Capítulo 8: Un mal comienzo.

—¿Príncipe Marcus? —volvió a llamar el omega, cruzando los brazos a la altura del pecho con aparentemente tranquilidad.

El alfa no respondió de inmediato, se tomó un segundo y acomodó en su asiento.

—¿Qué hace usted aquí? —dijo, una sonrisa molesta en su rostro—. Es impropio de alguien de nuestro nivel el escuchar conversaciones ajenas, príncipe Grevyre.

—Puede ser, aunque para su mala suerte mi nombre fue mencionado justo en el momento en que pasaba —Kallias ladeó el rostro y se encogió de hombros—. Y me dije: "¿Por qué no participar? Veamos qué tienen para decir los hermanos Ralodi de mi"

Marcus negó lentamente, el sarcasmo de Kallias no hacía más que irritarlo.

—Pues no tengo nada que decir —Marcus señaló a la puerta con desdén en la mirada—. Así que por favor, salga de este salón.

Kallias no se movió ni un centímetro, casi parecía estar pegado al suelo. El omega miró alrededor, caminando lentamente con las manos en la espalda baja y una tranquilidad aterradora.

—No me caes bien, Marcus —dijo—, y podría haberte dado la oportunidad de mejorar la fatídica primera impresión que tengo de ti, pero la verdad es que no creo que funcione.

Él parecía sincero al respecto, y lo era. Si pudiera nunca habría pisado Astraria pero aún así, ahí estaba. Si pueblo lo valía, su familia y él mismo. Kallias se merecía un futuro y darle a su gente la oportunidad de ello pesaba más que cualquier deseo egoísta.

Pero Marcus no estaba ayudando ni un poco, el hombre parecía empeñado en hacerlo sentir mal. En sacar la vena insolente que llevaba dentro, esa que ardía en su cuerpo en espera de la menor provocación para salir a flote, y Kallias no era un chico dado a la pasividad. Él era inteligente y sabía cuándo emitir criterio, cosa que muchos podrían confundir con sumisión.

Kallias se detuvo frente a Marcus, y el alfa se lanzó hacia adelante. No lo suficiente para establecer una cercanía a considerar pero definitivamente un poco más de lo esperado.

—Deberías cuidar tus palabras y mostrar un poco de respeto —ordenó y Kallias frunció la nariz como un cachorro berrinchudo.

—No lo mereces.

—¿Disculpa?

—No te disculpo —negó y la expresión de confusión en el rostro de Marcus lo hizo sonreír—. Eres engreído, irrespetuoso y un imbécil con el que nunca habría elegido casarme, pero va por ahí de digno como si fuera el único que no quiere esto.

Marcus se quedó sin habla, él genuinamente no tenía qué decir, procesando las palabras lentamente y cayendo en una histeria fugas que sólo le permitió reír.

—No sabía que también eras tan divertido. Es un buen talento para deleitar a la corte. Sin embargo, lamento sacarte de tu pequeña y bonita burbuja, omega —gruñó, un poco más cerca del rostro de Kallias—, pero si hay alguien que debería besar el maldito suelo que piso, ese serías tú.

Kallias jadeó como si no creyera tal desfachatez, un paso hacia atrás fue toda su respuesta incluso con el fuego que se levantaba en sus ojos azules.

—No eres nada, Kallias, apenas el precio que ha pagado tu padre por un poco de seguridad —Marcus cerró los ojos y pareció pensar mejor al respecto. Sonriendo, agregó—. Oh, no, ni siquiera eso. Garland también nos abastecerán por los próximos años, porque su pequeño omega no es lo suficiente valioso para cubrir el pacto.

—Eres un imbécil.

—Lo soy —Marcus se alejó un poco y se encogió de hombros con una sonrisa brillante—, y estoy muy orgulloso de eso.

Kallias negó, mirando al suelo pero al parecer no lo suficiente afectado.

—Y sin embargo, no es lo que te he preguntado.

—No te quiero aquí, y la Diosa sabe que si hay una oportunidad de lanzarte lejos la tomaré.

El aroma del alfa se esparció por la habitación, un toque húmedo y frío que podría hacerlo caer. Lastima que no funcionara con él, ¿verdad?

—He tenido mejores omegas y no han podido llevar mis cachorros. ¿Qué te hace pensar que tú podrías? —agregó con sorna—. Este acuerdo no durará mucho, corre ahora que aún tienes aunque sea un poco de orgullo.

Marcus estaba listo para alejarse, tomando el silencio de Kallias como una victoria. No obstante, Kallias sujetó a Marcus por la flexura del codo. Oh, por los dioses, él realmente había cruzado la línea.

—¿Mejores omegas que no han podido llevar tu semilla? —susurró Kallias con el ceño fruncido y la mirada en Marcus—. ¿No sería yo quien debería estar preocupado? A estas alturas todo el Imperio sabe de ti. "El alfa que no logra engendrar un hereredero"

—Callate —masculló pero Kallias parecía tener mucho para decir.

—He oído muchas cosas de la casa Ralodi, pero nunca imaginé que la locura fuera parte de los muchos defectos de su familia, príncipe Marcus.

Kallias lo soltó y afiló la mirada como si analizara la situación, sonriendo dulcemente bajo la mirada del alfa. Acercándose lentamente, Kallias se encontró respirando el almizcle de tierra y nieve proveniente de Marcus, alzando la cabeza y a un paso de besarse ambos parecían vivir en su propio mundo.

—Detente —ordenó con voz de mando y Kallias no hizo más que sonreír. Él podría querer golpearlo, pero ambos sabían qué tan problemático sería—. ¡He dicho que te detengas!

—¿O qué? —gruñó Kallias con los ojos tan azules y brillantes como el mar—? No puedes tocarme, el pacto lo impide. Hasta que pongas tu marca en mi cuello no tienes poder sobre mí.

—No tienes lo necesario para ser un Ralodi —atacó Marcus—, y tu comportamiento lo deja más que en claro.

—Debe parecerte horrible la idea de que tu futuro esposo no sea un omega desesperado que sólo quiere nudos y cachorros, ¿verdad?

Marcus lo miró sin emitir palabra y Kallias se alejó con la gracia de un bailarín.

—¿Quién coño te cree que eres? —preguntó Marcus con frialdad.

—Soy Kallias Grevyre, príncipe de Graland y tu prometido, Marcus Ralodi. Y usted debería aprender a tratarme como tal.

La mandíbula de Marcus se tensó y Kallias apretó los labios y alzó el mentón como si todo esto le diera absoluta satisfacción.

—¿Quieres jugar? ¿Quieres hacer un espectáculo? Bien, acepto el reto —rió bajo.

Kallias pudo observar perfectamente el iris dorado queriendo salir y el aroma del alfa llenando la habitación.

—Tú no quieres verme perder la cabeza, Marcus. A mí tampoco me molestaría divertirme un poco.

—Cuida tu tono, Kallias. Puedo oír una amenaza implícita en él.

—No me atrevería, esto no es más que una advertencia —sonrió inocente y se acercó a su oído—. Juguemos bien, príncipe Marcus.

—Tú... —dijo en un soplido enojado, aunque no lo suficiente.

—Ahora —dijo Kallias con una sonrisa—, ¿sería tan amable de indicarme el camino al comedor? Tengo hambre y se está haciendo tarde.

Marcus exhaló con fuerza, como si hubiese estado conteniendo el aire demasiado tiempo, listo para remontar y disciplinar, pero Kallias no esperó respuesta y dio media vuelta, saliendo del salón con la frente en alto.

Al salir, Marcus se encontró con un Karel luchando por su vida en una esquina, riendo tan bajo como podía y permitía. El alfa rodó los ojos y apartó la mirada, siguiendo a Kallias por los pasillos con la tensión bailando sobre los hombros.

Lo último que escuchó mientras salía de ahí, era a Karel finalmente perdiendo la batalla y soltando una risa tan estruendosa que no dudaba que todo el palacio lo hubiese oído.

Marcus debía resolver este desastre lo antes posible, de otra forma y con tal comienzo, su vida sería difícil de ahora en adelante.

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