Mundo de ficçãoIniciar sessãoEn Graland del Norte, un omega puede ser muchas cosas: Un símbolo de esperanza, una garantía de paz, un líder o una simple moneda de cambio. Kallias Grevyre fue criado para heredar poder, no para entregarse. Pero cuando su reino se ve al borde del colapso, su destino queda atado a una alianza con Astraria, una nación donde los omegas no gobiernan; ellos se someten o desaparecen. A través de este acuerdo, él terminará a merced de la corona astrariana y su prometido no es otro que Marcus Gaïos Ralodi. Marcus es un alfa y el heredero del trono astrariano, símbolo de un sistema que desprecia todo lo que Kallias representa. Frío y calculador, Marcus puede ser el monstruo perfecto o un cruel salvador. Entre secretos del pasado, tensiones políticas y un vínculo que desafía todo lo que creen saber sobre el deber, el linaje y el deseo, Kallias tendrá que luchar no solo por su vida, sino por su identidad. Porque en Astraria, un omega como él no tiene derecho a alzar la voz y mucho menos, a sentir algo más que odio por su enemigo.
Ler maisImperio Kaedra
Groan, Graland del norte. Kallias Grevyre despertó con la sensación de malestar embriagando sus sentidos, seguido de una ola de nerviosismo y miedo que finalmente dio paso a la calma. Momentánea y casi fantasmal, pero lo suficiente para permitirle respirar a través de sus pesadillas. Ni siquiera se había dado cuenta del momento exacto en que perdió la batalla, demasiado cansado y necesitado de descanso. La cuenta había perdido sentido con los días y las noches parecían eternas desde que el fantasma de la incertidumbre había decidido apoderarse de su vida, invirtiendo todo esfuerzo en torturarlo ante el más mínimo descanso. Como si ya no tuviera suficiente con los cañones, la muerte y la pérdida que tocaba las puertas de su hogar cada día, tenía que hundirse en la oscuridad de su mente. Kallias se levantó de la silla de madera tapizada, apretando la figura dormida entre sus brazos, caminando a través de la habitación de piedra pulida y techos altos con ventanales de madera. Él respiró a través del nudo en sus pulmones, cerrando los ojos e intentando empujar un poco de serenidad en su cuerpo. Apretando la figura dormida con cariño, él intentó mitigar los temblores en sus manos. Kallias apretó los labios con fuerza, intentando no tropezar y caer de bruces al suelo. Tal cosa no le haría a al cachorro entre sus brazos ni la más mínima gracia. La pequeña tenía cinco años y era una niña adorable, hija de una las omegas jóvenes que servían a su madre. La mujer había quedado muy mal después del parto y apenas podía respirar sin quejarse. Así que la reina había pedido ayuda a Kallias y Anezka para cuidar de ellos. —¿Dónde está Tariq? —Kallias no alzó la vista, simplemente murmuró ¨Nezka¨. Tariq era el gemelo de Tara. Los pasos sonaron suaves sobre el piso de madera, el fuego crujía débilmente y la noche parecía serena. —Se parece a ti cuando tenías su edad. —Imposible, Tara es hermosa —negó con una sonrisa perezosa en los labios, descansando el mentón sobre la maraña de hebras claras. Con un mordisco nervioso recorriendo su pecho, Kallias levantó la mirada hacia un lado, donde un par de ojos verdes y brillantes lo observaban. Él escaneó a su madre por lo que pareció una eternidad. La mujer hermosa y dulce parecía desaparecer entre las líneas preocupadas que devoraban su rostro y el nerviosismo que tanto intentaba ocultar. —¿Qué tan malo es? —preguntó y Rusalka suspiró débilmente en respuesta, acariciando los cabellos de Tara con suavidad, dejando bailar los dedos sobre la suave piel infantil de su cachete y hacia el brazo derecho de Kallias. —Ellos te están esperando —susurró en cambio—. Lo siento mucho, Kass. —¿Así de mal? Rusalka se acercó lo suficiente, colocando los brazos alrededor de la cintura de Kallias. El joven cerró los ojos y se dejó hacer, su corazón parecía un animal asustado dispuesto a escapar de su pecho. —He esperado pacientemente —agregó Kallias entre dientes, con el ceño fruncido y un toque oscuro—. Si mi futuro está siendo decidido dentro de esa habitación, merezco saber de qué se trata. —No es tan simple —dijo su madre con un suspiro. Kallias la vio apartarse y caminar por la habitación, luciendo tan hermosa como siempre en su vestido verde musgo adornado con tribales en tinta negra. —Queríamos retrasarlo tanto como nos fuera posible. Teníamos la esperanza de no tener que mirar en esa dirección. Kallias sintió tensar su estómago. Un peso incómodo que se adueñó de la zona y casi lo hizo vomitar. —Madre —llamó Kallias con los ojos brillantes y los brazos apretados alrededor de Tara, como si tal cosa pudiera mantener todos sus pensamientos y sentimientos juntos. Un trozo de madera flotante en medio de la tormenta. Rusalka negó con el pecho ardiendo, eliminando la distancia entre ambos, tomando a Tara de sus brazos. —Ve con ellos. Entre más rápido vayas, regresarás —dijo, con una sonrisa en los labios. Esta no llegaba a sus ojos—. Yo cuidaré de Tara. Kallias no se movió en absoluto, ahora con los brazos lapsos a sus costados y los ojos ardiendo en mil sentimientos difíciles de explicar. Él tragó el nudo en su garganta, intentando decir algo, pero nada parecía correcto o suficiente. —Kallias —llamó Rusalka con voz suave y él se detuvo de camino a la puerta, mas no giró—. No dejes que otros decidan tu futuro, ¿me has entendido? Kallias cerró los ojos y respiró profundamente, apretando las manos en puños, él asintió. Su mano se posó en el picaporte, temblorosa y sudada; saliendo de la habitación con el corazón intranquilo y la mente invadida por miles de posibilidades. ෴ლ෴ Al salir, Kallias encontró la luna dibujada en una silueta perfecta, acompañada por un sinfín de estrellas y el manto oscuro y perpetuo de la noche sobre Graland. Él no se detuvo demasiado tiempo, abriéndose paso hasta la Casona del Dáil, donde todos sus miembros habían permanecido en sesión por lo que parecía ser una eternidad. Apenas eran cinco escalones en la entrada y por alguna razón, Kallias sentía que eran cientos de estos a cada paso que daba. «Amra,» susurró. Un par de ojos dorados se dejaron ver en la oscuridad, dando paso a un pelaje blanco como la nieve y cuatro patas fuertes. Amra se sentó en sus cuartos traseros, poderosa y regia, orgullosa de sí misma. La loba movió la cabeza con suavidad: «Está bien, Kallias. Todo estará bien.» La imagen desapareció y Kallias se quedó solo en su mente, con sus pensamientos y dudas. Él apretó la mandíbula, se lamió los labios y mandó los nervios a un lado. Debía entrar ahí, Kallias sabía que esa era la única forma de poner sus pensamientos en orden. Y así lo hizo. —¿Ha solicitado el dáil mi presencia? La pregunta fue hecha con suavidad, con el torso inclinado en una venia perfecta y los dedos de sus manos apretados alrededor de la túnica que llevaba esa noche. Los miembros del dáil barrieron a Kallias en profunda y colectiva atención. El ambiente se sentía pesado y él no sabía si sólo eran sus miedos o la verdad que cobijaba Graland en los últimos tiempos.—¿Príncipe Marcus? —volvió a llamar el omega, cruzando los brazos a la altura del pecho con aparentemente tranquilidad. El alfa no respondió de inmediato, se tomó un segundo y acomodó en su asiento. —¿Qué hace usted aquí? —dijo, una sonrisa molesta en su rostro—. Es impropio de alguien de nuestro nivel el escuchar conversaciones ajenas, príncipe Grevyre. —Puede ser, aunque para su mala suerte mi nombre fue mencionado justo en el momento en que pasaba —Kallias ladeó el rostro y se encogió de hombros—. Y me dije: "¿Por qué no participar? Veamos qué tienen para decir los hermanos Ralodi de mi" Marcus negó lentamente, el sarcasmo de Kallias no hacía más que irritarlo. —Pues no tengo nada que decir —Marcus señaló a la puerta con desdén en la mirada—. Así que por favor, salga de este salón. Kallias no se movió ni un centímetro, casi parecía estar pegado al suelo. El omega miró alrededor, caminando lentamente con las manos en la espalda baja y una tranquilidad aterradora. —No me caes
Kallias se miró en el espejo una vez más, listo para salir y caminar alrededor del pasillo. Necesitaba comer algo, también reunirse con el rey en condiciones. Puede que su padre le haya explicado algunas cosas, pero necesitaba saber de mano del rey Richard exactamente qué se esperaba de él. De eso dependía su estadía en Astraria o la decisión de irse y enfrentar y enfrentar la muerte. Porque eso era lo único que le esperaría en Graland. —Adelante. La puerta se abrió y en ella aparecieron Orion, Evanik e Iliana. El trío lucía ropa de entrenamiento y Kallias se encontró lleno de curiosidad. —¿Por qué la ropa? —Sir. Hollmand nos ha dado la agradable noticia de que debemos entrenar con los soldados del palacio —dijo Evanik, su cabello rojo permanecía trenzado a lo largo de su cabeza y el brillo en sus ojos azules le decía a Kallias que la idea no le desagradaba del todo—. Vamos a patear culos astrarianos ¡Bien por mi! —Como decía el cachorro con exceso de energía, no podremos estar
Kallias parpadeó con lentitud, moviéndose entre las sábanas con un suspiro en los labios. Sus párpados pesaban, su cabeza dolía y alrededor de su cuello permanecía una sensación extraña sin sentido a la que prefirió no prestar atención.Por la Diosa, si no fuera porque estaba cien por ciento seguro de que había llegado a Astraria, podría atribuir el incesante dolor de cabeza a una noche salvaje de fiesta o a una buena ronda de lucha con los soldados.Él cerró los ojos y se tocó el pecho, intentando buscar algún rastro de parte animal por los rincones de su mente.—¿Amra? —Dejó ir el nombre en voz baja, sin embargo, no recibió respuesta, apostando por esperar a que la loba quisiera comunicarse con él por su cuenta.Kallias se había acostumbrado en cierta medida; no era la primera vez que sucedía. A veces, su loba parecía llenarse de un extraño mutismo. Uno que con los años había dejado de preocuparle, porque ella siempre volvía a importunarlo, a llenarlo con su voz divertida y acusador
La habitación era amplia, iluminada y tan sencilla que las cabañas más humildes de Graland se sentirían ofendidas. Las cortinas eran de un roja brillante y las sábanas de seda clara y suave.Kallias miró de nuevo hacia la cama y frunció el ceño.—¿Asustado, omega? —La voz de Orion resonó desde la entrada de la habitación, divertido como nadie—. ¿Temes que alguien se haya revolcado en esas sábanas?—Incluso los Ralodi no caerían tan bajo. Además, no creo que mi vida sexual sea ni un poco emocionante desde hoy —Kallias rodó los ojos mientras se quitaba las prendas. Hizo una mueca como si realmente fuera una tragedia—. Es bueno que otros se diviertan. No en mi cama, gracias.Orion lo miró sin dar crédito, tomando asiento en una de las pequeñas sillas de la habitación.—Por favor, Kass, ¿has visto bien a tu futuro esposo? Si fuera yo, le daría una mordida —soltó Oriom, alzando las cejas repetidas veces y Kallias examinó su rostro largos segundos antes de reír y negar.—No lo niego —aceptó
—Su padre debe de haberle informado sobre la situación actual y el porqué de su llegada a Craenia.—Mi padre solo me ha dicho lo justo y necesario, rey Richard —La voz de Kallias fue dulce y tranquila—. Hay cosas que solo un líder debe conocer, me conformo con saber que este acuerdo beneficia a ambos reinos.—Es usted un omega muy inteligente, joven príncipe. Sígame, le presentaré a mi familia.Kallias miró hacia su séquito antes de seguirlo. Orion y Iliana estaban a ambos flancos mientras que Evanik se mantenía atrás, atento a todo.—Karina Ralodi, reina consorte —El rey señaló a la mujer alfa, y después al joven de rasgos suaves—. Kael, mi hijo menor.—Es un placer conocerlo a ambos.Kael asintió en saludo y la reina sonrió suavemente hacia Kallias.—El placer es mutuo —El rostro de la reina brilló—. Bienvenido sea a Astraria, príncipe.—Agradezco el gesto. No debe haber sido fácil para ustedes tomar esta decisión —Kallias miró al rey—. Después de tantos años y tal brecha, volver a
Graland, Gran Imperio,Diez años atrás.—¿Qué haces aquí? La fiesta no será en los establos.—No quiero ir —masculló Kallias mirando sus pies—. ¿Puedo quedarme aquí? Igual nadie me extrañará.—¿Qué te preocupa? —preguntó el rey en voz baja—. ¿Kass?—Soy un omega —La síntesis fue acompañada de una mueca que no cumplió su cometido. Kallias sintió las lágrimas rodar por sus mejillas, unas que limpió con furia y rapidez—. Soy un omega, papá.—No veo el problema. Ser omega es tan válido como cualquier otra casta.—Dile eso al Imperio —rebatió con molestia—. En cuanto les lleguen las buenas nuevas al Gran Consejo dejaré de ser elegible para cualquier cargo relevante. Seré el esposo de alguien y no podré negarme.Él alfa se agachó a su altura y levantó el mentón del joven con suavidad y ternura.—Eres demasiado joven para preocuparte por esas cosas, Kass —dijo y él lo miró con duda en sus orbes claros—. Además, el Imperio no puede obligarte a ello. Yo no lo permitiría.—¿Incluso si es mi deb
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