No era la primera vez que me veía forzada a actuar rápido, pero sí para salvar a un compañero.
Durante mis prácticas, los maestros (en su mayoría, elementos de la Milicia y Ejército) me enseñaron la importancia de pensar antes que actuar, era indispensable para no acabar en el suelo o hiriendo a uno de tus compañeros. Pero un militar que daba pláticas de experiencia nos ofreció un mal consejo: si estás bien preparado, no lo pienses y dispara porque en ocasiones el instinto de supervivencia va más rápido que la consciencia.
No había entendido esas palabras hasta que me inundó la adrenalina y el miedo. Fue entonces que medí, calculé y lo hice. Siendo clara, nunca he actuado más fríamente en mi existencia.
Jalé del chaleco a Armando, lo tiré hacia atrás. Cuando noté su caída a mi lado pude disparar contra el sicario. Tres tiros, uno falló, el segundo dio en el hombro y el último –el más eficiente- se incrustó en el pecho. Cayó de espaldas al momento, lo cual se escuchó fuerte debido a lo alto del lugar donde se escondió.
Todo en menos de tres segundos.
De repente, todo fue silencio.
-¡Está limpio! -Se escuchó gritar a uno de los nuestros. Aún con el arma en posición de disparar y con el corazón desbocado me acerqué al agresor, tenía los ojos abiertos aun pero en su pecho no se veía respirar. La escasa luz no me dejaba ver bien pero se trataba de un hombre joven, muy joven, no debería tener más de 22 años. Es una sensación desagradable, de tristeza y enojo, coraje de saber que la vida de alguien se fue, malgastada por un negocio deshonesto, tal vez llevado por la falta de oportunidades o de una sola, mejor a la que el narcotráfico le pudiera ofrecer.
Baje y guarde mi arma aún caliente. Me acerqué a donde había tirado a Armando quien ya se estaba levantando con los ojos muy abiertos, como platos.
-¿Estás bien? –Le pregunté al ayudarle a ponerse de pie. Solo alcanzó a mover su cabeza en un gesto afirmativo. Todo había pasado tan rápido que ambos lo estábamos procesando apenas. La sangre estaba reiniciando su flujo normal.
El resto del equipo inició con la revisión del inmueble. Afuera, por su parte, ya se escuchaban a los refuerzos que seguramente fueron alertados por el comandante Faros quien seguía nuestras comunicaciones.
-Gracias… Eso fue... - alcanzó a decir mi pareja en cuanto tomaba aire de la impresión.
-No se agradece, ¿seguro que estás bien? Ya deben estar los médicos cerca...
-Sí, si. Estoy bien. - dijo ya más confiado en sus palabras. Al parecer solo fue el sentón lo que le dolió. Y el orgullo, debo suponer.
No puedo ignorar el nudo en la garganta y una tremenda furia en el estómago. Nuestros jóvenes muertos en las calles solo por unos pesos que podrían ganarse de forma lícita. Solo si tuvieran esa oportunidad...
Llegaron las ambulancias, no hubo bajas pero sí heridos. Fuimos afortunados. En algún momento, uno de los criminales logró herirme de roce en la pierna izquierda. La paramédico me limpió y me puso un ligero vendaje; tomó mis signos y parecía que todo estaba normalizándose. Me dio de alta en el mismo lugar.
Mientras llegaban los medios de comunicación al exterior, adentro del sitio se hacía recuento de lo encontrado. Había unos pocos paquetes de droga, muchas cajas vacías y listas para guardar algo que desconocíamos, muebles, muchas cobijas, dos autos útiles, armamento largo y corto con municiones como para un batallón.
Daba la impresión de ser solo una bodega la cual tuvieron que desalojar rápidamente. Era algo de paso, como si estuvieran preparando el lugar para algo más.
-Me da gusto tener a tan buen elemento en mis equipos, señora Meléndez. Pasé a dejar su uniforme a la garita, sus armas también las tienen que resguardar y limpiar, vaya de rápido y luego a casa para descansar, ya mañana veremos lo del reporte. -señaló el comandante con un tono paternal que me sorprendió.
-Gracias comandante. Nos vemos mañana, entonces.
Pasé rápido a ver a Gerardo que estaba bien, sumaba cuatro puntadas más a su lista. Estaba enojado, también notó que fue una emboscada, alguien les había avisado que íbamos esa tarde. Era cuestión de experiencia y Gerardo tenía suficiente para entrever que se estaba filtrando información. Esto último dolía porque uno del equipo nos estaba traicionando, así se sentía. Me despedí con un abrazo, finalmente me dio gusto saber que estábamos todos bien, heridos pero vivos.
Antes de partir, busqué a mi pareja a la cual encontré fumando y descansando a los pies de la camioneta blindada que nos llevó al lugar. Se le veía pensativo y perdido. Él también notó lo mismo que Gerardo y yo, y eso le debió traer malos recuerdos.
-¿Todo bien?
-Sí… perdón, con todo lo que pasó… solo quiero decirte que… gracias. –Dijo un poco trastocado por lo ocurrido hace unos minutos, y también distraído por sus pensamientos. No lo culpo, después de todo lo vivido en el operativo donde perdió a su amigo.
Pero en medio de tanta neblina mental, logré ver un amplio agradecimiento y humildad brillar en sus ojos. Me enterneció de verdad. Lo cierto es que no lo conozco de nada, no hemos platicado por mucho tiempo ni intercambiado ideas. Nada.
-Para eso estamos los compañeros, ¿no? Trata de descansar un poco la resaca que te traes. Te lo mereces.
La broma ácida le gustó porque alcanzó a reír, una linda sonrisa en medio de dos hoyuelos. Parece que el gesto lo rejuveneció un poco, es atractivo cuando logra bajar un poco la guardia.
Me fui del lugar, regresé a la garita para dejar las armas, municiones y uniforme. Pasé a la oficina para recoger mi maletín y mi auto. Solo quería llegar a casa y abrazar a mi esposo, el bajón de adrenalina se hizo evidente.
No tarde mucho en llegar a casa, empiezo a sentirme agotada. Entro a la casa y veo a mi guapo esposo viendo las noticias con la cara de angustiado.
-Amor, ¿estás bien? Te estuve marcando en cuando vi las noticias sobre el operativo...
Oh, y... ¿mi celular? Debí dejarlo en el uniforme cuando lo dejé en la Fiscalía. Espero que mañana me lo regresen. Veo a Mau cansado y preocupado, parece que le afectó no saber de mí en las últimas... ¡¿dos horas?!
-Perdón amor, creo que dejé el celular en el trabajo. Después de todo lo que pasó ni siquiera recordé sacarlo del uniforme, vengo muy cansada...
Sé que él lo entiende. Se acerca a mí y me abraza. Lo siento como mi refugio, y de repente me dan unas ganas tremendas de llorar, no sé por qué.
-Ey, Caro... Tranquila, cielo. Por qué no vas a darte un baño caliente en lo que veo qué te hago de cenar, te ves hasta ceniza. Parece que te pasó un camión encima.
Solo alcanzo a hacer un gesto afirmativo con la cabeza, y voy rumbo a la regadera. Voy dejando toda la ropa en el suelo del baño mientras empieza a salir vapor de la regadera; de repente siento cómo toda el agua va cayendo sobre mis hombros, sabe a vida. Me siento cada vez más completa.
Antes, cuando terminaban mis operativos –sobre todo, aquellos en los que la tarea incluía enfrentamientos o repliegues- solía ir en algún bar cercano a la Fiscalía con mis compañeros de Operativos. Pero hoy el ánimo no estaba para eso, y creo que el ambiente me ha contagiado.
Mi cabeza me traiciona y recuerda cómo jalé a Armando para evitar que le dispararan. No puedo evitar llorar un poco, es la primera vez que sentía que iba tarde al rescate de un compañero; si hubiera terminado diferente... No creo habérmelo perdonado nunca.
Ese es el riesgo de mi trabajo, y me cuesta mucho aceptarlo. Soy humana después de todo.
Cuando termino mi baño, me siento un poco más relajada. Y hambrienta, en lo que pasó al cuarto para vestirme escucho a lo lejos que Mau está en el teléfono aunque no logró distinguir lo que dice. En fin, será algo del trabajo.
-Caro, ya está la cena. Te preparé unas sincronizada, con una cerveza bien fría...
-Oh, mi héroe... -Le alcanzó a gritar desde la habitación, no será el mejor chef de la ciudad pero estoy segura que me quiere y se preocupa por mí.
Salgo y lo veo con su propia cerveza en la mano. Tiene un gesto raro en la cara, no alcanzo a distinguir de qué se trata, pero no le presto mucha atención, solo quiero terminar de cenar para irme a la cama. Me sonríe mi marido mientras atacó el plato y me termino mi trago.
Hoy solo quiero perderme en mi cama...