Lars es el heredero del Ducado de Arenberg de Hiraeth, un tipo que cumple las exigencias y expectativas de su padre, y está comprometido con Lady Greifen de Dinamarca. Una noche, al volver a su cuarto de hotel tras un congreso, oye ruidos raros, y al abrir la puerta encuentra a su flamante prometida en la cama con otro. Herido y sin rumbo, deambula por el hotel, pero de pronto es dejado inconsciente, y despierta en un lugar desconocido donde vive la peor noche de su vida. En medio del desastre, desesperanzado, aparece alguien que acaba con los malos; sin embargo, no es quien él esperaba. Su salvador no es otro que Ulrik Jantzen, un tipo insufrible y fastidioso al que no soporta, pero con el que, por desgracia, tendrá que colaborar si quiere saber quién intentó matarlo, o podría ser su fin.
Leer másLARS
Yo era el tipo con la vida perfecta: prometida perfecta, padres perfectos, hermanos perfectos, trabajo perfecto, y encima el futuro Duque de Arenberg. A que lo tenía todo, ¿verdad?
Pues era una auténtica m****a.
Tras un largo día de conferencias y trabajo duro, lo único que quería era darme un baño y tirarme en la cama a dormir. Cada maldito día desde que esto comenzó sentía una presión en el pecho que intentaba ignorar porque era lo que se esperaba de mí. ¿A quién le importaban mis sentimientos? ¿Eso existía en la nobleza?
Entré al ascensor en solitario, eran las once de la noche. Le había dicho a Karen, mi prometida, que no llegaría a dormir esa noche, pero las cosas cambiaron en la reunión y terminé pudiendo volver al hotel. La verdad no quería ir a esas fiestas de los ponentes.
Mientras esperaba a que la puerta se cerrara, vi a las personas pasar por acá y por allá, y una de ellas llamó mi atención: era un tipo moreno, alto y bien formado; caminaba con una elegancia que solo había visto en pocas personas hasta ahora, y por alguna razón al ver su rostro de perfil sentí que se me encogía el estómago y se me hundía el corazón en el pecho.
Apreté los labios porque detestaba esa sensación, y fruncí los dedos de los pies para respirar hondo. ¿Por qué siempre…?
Sonó un pitido y las puertas empezaron a cerrarse. Justo entonces, el hombre volteó y nuestras miradas se encontraron, y me aterré, Dios, ¡¿por qué me aterraba?! Pude ver la sorpresa en su cara, pero gracias al cielo las puertas terminaron de cerrarse, y me encontré a mí mismo con el corazón desbocado, y las piernas tan temblorosas que me tuve que agarrar a las paredes de la cabina para no caerme. Un zumbido me llenó la cabeza y sentí un hormigueo en los pies, en tanto respiraba como si acabara de correr un maratón.
¿Por qué siempre era así cuando se trataba de él?
Apreté los labios con más fuerza e intenté serenarme mientras el elevador subía, y para cuando llegué a mi piso ya al menos podía sostenerme.
Salí de la cabina ajustándome el saco, fingiendo ser todo lo digno que no era, y avancé con el paso más seguro que pude hasta mi habitación.
A pesar de ser el primogénito del Duque de Arenberg de Hiraeth, no me gustaba tener escolta, y a mi padre le importaba tan poco que ni siquiera me la impuso. La sensación de libertad era de lo mejor. Tenía a Casper, mi asistente, pero él ahora debía estar en el quinto sueño.
Saqué mi llave a medida que llegaba a la puerta designada, pero justo cuando estaba por pasar la tarjeta por el sensor oí algo desde dentro y me sobresalté.
¿Era un grito?
Karen estaba dentro, ¡acaso ella…!
Alarmado, pasé la tarjeta a toda prisa y entré corriendo. La suite en la que me hospedaba tenía un recibidor y la habitación estaba más atrás. Corrí hacia allá y abrí la puerta de golpe, con los gritos siendo más fuertes.
—¡Karen, ¿estás bi…?!
Pero no pude terminar de hablar.
Sentí que el corazón se me fue al estómago y todo se me revolvió por dentro por lo que vi. Ahí estaba, «Lady Greifen», mi flamante prometida, desnuda y con las piernas abiertas ante un hombre que yo no conocía, pero sin dudas no estaban jugando a la casita.
Ella se espantó de pronto apenas verme y su cara palideció.
—¡Lars, ¿qué estás haciendo aquí?! —gritó casi recriminándome, como si yo fuera el que estaba actuando mal aquí?
El tipo se le quitó de encima a toda prisa y ambos se taparon, pero yo solo podía ver todo con los ojos bien abiertos.
—No me jodas… —mascullé.
—Lars, ¡puedo explicártelo! ¡Yo…!
—¡Sal de mi cuarto! —le grité al tipo, que me miró como apenado. No me importaba.
Él tomó su ropa y empezó a vestirse a trompicones. En cuestión de nada se fue, dejando a una Karen cuyas emociones en su cara bailaban entre la indignación y el temor.
Dios, Dios… ¡qué demonios!
Ella se sentó, aún cubriéndose con la sábana, con una dignidad que no entendía de dónde sacaba, y me miró con serenidad.
—Lars, esto no es lo que piensas, no tiene por qué afectarnos en nada.
Fruncí el ceño.
—¿Acaso te estaban obligando?
Mi desdén evidente la hizo arrugar la cara, y vi que pensaba en qué decir a continuación; sin embargo, no le di la oportunidad. Me acerqué a grandes zancadas, tomé su mano izquierda y le quité el anillo de compromiso que tenía puesto.
—Eres tan desgraciada que incluso corrompes esto. —Se lo enseñé, y el pasmo pintó su cara—. Vete de mi cuarto.
Me alejé, pero ella seguía como si nada.
—Los dos sabemos que esto te hará más daño a ti que a mí, Lars. Después de todo, tus padres…
—¡Al carajo mis padres, Karen! ¿Crees que puedes hacer lo que te dé la gana por mis padres? ¡No me jodas! Hasta ese par tienen límites, y te aseguro que tú acabas de rebasarlos. No me voy a casar con alguien así. —Respiré hondo, sintiendo que la presión en mi cabeza aumentaba a niveles peligrosos—. Vete. Voy a ir a dar una vuelta, y cuando regrese no quiero verte aquí.
Abrió la boca para decir algo, pasmada unos instantes por mi evidente molestia, pero volvió a cerrarla. Yo me di la vuelta y salí de ahí.
Necesitaba tomar aire, demonios… ¡Necesitaba desaparecer de este maldito mundo!
El corazón se me apretó fuerte en el pecho, y cada paso que di de vuelta al ascensor parecía tener la gravedad aumentada a mil.
Al llegar a la planta baja no le presté atención a nadie. Metí el anillo en mi bolsillo, una reliquia de mi abuela, y salí de ahí a la calle. Hacía frío, sí, ¿pero y qué?
Necesitaba despejarme, o congelarme, ¡o morirme! Qué jodienda. Encima que me comprometía con una chica, terminaba en esta m****a.
Volví a respirar hondo mientras avanzaba raudo por la calle y sin rumbo fijo, hasta que me di cuenta de que no tenía ni idea de en dónde estaba, y de que todo alrededor estaba muy silencioso.
Miré a todas partes y apenas vi un par de autos pasar en medio de la oscuridad, pero se me crispó la espalda. ¿Había alguien detrás de mí?
Sin embargo, para cuando volteé ya era demasiado tarde. Sentí un fuerte golpe en la cabeza, el mundo me dio vueltas y todo se volvió negro.
Me desmayé como un idiota.
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¡Hola! Gracias por estar aquí, esta es la historia de Ulrik, Rik, a quien hemos visto en otras de mis novelas, las de sus mejores amigos: Una hija para el CEO solitario y La falsa esposa del billonario. Las encuentras completas en mi perfil. ¡Gracias por darle la oportunidad!
LARSDormir en la misma cama que tu ex era algo así como dormir con el enemigo, y se sentía horrible.Trabajé un poco, tuve una charla con mi editor, cené, y nada… Ulrik solo volvió cerca de las diez de la noche a la habitación, y para esa hora yo ya estaba acostado, aunque no dormido. El congreso comenzaba al día siguiente y debía estar bien descansado.Lo sentí entrar, también su mirada. Quizá creyó que me habría ido y, sí, en otras circunstancias lo habría hecho, pero no ahora.Se fue a bañar, y lo siguiente que supe fue que se tumbó en la cama, lo que me tensó un poco.—¿Ya sabes quién te secuestró? —preguntó, sorprendiéndome.Me giré enseguida, encontrándolo bocarriba con el celular en la mano. Era evidente que sabía que no estaba dormido, y yo sabía que lo sabía.—No… la verdad no se lo he dicho a nadie.—¿No es eso ser demasiado descuidado? —Su voz profunda caló en mis oídos como un cosquilleo. Era uno de sus mejores atributos a mi parecer, una voz hipnotizante.Solté un respin
LARSPalidecí de inmediato, incapaz de decir nada, incapaz de hacer nada, pero un profundo dolor me llenó.—A veces pienso que si estuvieras muerto mi vida sería más fácil —continuó, enterrando más profundo una daga en mi pecho—. Eres un recordatorio constante de mi propia estupidez, y por desgracia te veo más que a mis propios amigos, porque tuviste que elegir el mismo maldito camino que yo… Si tú estuvieras muerto, quizá no tendría esa voz en mi cabeza que no deja de decirme lo idiota que fui y que soy. Sería libre.Con la mente en blanco, no supe qué era correcto contestar. ¿Existía lo correcto a eso, a algo que ni siquiera entendía por completo?No obstante, enseguida pensé en los días anteriores, en la fiesta, en él con ese tipo, y me sentí idiota.—¿De qué hablas? ¿No estás con ese tipo, Dominik? —Alcé la mano y me zafé de su agarre, parándome firme—. Los vi en la fiesta, siempre tan íntimos. ¿Por qué demonios pensarías en alguien como yo mientras de seguro te revuelcas con é…?
LARS¿Qué pasa cuanto tu ex y tú tienen la misma profesión de base, han trabajado en laboratorios y básicamente tienen una reputación en el mismo campo? Bueno, que cuando te invitan a dar una ponencia, a un congreso o foro, la probabilidad de que te lo encuentres es casi del cien por ciento.Y ahora estábamos en temporada de congresos por todo el continente, así que… sí, me iba a encontrar a Ulrik por todas partes.Nuestra historia era complicada, aunque a mí no me gustaba verla así. Nos conocimos al coincidir en un curso del Internado Bywyd, al que mis padres me enviaron porque les insistí mucho, cuando tenía once años. Yo era lo que se consideraba un niño genio en mi campo, pero Ulrik lo era mil veces más, y desde entonces coincidimos en muchas partes, tanto que hicimos el MBA de Industria farmacéutica y biotecnología en el mismo sitio, al mismo tiempo.Claro, todo comenzó ahí.Mentira.Ya en el avión, rumbo a Praga, Chequia, no pude evitar pensar en las palabras de mi hermana, que
LARS¿En qué pensaba Ulrik?Se me saltó el corazón en el pecho cuando contemplé la ira pintar la cara de mi padre, pero al mismo tiempo sentí raro al ver que Ulrik conservaba una expresión bastante serena, como si lo que acababa de decir fuera nada.—¿Qué demonios acabas de decir, niñato? —Papá frunció el ceño, con la intención de matarlo ahí mismo grabada en su semblante.—Tal parece que está sordo, señor Arenberg. Debería ir pensando en comprar unos audífonos —comentó el moreno y sonrió.Estaba relajado, como si esto no fuera con él.—¿Es que acaso tus padres no te enseñaron a respetar, chiquillo? —espetó mi madre, apretando las manos con fuerza, tanto que sus perfectas uñas se le clavaron en la palma.La cara le enrojeció de golpe y me preocupé, porque era propensa a enloquecer si la molestaban, y de alguna manera Ulrik siempre lo conseguía. Bueno, tenía sus motivos.—Mis padres me enseñaron las normas de cortesía y el decoro, señora Arenberg —comentó Ulrik con tono tranquilo—; sin
LARS—¿Qué haces aquí? —pregunté casi sin pensar, y luego me arrepentí.Una expresión que no supe descifrar, con mirar ausente y serenidad pura, abordó su rostro, por lo que fruncí el ceño. Yo usaba mascarilla y gafas, además de haberme peinado para ocultar los moratones.—Es un avión de acceso público, ¿verdad? Mi avión se estropeó y tengo compromisos, así que…Se encogió de hombros y caminó hasta su puesto, que era justo a mi lado, aunque algo lejos, considerando que los asientos de la clase ejecutiva eran como mini cabinas.Decidí ignorarlo y seguí con lo mío. Volvía a Hiraeth para seguir con mi trabajo y toda la cosa.Como si me gustara.El avión aterrizó unas horas después, y haciendo caso omiso de Ulrik, salí de ahí para luego encontrarme con Casper. Quería llegar a casa y descansar un rato, dejar de tener tantas cosas encima, pero sabía que no podría, así que fui directo a la casa de mis padres, un palacio a las afueras de la capital, pues mi presencia era solicitada con urgenc
LARS—No soy bueno para burlarme de alguien que lo está pasando mal —contestó Ulrik con simpleza y se adentró en el cuarto—. Aquí tienes un pijama y ropa interior. Es mía, pero supongo que te queda. —Se encogió de hombros como si nada—. Podría pedirle a Ken o Haki que te den algo, pero seamos sinceros: un negro, un asiático y un árabe no están bien vistos en la ruleta rusa, ¿verdad?Sentí una punzada fuerte en el pecho cuando dijo eso último, y una mezcla de indignación y arrepentimiento me llenó.—¡Yo nunca dije que tú…!—No importa, Su Alteza… Solo me gusta molestarte si tengo la oportunidad, eso es todo. —Dejó la ropa a mi lado en la cama, además de un celular bastante golpeado—. Ken recuperó tu celular. Sirve, pero está así, por lo que quizá quieras cambiarlo. Mañana te llevaré al hotel, y desde ahí tú decides si vas al hospital o denuncias esto. Por lo pronto, el baño es la segunda puerta al frente, a la derecha. Puedes usar todo lo que está ahí sin preocuparte. —Suspiró, parecía
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