Mundo ficciónIniciar sesiónGraland, Gran Imperio,
Diez años atrás. —¿Qué haces aquí? La fiesta no será en los establos. —No quiero ir —masculló Kallias mirando sus pies—. ¿Puedo quedarme aquí? Igual nadie me extrañará. —¿Qué te preocupa? —preguntó el rey en voz baja—. ¿Kass? —Soy un omega —La síntesis fue acompañada de una mueca que no cumplió su cometido. Kallias sintió las lágrimas rodar por sus mejillas, unas que limpió con furia y rapidez—. Soy un omega, papá. —No veo el problema. Ser omega es tan válido como cualquier otra casta. —Dile eso al Imperio —rebatió con molestia—. En cuanto les lleguen las buenas nuevas al Gran Consejo dejaré de ser elegible para cualquier cargo relevante. Seré el esposo de alguien y no podré negarme. Él alfa se agachó a su altura y levantó el mentón del joven con suavidad y ternura. —Eres demasiado joven para preocuparte por esas cosas, Kass —dijo y él lo miró con duda en sus orbes claros—. Además, el Imperio no puede obligarte a ello. Yo no lo permitiría. —¿Incluso si es mi deber? —Connak apretó los labios ante la mención de los votos prescritos y Kallias sonrió con tristeza—. Veo que no. —Tu madre es una omega. Una reina por derecho propio. Ella es amada y alabada por sus habilidades. —Mamá es una omega bendecida por los dioses. Muchos no la respeta, le temen —sonrió con ligera diversión—. No será igual para mí. Todo cambiará. Connak negó con una sonrisa. —La casta no es relevante ante las habilidades, Kass —El omega dejó caer la frente en el hombro de su padre en un abrazo—. Creí haber dejado en claro mi posición respecto cuando nombré a Nezka como mi heredera. —Es su derecho. —No para el Imperio —corrigió con suavidad, acariciando el cabello del omega—. Somos familia, Kass. Nada podrá cambiar el amor que sentimos por ti. —Nuestro pueblo… —Estará agradecido de tener a un príncipe tan inteligente, amoroso y hermoso entre sus regentes. Kallias apretó los labios, observando los ojos claros de su padre. No era solo el humano, el animal también era parte de ese intercambio. —Gracias, papá —susurró. —Siempre —susurró de vuelta.— ¿Listo? —preguntó y él asintió. —No quiero casarme con un alfa del Imperio —soltó Kass con voz decidida mientras se levantaban de las gradas y dirigían a la salida—. Ellos no son buenos con los omegas. Quiero quedarme en Graland para siempre. Connak asintió con una sonrisa cómplice. —Así será. ෴ლ෴ En la actualidad: Puerto de Mädàg, Astraria. «Amra, estamos cerca» susurró Kallias en su mente y la loba apareció como una bola de nieve grande y pesada. «Lo sé, puedo sentirlo,» gruñó la loba. «El olor es desagradable,» aseguró. —Kallias —llamó Orion a su lado y él pestañeó lentamente en su dirección—. ¿Todo bien? No lo estaba, pero tenerlo cerca ayudaba mucho. Orion era su mejor amigo, también un omega y en lo más íntimo, un amante. Su presencia siempre sería bienvenida y pacificadora. —Todo bien. Cuando desembarcaron, la primera persona en recibirlos fue como un muro de mármol: elegante, pulcra, sin una emoción fuera de sitio. Un hombre que tendría poco más de cincuenta años, con un cabello negro ondeando sobre los hombros y una piel pálida como la nieve que teñía los bosques de su tierra. Kallias no necesito mirar dos veces a esos ojos mieles, tan vacíos que le daban pena. «No hay aroma» pensó Kallias. «Es un beta» —Soy Andrea Hollmad y en nombre de la corona, le doy la bienvenida. Espero que el viaje haya sido de su agrado. —Es un placer conocerlo, Andrea Hollmad. Mi nombre es Kallias Grevyre, príncipe de Graland del Norte —giró hacia su acompañante—. Él es Orion Reylar, mi guardia principal. —Ya veo —fue todo lo que obtuvo del hombre como respuesta—. Los Ralodi esperan en palacio, por favor, sígame. Kallias lo vio dar media vuelta y girar, dejándolos ahí parados como si nada. Orion dio un paso hacia adelante. —¿Quién se cree ese? —Tranquilo —pidió Kallias—. No olvides que somos extraños y esto no es Graland. Orion se pasó la mano por el cabello y apretó los labios. —Eres un príncipe —gruñó con molestia y Kallias miró a Orion con una sonrisa en los labios —Lo sé. No lo he olvidado, querido —Kallias miró por encima de su hombro, observando a Evanik e Iliana—. Ve con ellos, asegúrate de que no maten a nadie. —Como si pudiera. Orion resopló, con su cabello castaño moviéndose al viento mientras intentaba llegar al par. ෴ლ෴ —¿Conoceré hoy a mi prometido? —Eso espero, alteza —dijo Andrea sin mucho entusiasmo—. Siempre pueden aparecer cuestiones más importantes en la agenda real, pero hasta ahora, es lo pensado. Kallias apretó los dedos sobre su regazo, irguiéndose en su asiento. —Señor Hollmand —llamó y él lo observó como si hubiera dicho una mala palabra—. ¿Cuál es su rango? —Sir. Soy el asistente del rey. —No sabía que las grandes casas habían evolucionando lo suficiente para tener a un beta llevando los asuntos de su majestad. Andrea se irguió con asiento con orgullo. —De hecho soy el primero. Kallias sonrió con suavidad. —¿Es así? Entonces, ¿no debería usted mostrar un poco de respeto al dirigirse a alguien de la realeza? —Lo hago —Andrea parecía muy seguro al hablar. —No ante mis ojos, Sir. Hollmand —su voz fue dura, con un toque de obvia molestia—. Alguien de su posición debería saberlo mejor, ¿no cree? Hollmand se quedó muy quieto por un segundo, apretó los labios y asintió lentamente. —No fue mi intención, alteza —aceptó, una pausa en sus palabras—. Sin embargo, espero que entienda. Kallias no sabía si tomar tal cosa como una disculpa o simplemente, una advertencia. ෴ლ෴ —Bienvenido al Palacio Ralodi. Kallias bajó del carruaje y alzó la mirada con apreciación. Frente a sus ojos se alzaba una edificación deslumbrante, con torres de mármol, columnas talladas y grandes ventanales por donde la luz entraba como cuchillas mientras la servidumbre corría silenciosamente alrededor. —Por aquí —pidió Hollmand. El hombre los guió más allá de las grandes puertas y corredores pulidos llenos de cuadros coloridos y adornos hermosos, hasta una sala de techos altos y ventanales inmensos. A través de los cuales el sol jugaba con los cristales, proyectando sombras largas y dos puertas altas de madera se abrieron para Kallias al llegar al fondo del pasillo. —Mi rey, el príncipe omega de Graland, Kallias Grevyre, ha llegado —presentó Hollmand al entrar en el salón, dejándolo a la vista de la familia real. Kallias dio un par de pasos acercándose al comienzo de las escaleras que daban al trono. —Kallias Grevyre, hijo de Connak y Rusalka Grevyre. príncipe omega y segundo heredero al trono de Graland. —Es un honor, príncipe Grevyre. Bienvenido sea usted y su corte a las tierras de Astraria —respondió Richard Ralodi, alfa y rey de Astraria, con canas moteadas, ojos grises y una apretada sonrisa. Al lado del rey, una mujer de rostro perfecto y un joven de expresión suave lo observaban en silencio. Sin embargo, eso no fue lo que llamó su atención. Más allá del trío, se encontraba un hombre de cabello castaño oscuro, ojos tormentosos y cuerpo macro abrazado por un traje de tres piezas gris oscuro. —Sé que no hemos tenido las mejores relaciones durante los últimos años. No obstante, espero nos brinde la oportunidad de hacer de Astraria su nuevo hogar —La voz del rey resonó a través de la habitación y Kallias se obligó a mirarlo y sonreír. —Lo espero con ansias, majestad. Pero su mirada volvió al hombre en la esquina como un resorte, donde él lo observaba con atención. Como si Kallias fuera todo lo malo en el mundo y él, un hombre decidido a destruirlo.






