Capítulo 6: Lo llaman Karma.

Kallias parpadeó con lentitud, moviéndose entre las sábanas con un suspiro en los labios. Sus párpados pesaban, su cabeza dolía y alrededor de su cuello permanecía una sensación extraña sin sentido a la que prefirió no prestar atención.

Por la Diosa, si no fuera porque estaba cien por ciento seguro de que había llegado a Astraria, podría atribuir el incesante dolor de cabeza a una noche salvaje de fiesta o a una buena ronda de lucha con los soldados.

Él cerró los ojos y se tocó el pecho, intentando buscar algún rastro de parte animal por los rincones de su mente.

—¿Amra? —Dejó ir el nombre en voz baja, sin embargo, no recibió respuesta, apostando por esperar a que la loba quisiera comunicarse con él por su cuenta.

Kallias se había acostumbrado en cierta medida; no era la primera vez que sucedía. A veces, su loba parecía llenarse de un extraño mutismo. Uno que con los años había dejado de preocuparle, porque ella siempre volvía a importunarlo, a llenarlo con su voz divertida y acusadora a momentos, con esos chistes malos y subidos de tono.

Entonces, todo estaba bien; siempre volvía a estar bien.

Kallias sonrió al estirar el cuerpo, aún envuelto en las sábanas, levantándose del lecho y dando pasos lentos hasta las ventanas.

Corrió las cortinas y abrió los enormes ventanales, saliendo a la pequeña terraza desde donde se podía ver gran parte del terreno alrededor del palacio.

El sol impactó en su rostro y calentó los retazos de piel expuesta, ante lo cual Kallias se apoyó en el borde del balcón y miró todo el horizonte.

Tenía que reconocer que si bien los Ralodi podían ser una monarquía que dejaba mucho que desear en cuanto a mandato, tenían muy buen gusto. Astraria era hermosa, con una vegetación vasta y variada, así como una arquitectura exquisita.

A lo lejos, al este del jardín, había una enorme alberca y Kallias sonrió, pues le encantaba nadar. Siempre se veía aprovechando el verano en casa, deseando que no acabase nunca.

Él cerró los ojos y sonrió, sintiendo un gruñido en lo profundo de su mente.

—Bienvenida a casa —susurró en voz baja, como un secreto entre ambos. Los mechones rubios de su cabello bailaron al viento—. Pensé que esta vez habías decidido no volver.

La figura de Amra apareció en su mente, moviéndose de un lado a otro con su pelaje blanco.

«No te librarás fácilmente de mí, Kallias Grevyre.»

—Como si no lo supiera—aceptó divertido.—¿Me dirás a dónde fuiste?

Amra negó y se estiró como un cachorro perezoso.

«Hay cosas que sólo has de saber en el momento preciso. Mientras tanto, he de advertirte que debes tener mucho cuidado, pequeño. Eres un omega extraño, que proviene de una línea de sangre única, y pronto serás esposo de una monarquía en declive.»

Las palabras de Mara fueron como un canto dado por los ancestros, cruzando su piel y dejándolo lleno de dudas.

Kallias se irguió en toda su altura, dando la espalda al paisaje y entrando en la habitación. Repentinamente inquieto.

—¿Qué quieres decir con eso?—preguntó, encontrando silencio. —. ¿Amra?

Pero Kallias no recibió respuesta y eso no hizo que se sintiera mejor.

෴ლ෴

Si Kael Ralodi pudiera definir la vida, él la llamaría una "perra loca con dientes", una más dispuesta a morder que lamer y con más giros inesperados que las ruedas de una carreta. Sino, podían preguntarle a su hermano, Marcus parecía saber mucho al respecto.

Karel recordaba el momento exacto en que se le había informado al alfa su tan inesperado casamiento; de noche, en plena cena y sin miramientos. Marcus se había atorado con el bocado de turno y Karel no sabía si ayudarlo o salir corriendo y reírse a gusto.

Pero de nuevo, Marcus tenía suerte de que fuera un buen hermano, le haya palmeado la espalda y ayudado a respirar como se debe. No todos tienen ese nivel de conciencia.

—No puedo creerlo ¡Esto es inaceptable! —La voz de Marcus recorrió la habitación.

Hace diez minutos había terminado la reunión con el consejo –en la que Karel parecía más un adorno que otra cosa–y las cosas no parecían ir bien para él. Marius se había parado frente a ellos y dicho que no contemplaba su unión con un Grevyre como satisfactoria, y que mientras no hubiese un lazo de por medio existían otras posibilidades.

Sí, eso no había salido muy bien.

"Un alfa incapaz de engendrar no tiene derecho a decidir su futuro y mucho menos a su compañero," había dicho uno de los viejos del consejo de Qaram, aquellos que junto al rey manejaban Astraria.

—Deberías calmarte un poco —dijo Karel desde su silla, con las piernas cruzadas y una mueca pensativa en el rostro—. Cualquiera pensarías que vas a la horca.

—De hecho, esa es una exelente idea —dijo Marcus sin mirarlo en absoluto—. yo tú, hablaría con el rey.

—Ser comediante no es lo tuyo.

—Claro, porque tú eres un experto en dar apoyo moral.

Karel abrió y cerró la boca bajo la atenta mirada de Marcus.

—¿Cómo te atreves? ¡Claro que lo soy! —aseguró, pasando las manos por su traje azul oscuro. Él se aclaró la garganta y agregó—. Te casarás con un omega suculento, hermoso y de sangre real. Probablemente se maten antes de la boda, pero al menos morirás sirviendo a tu país.

Marcus alzó una ceja con desdén.

—Ni que fuera a la guerra.

—La mayoría de los matrimonios lo son —Karel se inclinó hacia adelante en su silla con aires de secretismo—. y en mi gran epítome de sabiduría te recomiendo tomarlo con calma.

—¿Por qué lo haría?

—¡Porque padre te matará si esto no sale bien!

Karel levantó las manos con disgusto, como si la estupidez de Marcus comenzará a afectarle. El alfa rodó los ojos y emitió un chasquido.

—Solo me ahorraría el trabajo. La muerte suena bien en comparación con esta locura —señaló a un lado con fuerza—. ¿A quién se le ocurre casar a su heredero con un omega de tal linaje? ¡Son granjeros!

—Y nuestro pueblo se muere de hambre, sin embargo —susurró Karel, cerrando los ojos y respirando profundamente—. Parece un buen chico. Kallias es hermoso.

Y vaya si lo era. Un omega alto, esbelto y de hebras claras, con una mirada desafiante y un rostro angelical que podría engañar a muchos.

A Kael le pareció muy divertido ver a su padre tan alterado con la actitud del chico. No todos los días un omega le hacía exigencias al rey.

En Astraria, mirar de más a un alfa siendo castas menores podría ser considerado una ofensa e incluso, una declaración de guerra.

Muchos betas y omegas habían quedado varados en supuestas disputas de poder debido a tan simple acto, sido asesinados o sometidos a implacables torturas. Lo peor era que esta práctica era considerada algo digno de admirar entre los miembros de las antiguas casas y por tanto, una ley a cumplir.

Y entonces aparecía este joven de facciones suaves y sonrisa melosa, un poco consternado por la rudeza de su hermano pero incapaz de dar un paso atrás y capaz de exigir respeto.

Kael había oído muchas cosas acerca de los gralandeses, hombres y mujeres que aún abrazaban su lado más primitivo y vivían en completa sincronía con su lobo. Kael –al ser un beta–, ni siquiera tenía un lado animal. De hecho, era la única casta que no portaba una segunda alma, pese a pertenecer a la misma raza.

No obstante, en Astraria, tales prácticas eran vistas con un total disgusto. El simple hecho de pensar en cambiar y correr por ahí en cuatro patas era considerado una locura.

El beta dio un ligero respingo cuando un Marcus muy cabreado se sentó cerca, bufando como un toro embravecido. Karel lo observó, tan divertido como temeroso; su hermano daba miedo cuando quería.

Marcus levantó la vista, mirando hacia la nada como si esperara que esta le diera alguna respuesta. Con su aroma pululando alrededor, tanto que incluso para Kael –quien apenas percibía los aromas–comenzaba a ser difícil de tolerar.

Kael apretó los labios, alzando una ceja y tratando de no sonreír. Él ahuyentó la risa que amenazaba con salir de su garganta y colocó en su lugar una expresión seria y serena.

—Oh, mi querido Marcus —dijo y el castaño lo observó con un brillo animal y amenazante en los ojos—. La Diosa te está haciendo pagar todos tus pecados con este matrimonio.

Karel rió feliz emocionado de ver a su hermano tan estresado por un omega.

—Tu peor pesadilla salió del infierno para saludar a los mortales. Tiene cabello rubio, ojos azules y muy pronto será tu esposo —Karel le palmeó la espalda con soltura—. Felicidades, príncipe heredero. Que la Diosa bendiga esta unión con un largo y feliz matrimonio.

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