Mundo ficciónIniciar sesiónKallias se miró en el espejo una vez más, listo para salir y caminar alrededor del pasillo. Necesitaba comer algo, también reunirse con el rey en condiciones. Puede que su padre le haya explicado algunas cosas, pero necesitaba saber de mano del rey Richard exactamente qué se esperaba de él.
De eso dependía su estadía en Astraria o la decisión de irse y enfrentar y enfrentar la muerte. Porque eso era lo único que le esperaría en Graland. —Adelante. La puerta se abrió y en ella aparecieron Orion, Evanik e Iliana. El trío lucía ropa de entrenamiento y Kallias se encontró lleno de curiosidad. —¿Por qué la ropa? —Sir. Hollmand nos ha dado la agradable noticia de que debemos entrenar con los soldados del palacio —dijo Evanik, su cabello rojo permanecía trenzado a lo largo de su cabeza y el brillo en sus ojos azules le decía a Kallias que la idea no le desagradaba del todo—. Vamos a patear culos astrarianos ¡Bien por mi! —Como decía el cachorro con exceso de energía, no podremos estar contigo todo el día, Kass. Lo lamento mucho —El rostro de Iliana era una mueca solamente, ella realmente parecía lamentar. —Está bien, hablaré con el rey más tarde —dijo, desviando la mirada hacia Orion quien permanecía en silencio en la puerta—. ¿Qué? —Aún no es muy tarde para convertirme en tu dama —dijo el hombre, provocando un soplo de diversión en Kallias. —No te ofendas, pero serías pésimo. —Es verdad, Orion. No te queda, te ves mejor con una espada —apoyó Evanik con entusiasmo e Iliana asintió, provocando que Orion saliera tan indignado como podía por todo el pasillo. —Vayan por él, eviten que mate a alguien —pedió y Evanik no dudó ni dos segundos en seguir al omega, mientras que Iliana se acercó y le dió un pequeño abrazo. —Terminaremos rápido, no te metas en problemas —pidió con voz suave antes de partir. —Lo intentaré. Ellos habían crecido juntos a través de los años y el frío de Graland, entrenado y ganado sus puestos. Mientras que Evanik era gamma que había perdido a sus padres, Orion era un omega había llegado en barco e Iliana, la única omega en una familia de betas que nunca supieron lidiar con ella. Cuatro chicos con sus propias problemas y Kallias tenía otro en mente. Necesitaba llegar al comedor lo antes posible. ෴ლ෴ —Tu peor pesadilla salió del infierno para saludar a los mortales. Tiene cabello rubio, ojos azules y muy pronto será tu esposo —Karel le palmeó la espalda con soltura—. Felicidades, príncipe heredero. Que la Dioses bendiga esta unión con un largo y feliz matrimonio. Marcus rodó los ojos y tomó una manzana de la mesa más cercana, roja como su mente entre tanto caos. El alfa gruñó, últimamente era todo lo que hacía, gruñir como un animal incapaz de comunicarse. Ignoró la risa mal disimulada de Karel; el beta se estaba divirtiendo de lo lindo con su miseria, eso era seguro. Sin embargo, eso no duraría lo suficiente. Su prioridad era una sola: deshacerse de Kallias Grevyre lo antes posible. «¿Y cómo harás eso,»mordió su mente con expresión maliciosa. «Tu padre nunca lo permitirá. Eres un alfa defectuoso incapaz de plantar su semilla en un omega. Esta es tu última oportunidad» O su sentencia, los Grevyre eran más que conocidos por su fertilidad y siendo Kallias un omega macho, este porcentaje era incluso mayor. Si Marcus no lograba embarazarlo debidamente nunca podría levantar la cabeza ante las grandes casas. —Aún tengo oportunidad —susurró—. Incluso con esos pobres modales podría ser me útil. Si lo presiono un poco podría abandonar el castillo por su cuenta. Karel rió incluso más alto al escucharlo. —A veces me pregunto si realmente escuchas lo que sale de tu boca —dijo Karel con aire incrédulo—. Es un príncipe, y él eligió estar aquí. —No, no lo hizo. Su padre lo envió porque padre así lo pidió —Marcus se levantó y sirvió un poco de vino—. Ese niño no es más que la perfecta moneda de cambio y por demás, desechable. Karel negó con vehemencia. —Estás loco —dijo y Marcus tragó todo el vino de una—. Odio decirlo, pero sabias que pasaría tarde o temprano. —Pero no con él. —¿Es en serio? ¡¿Cuál es tu problema?! —¡Él no es adecuado! —gritó, haciendo retroceder a Karel con ojos asustados. El aroma de Marcus se descontroló y sus ojos cambiaron parcialmente de color. El hombre respiró y llamó la calma a su cuerpo—. Él no encaja aquí, puedo saberlo con sólo mirarlo. Ser un Ralodi es un honor y conlleva una gran responsabilidad. No cualquiera puede hacerlo. —¿Lo dices por ella? —preguntó y Marcus se sirvió otra copa de vino. Karel hizo una mueca—. ¿Esto es por la corona o por ti, Marcus? —Ambos —aceptó—. Y si al final no tengo más opción que casarme con él, entonces no seré el único que la pasará mal. Puedo asegurarlo. Hay muchas formas de joder a alguien y los omegas son... ¿frágiles? El Reino de Astraria era la definición de "Buena casta y estirpe". Incluso si la pobreza extrema persistía en gran parte de la población –cosa que a la corona no parecía importarle particularmente–, la verdad era que sus ciudadanos no podían ser más que política y socialmente correctos. Según los libros antiguos, a los astrarianos le había tomado décadas erradicar la mayoría de sus instintos, con la certeza de que tal cosa los hacían inferiores. Idea que comparten los grandes reinos y por demás, el Gran Consejo. Con esto, la entidad lobuna quedó atrás, y se podría decir que en la actualidad vivían más como humanos que hombres lobos. Aunque habían sus exepciones. Y aún siendo adoradores de la Diosa, Fenrir no era una deidad a la que le rindieran culto. En Astraria las reglas eran estrictas para la mayoría. Los ‹no› era comunes a la mayoría de los deseos y ‹todos debían obedecer a sus alfas, en especial los omegas›. Además, ‹los omegas varones tenían la obligación de casarse en cuanto alcanzaban la mayoría de edad› ¿La razón?, porque al ser hombres eran más difíciles de controlar, y también más codiciados. Algunos afirmaban que había algo intoxicante en dominar a uno, lo que resultaba en disputas ensangrentadas por algún omega soltero, así como violaciones e incluso asesinatos. Después de un par de años de trifulcas y súplicas, el Alto Tribunal dictaminó la ley ‹Lexunionis absolutae›, para la casta Omega, donde su libre albedrío no era respetado y tanto las familias como el alfa designado quedaban en su entera facultad de hacer hacer y deshacer del omega a su antojo, sin verse bajo la lupa de la ley. Pero Marcus no estaba demasiado interesado en eso, él era un alfa y sólo debía preocuparse por los problemas de su casta. Gracias a los Dioses eran muy pocos. —¿Frágil? ¿Qué harás, romperle el cuello? —dijo Karel—. Deberías intentarlo, pero hacerlo bien. Puede que no sea lo que esperabas... —meneó la cabeza con una risa llena de gracia—. Lo que nadie esperaba, pero las cosas pueden cambiar entre ustedes. Marcus levantó la ceja, tomando asiento a su lado y mirándolo a los ojos con la mandíbula apretada. —¿Qué parte de todo lo que hemos hablado hasta ahora no entendiste, Karel? —masculló y Karel se sacudió como alguien lo hubiera pinchado. —Por favor, Marcus, ¿qué es lo peor que puede pasar? —preguntó—. Este matrimonio es un hecho. Así que te aconsejo que empieces por respetar su posición como parte de la realeza. —¿Respetar su posición? —inquirió incrédulo. —Sí. Él es un omega, un Grevyre, que también será tu esposo y en algún momento, el padre de tus cachorros —dijo Marcus abrió los ojos, pareciendo enfermo de repente—. Incluso si no llegan a tener una buena amistad, espero que respetes vuestro matrimonio. —Has perdido la cabeza por completo —soltó, escandalizado. —¿Eso es lo que cree, Príncipe Marcus? —Primero llegó la voz y después el aroma a chocolate en ráfagas constantes, desde la puerta. Los hermanos giraron a ver a un muy serio Kallias. Este tenía el cabello recogido en una coleta alta y apretada de la cual tiraba una trenza. Vestía una camisa negra fina de cuello y un pantalón negro de talle alto que se ajustaba en su cintura y muslos, con unas hermosas botas de cuero pulido. Karel tragó saliva cuando los ojos del omega mostraron vestigios de un azul brillante y feroz mientras bailaban sobre Marcus. Y el interés parecía mutuo, pues su hermano no le quitaba la mirada a Kallias. Karel casi rió, negó y–queriendo estar lejos de lo que fuera que pasara ahí–, se alejó a pasos rápidos, dejando al par solos en el salón.






