—Bienvenido, príncipe Kallias. Por favor, tome asiento —saludó uno de los miembros, el más anciano de todos, con su cabello blanco y ojos arrugados.Kallias asintió con un peso incómodo en el estómago, de esos que te hacen salivar y maldecir.—¿Sabe usted la razón de su llamado a La Casona?—¡Ni siquiera debería estar aquí! —el gruñido de Connak Grevyre fue duro a oídos de todos los presentes, ronco y furioso como pocas veces—. Podemos discutir esto por nuestra cuenta, Jack. Mi hijo no necesita saber nada de esto.Kallias escuchó atentamente las palabras de su padre y rey, quien parecía enojado y un poco más.—Regresa con tu madre, nosotros resolveremos esto —dijo y Kallias pestañeó, su padre no lo miraba directamente, parecía demasiado apurado en sacarlo de ahí—. ¡Te he dado una orden, Kallias!—Padre... —sussurró en respuesta, aturdido por la exaltación del hombre.La vibración en la casona era demasiado fuerte, atravesando sus oídos y quemando en su piel. Los aromas y las emociones
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