Carolina es una agente lista para luchar contra el narcotráfico en una de las urbes más complejas del planeta. En tanto, encuentra lealtad en Armando con quien comparte pasiones, pero a su lado esta su esposo Mauricio, un empresario hotelero que mantiene muchos secretos bajo la manga.
Leer más-¡Sí, acepto!
Lo dije, por fin lo dije. Después de un año de relación, una rápida e intensa relación, por fin me casaba con el hombre de mis sueños. ¡No lo puedo creer! Aunque todo ha sido tan agitado, puedo asegurar que soy feliz.
Fue tremenda nuestra suerte al habernos encontrado.
La boda es sencilla, solo estamos algunos amigos, familiares, él y yo.
¡Es una locura!, pero queríamos algo ‘nuestro’. Estamos en un jardín pequeño ubicado al interior de uno de los hoteles donde trabaja mí ahora esposo. El lugar está decorado con motivos morados, blancos y plateados. Todo está lleno de orquídeas, dice Mauricio que su aroma le recuerda su infancia.
Me encantó mi vestido, liso, sin hombros y de corte sirena. Luce mi figura aunque no estoy acostumbrada a vestir tan femenina, soy más bien más sencilla. Pero es mi día, ¿no? El glamur está en unos aretes de diamante y oro que me regaló el amor de mi vida; hacen juego con el anillo que me dio en aquella tarde lluviosa, después de una tarde horrible de planes echados a perder.
‘Yo sé que esta no era la idea, lugar o circunstancia, pero siento que traigo una piedra encima... ¿Quieres casarte conmigo?’ -me dijo Mau, empapado con la sombrilla rota en una mano y la caja con el anillo en la otra, ambos debajo de una parada de camión luego que mi coche nos dejara a media calle, a cinco minutos de que venciera nuestra recepción en un restaurante lujoso.
Y ahora, mi hombre está aquí, a mi lado, sonriente. Parece un jovencillo vestido de smoking, es tan guapo y elegante.
Fue una suerte habernos encontrado.
Aquella tarde, en esa cafetería de San Antonio Abad. Venía de recoger mis papeles de aceptación para ingresar a la Fiscalía General de la República. Tan feliz de convertirme en agente investigadora que no podría haber visto que esa no era la mejor noticia del día.
Ahí estaba él, como si estuviera predestinado a ser así. Mauricio me sonrió tan coquetamente desde la banqueta de enfrente que fue difícil rechazar su invitación. Hombre alto, delgado pero fuerte, espalda ancha, tez morena clara, ojos verdes y cabello rizado. ¿Qué más podía pedir yo?
Fueron horas las que pasamos platicando. Se nos hizo de noche sin siquiera darnos cuenta. Simplemente no pudimos parar ese sentimiento, era química pura la que nos hacía sonreír como dos adolescentes frente a su primer amor. Esa noche no pude dormir al recordar tus manos, tus ojos y las pocas arrugas que se te formaban arriba de las mejillas cada vez que reías de mis malos chistes.
La verdad es que estos meses han sido de todo un poco, pero más amor que otra cosa. Las salidas a la Cineteca, el paseo por los parques, las mañanas corriendo por las calles de la colonia, una caótica mudanza (¿recuerdas que se nos perdió la mitad de tu guardarropa?), el paseo en globo. Pero lo que más he disfrutado es sentirte y olerte todas las mañanas desde que estamos juntos, ese poco pero suave pelo que tienes en los brazos y en el pecho. La ternura de tus ojos y lo salvaje que cambian al estar en la cama. Lo cierto es que ha sido lo mejor de mi vida, hasta ahora.
Después todo fue tan rápido, no quisimos parar y simplemente sucumbimos a la fortuna que nos quiso reunir desde ese momento.
Y hoy, ese hombre daba el 'sí' a vivir juntos toda la vida.
Soy feliz. ¡Lo que me espera!
Despierto de golpe en la cama. No está Mauricio conmigo, se ha levantado más temprano que de costumbre, volteo a ver la ventana y se ven los primeros rayos de luz pasar por las cortinas. No deben ser más de las 6 de la mañana.Escuchó un golpe en la cocina y la voz alta de mi marido desde la sala. Parece molesto, muy molesto. Salgo enseguida para averiguar qué sucede. Aún estoy un poco sensible por lo de ayer, me siento receptiva.Y ahí está Mau en la barra de la cocina, de traje, uno azul marino que lo hacía ver más bronceado. Y guapo. Tiene pegado el celular al oído, se ve preocupado y molesto.-De acuerdo, lo perdido ya está. No importa, se repone. Habla con Max para eso, no quiero dejar descubierto el lugar, es importante, tanto que nos costó... Quiero saber cómo es que pasó, parecen novatos, ¡carajo! -interrumpe su hilo de ideas cuando me ve en la puerta-. Nos vemos, adiós.De repente cuelga y azota el celular en la barra. Está enojado y alterado. Pocas veces lo he visto así, la
No era la primera vez que me veía forzada a actuar rápido, pero sí para salvar a un compañero.Durante mis prácticas, los maestros (en su mayoría, elementos de la Milicia y Ejército) me enseñaron la importancia de pensar antes que actuar, era indispensable para no acabar en el suelo o hiriendo a uno de tus compañeros. Pero un militar que daba pláticas de experiencia nos ofreció un mal consejo: si estás bien preparado, no lo pienses y dispara porque en ocasiones el instinto de supervivencia va más rápido que la consciencia.No había entendido esas palabras hasta que me inundó la adrenalina y el miedo. Fue entonces que medí, calculé y lo hice. Siendo clara, nunca he actuado más fríamente en mi existencia.Jalé del chaleco a Armando, lo tiré hacia atrás. Cuando noté su caída a mi lado pude disparar contra el sicario. Tres tiros, uno falló, el segundo dio en el hombro y el último –el más eficiente- se incrustó en el pecho. Cayó de espaldas al momento, lo cual se escuchó fuerte debido a lo
Solo uno sabe que está en medio de la tormenta cuando se moja. Llovían balas.Cuando ingresamos a la casa empezaron los disparos de escuadras, armas largas, automáticas. Parece desfile balístico. No da mucho tiempo para que puedas reaccionar o despertar y ubicarte en el lugar donde estas parada.Desde muy joven goce de buena puntería, lo que me sirvió en Operaciones, donde te enseñan a no gastar balas innecesarias –siempre es la misma canción de “no hay recursos”-. Esta noche, esa cualidad me puede salvar la vida.Parecía que salían tiradores de todos lados. El lugar era muy amplio, era una casona vieja a la que se le hicieron un sinfín de arreglos en los últimos meses tal vez; sin embargo no gozaba de buena iluminación ya que la mayoría de las ventanas estaban cubiertas por cobijas gruesas. También muchas paredes estaban cubiertas por pilas de cajas de cartón, otros cartones y muebles toscos.Logramos atravesar, de alguna manera, un jardín interior donde hay una fuente sin agua. Las
Han pasado semanas y Armando no deja de tratarme como su secretaria. Solo me extiende hojas y hojas y hojas para agregar al expediente digital. Y sí, se necesita pero no estoy acostumbrada a quedarme quieta en un escritorio, no me he preparado tanto para ser un mueble más en la oficina.Pero ya sé por qué se comporta así. Hace unos días, un colega me contó que su expareja de trabajo falleció en un mal montado y fallido operativo en Cuernavaca, contra una célula del cártel del Golfo. Durante la refriega, una bala perforó el chaleco y hasta ahí quedó el agente Juan Carlos Miranda, de 47 años.Todo habría acabado ahí, pero no, ya que Armando descubrió unos días después que Juan Carlos había dado información a ese mismo cartel, por ello ya sabían que llegarían. Lo único que no contaba el agente es que les habían preparado una trampa en la que fallecieron a once elementos, incluido el soplón.Eso pasó seis meses antes de mi contratación. Armando, con los antecedentes, no quería compartir c
Luego de un largo primer día, voy a casa. Son más de las 7 de la noche, entiendo porque Armando pasa ahí más de diez horas: demasiada información. Sin embargo, terminé casi todo lo necesario, y los detalles ya lo iremos puliendo con los días venideros.Llegó a casa y mi hombre me recibe tan fresco como lechuga. Viste una playera impresa con el rostro de David Bowie, además de un pantalón de mezclilla ajustado, sin zapatos.Me derrite toda, no lo puedo asegurar pero cada día me siento más enamorada de él. Doy unos pasos hacia su figura, pero se me adelanta, me toma de la cintura y me roba un beso profundo, en dónde su lengua tibia me invade totalmente. Me siento acalorada al sentir sus fuertes brazos, solo puedo contestar de la misma manera y tomar su cabello entre mis manos.En tanto, sus manos bajan hacia mi trasero que jala hacia él, hacia su erección que ya siento en mi entrepierna. Bajo mis manos hacia el borde de su playera y la subo de un jalón para sacarla. Los dos, sin dejar d
Cuatro años después.-¡Me lleva! Ya voy tarde…Salgo disparada de la cama, ya son las 8 de la mañana, en una hora tendría que estar en la Fiscalía y no me he bañado y ni hablemos del desayuno. Hoy es mi primer día como agente investigadora del área de Narcotráfico; no es mi favorita pero, como dice Mauricio, seguro tendré trabajo por un rato.Y justo él tiene la culpa de mi larga noche. Ayer regresó de otro viaje de trabajo, los cuales ya son costumbre. Es relacionista público y ayuda a su tío con el manejo de su cadena hotelera.Don Enrique de la Parra no solo es uno de los más importantes empresarios del país, también es quien adoptó a Mauricio luego del fallecimiento de sus padres en un accidente carretero. Ha sido un sujeto agradable conmigo aunque lo he visto poco en estos cinco años. Es una persona hermética, y solitaria. No cuenta más que con su hijastro con quien mantiene una relación de tío-sobrino por la amistad entre ellos. Es lindo ver que se tienen uno al otro, incluso en
Último capítulo