Pasaban de las 11 de la mañana cuando llegamos al café Habana. Armando entró al lugar como una estrella de cine de los 70, saludando a todos en el lugar. Se veía que tenía años en las filas de los clientes, ya que estrechaba las manos de meseros, cajera, asistentes de todas las edades...
Con tanto en la cabeza solo quise sentarme tranquilamente en una de las mesas laterales. Aunque estaba tranquila al saber que Mauricio había llegado bien a Puerto, aun me quedaba la inquietud de saber por él durante su estadía, si estaba bien tras su extraño comportamiento de la mañana... No podía concentrarme, y necesitaba hacerlo.
-¿Segura que estás bien?, -preguntó Armando al regresar a la mesa con el menú en la mano. Se le veía la preocupación en el rostro.
-Ahm, sí. Disculpa, tengo que concentrarme en el caso... en... en... ¿En qué estábamos? –Solo pude sonrojarme ante mi ida mental al espacio. Lo cierto es que concentrarme en el trabajo hará más fácil olvidar temporalmente que mi marido está lej