41. Tu familia o ella
Santiago Sandoval
El aire era frío y cortante cuando salí del edificio de la comisaría a primera hora de la mañana. Mi pecho se sentía pesado, no solo por los días que pasé encerrado, sino por la incertidumbre que sabía que aún me esperaba, no sabía si al salir Christa me estaría esperando o, mis padres.
A lo lejos, vi a mis padres. Su presencia debería haberme dado alivio, pero la expresión severa en el rostro de mi madre y la falta de calidez en los ojos de mi padre me hicieron detenerme un momento antes de caminar hacia ellos.
—Por fin estás libre —dijo mi madre, con un tono que carecía de alegría—. Ahora vámonos. El auto está listo, me muero por largarme de una vez de este maldito pueblo que solo nos ha traído desgracias.
Fruncí el ceño.
—¿Irnos? —yo no planeaba irme de aquí, no sin Christa.
—Sí, Santiago. Nos vamos a la capital, ahora mismo. Solo esperábamos a que te dejaran en libertad, el testamento de tu tía se ha leído, ya no tenemos nada que nos ate a este pueblo, tu vida e