Mundo ficciónIniciar sesiónLa habitación era amplia, iluminada y tan sencilla que las cabañas más humildes de Graland se sentirían ofendidas. Las cortinas eran de un roja brillante y las sábanas de seda clara y suave.
Kallias miró de nuevo hacia la cama y frunció el ceño. —¿Asustado, omega? —La voz de Orion resonó desde la entrada de la habitación, divertido como nadie—. ¿Temes que alguien se haya revolcado en esas sábanas? —Incluso los Ralodi no caerían tan bajo. Además, no creo que mi vida sexual sea ni un poco emocionante desde hoy —Kallias rodó los ojos mientras se quitaba las prendas. Hizo una mueca como si realmente fuera una tragedia—. Es bueno que otros se diviertan. No en mi cama, gracias. Orion lo miró sin dar crédito, tomando asiento en una de las pequeñas sillas de la habitación. —Por favor, Kass, ¿has visto bien a tu futuro esposo? Si fuera yo, le daría una mordida —soltó Oriom, alzando las cejas repetidas veces y Kallias examinó su rostro largos segundos antes de reír y negar. —No lo niego —aceptó, mordiéndose los labios—. En otras circunstancias, no me importaría meterlo en mi cama. Tampoco a Amra. Amra gruñó en acuerdo y Kallias suspiró recordando al alfa. —Y por eso, debo destacar que Marcus Ralodi es un hombre de atractivas cualidades —agregó Orion y él resopló como si tal idea fuera demasiado divertida. —Es una pena que todo ese atractivo se pierda entre esos ojos fríos y expresiones de frustración. Orión rio con fuerza. —Eso no le quita lo guapo —aseguró. —Ni lo imbécil. Orión suspiró y se levantó, abrazando a Kallias, ambos frente al espejo. —Tienes que reconocer que fue divertido, y tú lo provocaste un poco. Kallias frunció el ceño con molestia. —¡Se supone que estás de mi lado! —¡Y lo estoy! —aseguró, besando la mejilla de Kass con cariño—. Todo saldrá bien. —Claro que lo hará —giró entre los brazos del omega y lo miró directo a los ojos—. Me aseguraré de que así sea. La sonrisa de Orion fue brillante y hermosa, casi tanto como el beso que dejó en la frente de Kass. —Me muero por verlo, presiento que será interesante. —Bien, y ya puedes irte —Kass se quitó el pantalón y quedó totalmente desnudo, recogiendo su cabello rubio en un moño alto. Orion rodó los ojos—. Dale un beso a Evanik e Iliana de mi parte. —Así será, príncipe —dijo, dándole un guiño coqueto—. Descansa, Kass. Kallias lo miró a través del espejo y asintió con suavidad. —Tú también. Cuando Orion dejó la habitación y el silencio lo arropó con fuerzas, Kallias levantó la vista al techo y susurró una oración a los dioses. Él pidió por Graland, por sus seres queridos y por sí mismo. Porque los dioses valoraran su sacrificio en una causa justa y que nada fuera en vano. ლ⋋✧✧⋋ლ Con la llegada del amanecer, el sol se levantó nuevamente sobre Astraria, junto a hermosas nubes blancas que descansaban y calmante arrullo del mar. La cocina principal, construida a golpe de piedra y madera, estaba llena de sonidos y deliciosos aromas: frutas perfectamente cortadas, dulces recién horneados, huevos fritos o suculentas tortillas; así como mermeladas, mantequilla, jugos, cereales. —Buenos días, mi rey —saludó la reina con voz uniforme y monótona hacia el rey. Los ojos grises de Richard apenas se fijaron en su persona, dándole una rápida mirada antes de asentir y devolver su total atención a las hojas que sostenía en sus manos. —¿Buenas noticias? —preguntó Marie tomando asiento. —Las buenas noticias parecen ser un lujo difícil de obtener en estos días —gruñó el alfa con desagrado—. Al parecer, sólo la desgracia muestra interés en nuestra compañía. El aroma de Richard se dejó sentir durante unos segundos, causando asco en Marie y provocando náuseas en su loba. Sin embargo, ella respiró profundamente, intentando ignorar el intenso olor a café, mar y ese asqueroso aroma que no lograba identificar a pesar de los muchos años que llevaban juntos. —No diga eso, podría hacer bailar las malas lenguas —Marie tomó un sorbo de té y agregó—. Ya muchos aseguran que los Ralodi están malditos, no le de más para pensar. —Puras estupideces. Marie tensó la mandíbula y apretó los dedos entorno a la taza. Su loba apenas levantó la cabeza dentro de su mente, antes de cerrar los ojos y desaparecer. Sólo eso, apenas una reacción, y Marie sabía que no obtendría más. La alfa se movió en su silla, y su propio aroma se hizo notar: «Hortensias, pino y caramelo», sutil pero presente. La servidumbre alrededor, cautelosa, no emitió comentarios. —O quizás no, y sea cierto que los Ralodi están malditos —sonrió mirando al alfa directamente a los ojos, manteniendo una mirada amable y tranquila. —De ser así, sería culpa tuya. ¿No dicen que una madre es capaz de heredar defectos a sus hijos? Los iris de Richard cambiaron a rojo y ella respiró profundamente sin dejarse intimidar. Una sonrisa forzada floreció en los labios de Marie. —Puede estar tranquilo, Rey Richard. De ser defectuosa, nunca me habrían elegido —dijo con un suspiro, entrelazando las manos y forzando una sonrisa. —Es bueno saberlo, mi señora —Richard levantó una ceja, mientras una sonrisa cínica se dibujaba en sus labios—. Ahora, ¿por qué no encuentras algo bueno que hacer y ayudas al príncipe Kallias a asumir su nueva vida en Astraria? Marie se encontró visiblemente sorprendida. Sus delgados labios se abrieron como si la idea fuera completamente descabellada. —No creo que... —No era una sugerencia —ordenó, mirándola directamente a los ojos—. Ve y haz que Kallias se sienta cómodo en palacio. Quiero que se sienta como si estuviera en casa. Marie apenas reaccionó, perdida en la actitud de Richard y aún así, no pudiendo hacer más que aceptar su petición. —Será todo un placer, mi señor. Nada más fue dicho y Marie salió de allí conteniendo todos los sentimientos que escondía en su pecho y las palabras en su garganta. Y sólo entonces, Richard dejó escapar una pequeña sonrisa. Disminuyendo gradualmente su aroma y observando con atención los papeles, la expresión del rey cambió rápidamente a una más seria. Tenía problemas y debía resolverlos lo antes posible.






