aún así, me mantuve a su lado a pesar de todas sus inseguridades, todos sus ataques de celos, y su constante acoso.Evelyn es lo peor que me ha pasado jamás.Pero esta vez es la definitiva, se acabó. Y ni sus mentiras, chantajes ni sus súplicas, van a poder evitarlo.—Es lo mejor que puedes hacer cariño —me dijo Alice.Ella siempre ha estado en contra de esta relación, y yo debí haberla escuchado.Pero como siempre, yo no escucho a nadie.No soporto que me digan lo que tengo que hacer, ni que se metan en mi vida.Y así me ha ido.—Lo sé, debí haberlo hecho hace mucho tiempo. No sé cómo no lo vi antes —le respondo.—Estabas enamorado.—Eso no es excusa, ella me manipulaba y yo solo veía lo que quería ver.—No te tortures más, hijo.Ese era mi padre, siempre defendiéndome.—Papá, hola. ¿Cómo fue l
Unos minutos más tarde... No me puedo creer que esté hablando con mi amor, Jared está bien y huye de Evelyn. ¡Esa zorra me las va a pagar! —Estoy oyendo a Evelyn, me está llamado —dice de repente. —¡¿Qué?! —Sí, me está buscando. —¡Dios! ¿Cuando va a acabar esto? —pregunto con un nudo en el estómago. Esto es demencial, no puedo creerme que aún no esté fuera de peligro. Jared aún está con esa loca. —Tengo que colgar. —No, no, no, quédate conmigo —grito asustada. —Me queda poca batería, y si se acaba, la policía no podrá encontrarme. —De acuerdo, pero ten mucho cuidado, por favor —le suplico. —Estaré bien, no dejaré que nadie nos separe, nunca más, ¿me has oído? —Sí. Después, la llamada se corta. Pasan horas interminables, me mantengo en comunicación con la policía, y al parecer el lugar donde tenía Evelyn a Jared resulta ser una granja en Hana Field en Costa Mesa, (California). Es una plantación de girasoles propiedad de un familiar de la
Definitivamente está loca de atar. ¿Embarazada? ¡Ja! —¿De qué estás hablado? —Vamos a tener un hijo, amor, un bebé nuestro —me dice acariciando mi mejilla. —Eso no es posible Evelyn. Frunce el ceño, y por un momento creo que va a golpearme, en cambio, sonríe y se da la vuelta. Camina hasta una silla y la coge para acercarla. —Es posible, y es lo que va a ocurrir en nueve meses. Y si todo va bien, nacerá en abril del año que viene —dice del todo convencida—. Y espero que sea un niño, grande y fuerte como su padre. Mete su mano en el bolsillo, y saca una caja de terciopelo rojo. Al abrirla veo que contiene uno de esos test de embarazo con dos rayas rosas. ¡No puede ser! —¿De dónde has sacado eso? ¿Donde lo has comprado? —En la farmacia, ¿donde sino? Me lo he hecho esta mañana, estaba convencida de que saldría positivo, y como puedes ver —lo saca y me lo pone delante de la cara para que lo vea con mis propios ojos—. Estamos embarazados. —Evelyn tú y yo no...
Por la mañana me despierto sola en nuestra cama. Jared no está. No recuerdo haberme quedado dormida anoche. Solo sé, que estaba esperando a que volviese, pero imagino que al final me quedé dormida esperándolo. Le llamo al móvil y este está apagado. Qué raro. Tal vez volvió anoche y no quiso despertarme, pero no puede ser. Él me habría tapado de haber vuelto, ¿no? Empiezo a preocuparme. Me levanto de la cama, y recorro la casa buscándolo. Tampoco está. Decido entonces llamar a su padres y contarles la situación. —Había quedado con Evelyn para cerrar la sociedad, pero no sé nada de él desde entonces —le digo a su padre. —¿Le has llamado? —Lo tiene apagado. ¿Y si esa loca le ha hecho algo? —No nos pongamos en lo peor, Chloë, déjame hacer unas llamadas —me dice y cuelga. Ni siquiera se ha despedido, esto no pinta nada bien. ¡Otra vez no! —Por favor, que no le haya pasado nada —rezo en voz alta. Una hora más tarde. Llaman a la puerta.
—¡Ha sido increíble! —dice totalmente desmadejada sobre la cama. —Dios, nunca me he corrido de esa manera. Sonríe por mis palabras, e inmediatamente se tapa la cara con la sábana. ¿Vergüenza? ¿A estas alturas del libro? —¿Qué ocurre, chiqui? —le pregunto. —No has usado condón. —¿Y? Se destapa la cara y me mira con los ojos como platos. —¿Cómo que y? ¿Tú sabes lo que eso significa? No me estoy tomando ningún método anticonceptivo, Jared. —Repito, ¿y? —no entiendo a qué tiene miedo. De hecho, no me importaría tener a un pequeño, o pequeña, corriendo por aquí. Quiero ser padre, y sé que ella también porque una vez me lo dijo, ¿entonces? ¿Qué le preocupa? —Es muy pronto para eso, ¿no crees? —pregunta levantándose de la cama y recogiendo su ropa del suelo para vestirse—. Aún no estamos casados. —¿Es por eso que estás asustada? —No estoy asustada, y no soy tan antigua como crees, no me preocupa no estar casada antes de tener hijos, ese no es el p
Una semana después... —Chloë, ¿puedes echarme una mano con el postre? Alice, la madrastra de Jared, pone delante de mí una bandeja con pastelitos. —Claro, ¿llevo algo más? —No, esto otro lo llevo yo, solo falta el vino dulce, y eso es cosa de tu prometido. Mi prometido, que bien suena eso. Después de arreglar las cosas con Jared, fuimos directamente a casa de sus padres, y me lo pidió allí mismo, en eso momento. No quiso esperar más para pedírmelo. Y yo por supuesto. Acepté. Ahora hemos pasado al siguiente nivel. Quién me lo iba a decir a mí, ¿verdad? —Ya estoy aquí —dice Jared pasando por mi lado, y me da un pico. —Hola cariño. —Hola chiquitina. Como me gusta ese mote cariñoso con el que me nombra. Ya casi nunca me llama por mi nombre. Después de yo dejar la bandeja sobre la mesa, y él el vino, me coge por la cintura y me atrae hacia su musculoso y duro cuerpo. ¿He dicho ya que mi prometido está buenísimo? —Después de comer tengo la reunión con Evelyn —me informa. Lle
Último capítulo