Capítulo 2

Cuatro años después.

-¡Me lleva! Ya voy tarde…

Salgo disparada de la cama, ya son las 8 de la mañana, en una hora tendría que estar en la Fiscalía y no me he bañado y ni hablemos del desayuno. Hoy es mi primer día como agente investigadora del área de Narcotráfico; no es mi favorita pero, como dice Mauricio, seguro tendré trabajo por un rato.

Y justo él tiene la culpa de mi larga noche. Ayer regresó de otro viaje de trabajo, los cuales ya son costumbre. Es relacionista público y ayuda a su tío con el manejo de su cadena hotelera.

Don Enrique de la Parra no solo es uno de los más importantes empresarios del país, también es quien adoptó a Mauricio luego del fallecimiento de sus padres en un accidente carretero. Ha sido un sujeto agradable conmigo aunque lo he visto poco en estos cinco años. Es una persona hermética, y solitaria. No cuenta más que con su hijastro con quien mantiene una relación de tío-sobrino por la amistad entre ellos. Es lindo ver que se tienen uno al otro, incluso en el ámbito laboral.

Tiene varios hoteles en diferentes ciudades y puertos del país, y hace poco abrió uno nuevo en Puerto Vallarta, Jalisco. Es lindo, según las fotos que trae Mau en el celular. Tengo tan poco tiempo que no he tenido oportunidad de acompañarlo a sus visitas (y aprovechar del mar unos tantos días).

Pero lo cierto es que la industria hotelera familiar ha mantenido atado a mi marido; cuatro semanas que estuvo allá. Por eso aprovechamos la ocasión con una rica cena hogareña y sexo, mucho sexo para celebrar.

-Deberías regresar a la cama un rato más.

Me dice mi marido con su enorme sonrisa y sus ojos verdes, muy coquetos. Es muy tentador ver su pecho desnudo, solo la sábana lo oculta de la cintura para abajo.

-¡No! Hoy conoceré a mi nuevo jefe, y no quiero dar mala impresión. Ya voy muy tarde…

Ahogo el berrinche mientras veo a Mau acurrucarse en la cama. Él no tiene nada de prisa, le toca descansar como si fuera oso invernando (y se lo merece también).

Tomo un baño rápido, me visto, solo lo necesario: pantalón negro, camisa roja y un suéter flojo color crema. Las zapatillas flats, me gusta más la comodidad por si necesito salir corriendo… como ahora lo hago.

Me sirvo un poco de café en mi termo, un pan de anoche, mi maletín, un beso de mi amado y a la calle.

Mi auto, un Golf, es una belleza de velocidad cuando lo necesito, a pesar de sus años de vida. Después de dejarlo en el estacionamiento, corro al edificio principal; entro, paso los miles de arcos detectores y llego al área, a mi nueva área llena de cubículos abiertos, todos llenos de papeles apilados y con viejas computadoras. Huele a cigarro y café.

La verdad es que no es el lugar más hermoso de la ciudad, estamos hablando de una oficina vieja –muy del estilo de los 70- pero sirve. Aquí se respira y actúa a lado de la burocracia, la cual nuuuunca está de moda.

Entre todo el mundo de cosas viejas, alcanzo a ver a un ¿joven? No me malentiendan, pero a pesar de que se le ven unos 30-32 años de edad, tiene aura de señor de 50. Viste pantalón caqui, camisa azul obscuro, sin corbata y mocasines a juego. Sencillo, parece que combina con el mobiliario, igual de alegre (y sí, lo pensé con sarcasmo).

Se le ve despreocupado, sentado en un cubículo abierto, con los pies arriba del escritorio mientras ojea un periódico de nota roja. Una taza con restos de café americano delatan que lleva ahí unas horas.

-Disculpa compañero, ¿sabes quién es Armando León?- pregunto con cierta cautela. –No lo conozco y lo cierto es que me da un poco de miedo... Me han dicho que tiene mal carácter, peor después de la muerte de su última pareja. Y para mi desgracia llegué como diez minutos tarde...

-Tú debes ser Carolina Meléndez- se levanta de su silla con cara molesta -yo soy Armando, mucho gusto.

M****a.

Le doy mi mano para saludar y la acepta en corto, sosteniéndome la mirada y sin hacer mucha gala social. Ya entendí por qué su fama. Al parecer todo su mundo colapsó después de haber perdido a su pareja laboral, con quien llevaba años ya.

-Oh, mucho gusto. Disculpa la demora, no volverá a suceder.

-No tengo problema con diez minutos de retraso mientras no se conviertan en costumbre. No te sientes, pronto vendrá el comandante del área. Eres la nueva, te voy explicando: somos seis equipos, cada uno trabaja en parejas y por secciones o grupos criminales. Que no te importen los demás, sobre todo si no tenemos resultados. Todos los días trabajo cerca de diez horas, espero lo mismo de ti, aunque en ocasiones serán más. Yo no soy una persona sencilla, menos bajo estrés, seguramente eso ya lo habrás escuchado por radiopasillo. Y por nada del mundo soporto negocios ocultos, si los encuentro –y siempre los encuentro- te vas.

Oh, vaya, eso fue rápido...

-Eh, entiendo que no me conoces pero espero no decep…

Me corta de pronto con su mano en movimiento, como si estuviera frenando a una bici en movimiento sobre la calle.

-Luego platicamos, llegó el comandante.

Así me dejó, en frío. Solo alcancé a dejar mi maletín en el escritorio que, supongo, compartiremos y voy detrás de él.

La junta dura poco más de una hora. El comandante Darío Faros es una institución, lleva treinta años al mando del área de Narcotráfico en la Ciudad de México, él la arrancó, buenas y malas rachas han sido con él. Es alto, fornido, ojos grandes y sonrisa chica, parece superar por mucho los 60 años, pero en realidad tiene 62. En la frente se le ve la educación militar que lo forjó en sus inicios.

Faros nos da una encomienda, es un nuevo grupo criminal autodenominado el Cartel del Centro (los delincuentes no gastan neuronas para autonombrarse). Al parecer no llevan más de tres años aquí, pero han ganado territorio en otros puntos de la República Mexicana. Se enfocan en la cocaína, heroína y opioides.

-Necesito que leas toda la información sobre estos tipos, que estés empapada de cada detalle para que ahorremos preguntas. Cuando termines, puedes empezar el expediente en el sistema.- Le da una palmada a la computadora, toma su chaqueta de la silla y se va sin más explicación luego de salir de junta.

Pfff. Ok, así mi primer día…

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App