Christa Bauer es una chica con una belleza poco común entre los habitantes del pueblo de Montenegro, ha vivido toda su vida en los límites del rancho de su padre “Los nogales”. Toda su felicidad desde que nació se puede describir como montar a su caballo rayo junto a su padre, pastar el ganado, nadar en la laguna al pie de las montañas y mirar las nubes mientras se recuesta en el césped. Ella no conoce la malicia, su padre es quien se da cuenta de que ella es una joven muy especial, tanto que no se ha dado cuenta de que ahora que es adolescente se ha ganado la envidia de muchas mujeres por su notable belleza. Todo su mundo cambia cuando conoce a un hombre totalmente diferente a los peones que trabajan para su padre, o los chicos pueblerinos que viven cerca del rancho y que solo ve cuando asiste al bachillerato. A pesar de saber que verlo de nuevo es casi imposible, Christa se enamora perdidamente de él, pero la vida le enseña que no todo es felicidad, pues ocurren sucesos en su vida que la van endureciendo, prometiéndose que jamás alguien pasará sobre ella, Christa sigue su vida con el vago recuerdo de aquel día en el que fue feliz, hasta el día que nuevamente se reencuentra con él.
Leer másChrista BauerEl sol estaba en su punto más alto cuando llegamos al rancho, mi corazón palpitaba en un ritmo acelerado, anticipando la sorpresa que le tenía preparada a Santiago. Había esperado este momento con ansias, no solo porque fuera nuestro primer aniversario de casados, sino porque sentía que merecíamos una celebración, un pequeño escape del caos que a veces nos rodeaba. Quería que este día fuera solo nuestro.Al verlo desmontar del caballo, un resplandor de felicidad iluminó mi rostro. El sudor brillaba sobre su piel bronceada, su cabello algo despeinado después de la mañana de trabajo en la mina. Me acercó con una sonrisa, pero sus ojos, siempre atentos, me escanearon de inmediato, buscando en mí algo más.—¿Qué trama mi hermosa esposa? —su voz cálida, profunda, hizo que mi corazón se acelerara aún más.No pude evitar soltar una pequeña risa y rodearlo con mis brazos, abrazándolo con fuerza. Me sentía tan completa a su lado, tan llena de amor.—Primero, feliz aniversario, mi
Christa BauerCuando abrí los ojos, lo primero que vi fue el rostro del amor de mi vida mirándome con ternura. Me detuve a observar cada detalle de sus facciones, encantada de tenerlo cerca. Nunca había conocido lo que significaba amar de esta manera hasta que lo conocí a él. Ahora, después de tanto tiempo esperando estar juntos, su brazo yacía reposando en la curvatura de mi cintura mientras ambos disfrutábamos de la calidez de nuestros cuerpos desnudos.Mis dedos acariciaron su mejilla y la comisura de sus labios se curvó en una suave sonrisa.—¿Estás despierto? —pregunté tímidamente, sintiendo cómo el rubor subía por mis mejillas.—Sí —respondió él al mismo tiempo que abría sus ojos y me besaba con ternura en los labios.—Me encanta estar así contigo, Christa —susurró mientras acariciaba mi mejilla con la yema de sus dedos —Te amo.Sonreí, una sensación de felicidad pura me invadió en ese momento. Sentir su cuerpo junto al mío y escuchar sus palabras de amor era lo que siempre habí
Sorpresivamente Santiago niega. Mis ojos se abren como dos platos.—No me iré, hay algo que me detiene en este lugar.—¿Qué es? —le cuestionó de inmediato.—Christa, mi familia cree que lo que siento por ti es un capricho, eres una mujer muy joven y hermosa, tu belleza es peculiar, pero para mí eres la criatura más hermosa que mis ojos han visto en la vida.Boqueo tratando de decir algo, pero no me sale.—Pero… desde que decidiste quedarte apenas y me hablas, y cuando lo haces es solo para algo de la mina… Santiago…Él curva sus labios hacia un lado. Toma mis manos con las suyas.—Necesitaba pensar, no es fácil elegir entre mi familia y una mujer, necesitaba estar seguro de que puedo renunciar a mi familia por ti, lo he confirmado, eres la mujer que amo Christa, cada vez que te veo mi corazón se emociona, quisiera abrazarte, besarte… yo quisiera hacerte tantas cosas.—Te amo, Santiago, pero no te pondría a elegir entre tu familia y yo, no puedo… perdí a mi familia antes y el vacío que
Christa BauerCuando llegué a casa, sentía una especie de euforia que recorría por todas mis venas.—¡Maggie! ¡Maggie! —grité apenas crucé la puerta. Busqué a mi amiga mientras caminaba en dirección a su habitación, pero ella ya venía de la cocina con el pequeño Diego en brazos. —¿Qué pasa Chris? Me asustas, ¿estás bien? —pregunta preocupada mirándome de arriba abajo para cerciorarse de que estoy bien.Asiento mientras una sonrisa espontánea aparece en mi rostro.—Santiago… quiere pasear… esta tarde… conmigo… —suelto en pausas, mi respiración es agitada, me siento emocionada, tal vez me estoy haciendo demasiadas ilusiones.Maggie sonríe picaresca.—¿Al fin le dijiste de tus sentimientos?Mi sonrisa se borra del rostro.—No… —suelto haciendo un puchero —solo me invito a pasear cuando lo fui a buscar, pero ya no puedo más amiga, necesito decírselo y lo haré hoy, necesito decirle que necesito saber si aún me ama, por yo lo amo más que nunca.Maggie me mira compasiva —te quiero amiga, de
Un mes después.Caminaba de un lado a otro en mi despacho mientras jugaba con los dedos de mis manos de manera inconsciente. Estos dos últimos meses han sido una prueba muy difícil para mí, muy cobardemente opté por evadir a Santiago y dejar de ir a la mina. No soportaba verlo, él siempre era amable conmigo, como todo un caballero, pero no había mostrado señal alguna de que se hubiera quedado para estar conmigo y eso comenzaba a doler.¿Debía hacerme a la idea de que nada pasaría entre los dos?No podía más con la angustia de saber que pasaba con él. Necesitaba saber si aún me amaba como lo había dicho antes, para no hacerme más ideas en la cabeza. Era por eso que había decidido hacerle una visita a la mina.Hacía poco más de una semana que no venía, me sentía orgullosa de que Santiago estuviera haciendo un excelente trabajo administrando la mina. Costo algo de esfuerzo, pero después de unas semanas, los mineros de antes regresaron, hubo una reunión y un comité donde nos externaron el
Santiago SandovalEl aire era frío y cortante cuando salí del edificio de la comisaría a primera hora de la mañana. Mi pecho se sentía pesado, no solo por los días que pasé encerrado, sino por la incertidumbre que sabía que aún me esperaba, no sabía si al salir Christa me estaría esperando o, mis padres.A lo lejos, vi a mis padres. Su presencia debería haberme dado alivio, pero la expresión severa en el rostro de mi madre y la falta de calidez en los ojos de mi padre me hicieron detenerme un momento antes de caminar hacia ellos.—Por fin estás libre —dijo mi madre, con un tono que carecía de alegría—. Ahora vámonos. El auto está listo, me muero por largarme de una vez de este maldito pueblo que solo nos ha traído desgracias.Fruncí el ceño.—¿Irnos? —yo no planeaba irme de aquí, no sin Christa.—Sí, Santiago. Nos vamos a la capital, ahora mismo. Solo esperábamos a que te dejaran en libertad, el testamento de tu tía se ha leído, ya no tenemos nada que nos ate a este pueblo, tu vida e
Christa BauerEl aire me quemaba los pulmones mientras el caballo se detenía abruptamente frente a las camionetas que nos habían cerrado el paso. Mi corazón latía tan rápido que temía que Santiago pudiera escucharlo. Apenas tuve tiempo de asimilar lo que estaba pasando cuando Ignacio bajó de una de las camionetas. Su figura imponente, con esa expresión de furia contenida, me hizo estremecer. Y entonces lo vi. El brillo metálico de una pistola en su mano.—¡Se acabó, Christa! Quise ser bueno contigo, pero ya veo que las yeguas necesitan quien las amanse a la mala—vociferó, con la mirada fija en Santiago.Sentí cómo Santiago se tensaba a mi lado, como un muro dispuesto a protegerme a toda costa. Quise decir algo, gritar tal vez, pero mi voz quedó atrapada en la garganta.—¡Ignacio, basta! —grité finalmente, intentando sonar firme, aunque mi voz temblaba—. Esto no tiene que terminar así, ya tienes lo que querías, déjanos ir… no te amo y jamás podré hacerlo.—¿No? —se burló, apuntándome c
Santiago SandovalUn día antes de la boda…El comedor principal estaba iluminado por la luz cálida de la tarde que entraba por las ventanas abiertas. El aroma de la comida recién servida llenaba el ambiente, pero a mí no me sabía a nada. Mi mente estaba en otro lugar, atrapada en pensamientos que giraban en torno a Christa, la extrañaba tanto. Sabía que estaba a unos kilómetros de aquí, en el rancho de su familia, pero acercarme sería un riesgo que no podía permitirme. No sabía si Ignacio había puesto hombres vigilando, y cualquier movimiento en falso podría arruinarlo todo, el único plan que tenía hasta el momento era huir con ella lejos de todo.—Santiago, querido, ¿todo bien? —La voz de mi madre me sacó de mis pensamientos.—Sí, madre, solo estaba pensando —mentí con una sonrisa forzada.Ella me miró de reojo, pero antes de que pudiera decir algo más, giró su atención hacia Mariana, quien estaba sentada frente a mí.—Sabes, Mariana —dijo mi madre con tono alegre—, después de la bod
Christa BauerMe miré al espejo, sosteniendo con ambas manos el ramo de tulipanes blancos. Mis dedos acariciaban los pétalos suaves, como si de algún modo pudiera encontrar consuelo en su pureza. Pero ni siquiera su belleza podía calmar el torbellino de emociones que llevaba dentro. Mi reflejo era el de una mujer que estaba a punto de traicionarse a sí misma, de renunciar a todo lo que amaba.Los ojos cansados que me devolvían la mirada parecían pertenecer a otra persona. El vestido blanco, ostentoso y elegante que envío Ignacio, pesaba sobre mis hombros como una cadena que me ataba a un futuro que no quería.De pronto, sentí unos brazos rodeándome suavemente por la cintura. Margarita, mi fiel amiga, apoyó la barbilla en mi hombro, y ambas nos miramos en el reflejo.—Christa... —su voz era un susurro lleno de ternura—. El amor de Santiago vale más que cualquier otra cosa, sé que tu padre también estaría de acuerdo conmigo, él te amaba tanto.Mis labios temblaron, pero no dije nada.—E