Mundo de ficçãoIniciar sessãoMILA
Ajusto las correas del carrito como si mi vida dependiera de ello.
La cabina está en silencio, bañada en esa luz pálida que conocemos demasiado bien. Es nuestro segundo vuelo juntos desde... la implosión. Desde este despegue en picada. Desde este te odio ya que lancé como un arma, y que él se llevó en su equipaje, sin nunca devolverlo.Pensé que el primer vuelo sería el más difícil.
Creía que después de eso, todo iría mejor. Estaba equivocada.Porque lo que me mata no es lo que nos dijimos.
Es lo que ya no nos decimos.Nolan Elven.
Sigue siendo comandante. Sigue tan recto. Sigue tan ausente, a pesar de su presencia aplastante.Lo supe de antemano esta vez. Vi su nombre en el plan de vuelo.
Y respiré hondo. Me maquillé con cuidado. Recogí mi cabello con precisión. Y le prometí a mi reflejo en el espejo que esta vez, no parpadearía.Pero en la cabina, todo en mí se tensa.
Porque lo siento. Como una presión invisible en el aire. Como un fantasma vivo, siempre demasiado cerca.Habla por el intercomunicador.
Su voz es idéntica a la última vez. Calma. Lisa. Profesional hasta el extremo.— ¿Cabina lista para el despegue?
Tomo el radio. Mi voz es firme. Plana.
— Cabina lista, comandante.
Pero por dentro, soy un volcán.
Aprieto los dientes. Sonrío a los pasajeros. Hago el papel. Pero todo en mí grita.Nunca me ha vuelto a hablar.
No un mensaje. No una frase fuera de protocolo. Ni siquiera esa mirada de disculpa que creí ver brillar por un instante en la cabina del vuelo anterior.Volvió a su lugar. Como si yo solo hubiera sido una escala.
Dos horas de vuelo.
Él sale. Como la última vez. Y ya sé a dónde se va a detener.Justo delante de mí.
No levanto la vista.
Sigo organizando la cocina como si no lo viera.Pero siento su presencia.
Eléctrica. Afilada.— Un café, por favor.
La misma voz. El mismo tono.
Como si fuera banal. Como si no fuera nada.Le tiendo la taza.
Nuestros dedos se rozan. Y ahí vamos de nuevo.Esa corriente que atraviesa. Ese aliento cortado.
Ese nosotros que sigue viviendo bajo la superficie.No digo nada.
Él no dice nada.Pero su mirada atrapa la mía, por un segundo.
Y veo lo que oculta: la falta. La ira. La duda.Él se aleja.
Pero esta vez, no va lejos.Se queda allí. De espaldas a mí.
Taza en mano. Silencioso.Retomo mis gestos.
Pero mis manos tiemblan.— ¿Por qué haces esto, Nolan? murmuro.
No estoy segura de que me haya oído.Pero se gira. Lentamente.
— ¿Crees que es simple para mí? ¿Crees que duermo por la noche, Mila?
Levanto la vista hacia él.
Ya no tiene esa máscara de armadura. No aquí. No esta noche.— ¿Quieres que volvamos a hacer la misma escena? le digo.
Mismo vuelo. Misma tensión. Misma dolor.Se acerca.
Demasiado cerca.— No. Quiero que dejemos de fingir.
Me río. Una risa sin alegría.
Todo en mí hierve.— ¿Quieres que hagamos qué? ¿Que nos encerremos en los baños? ¿Que olvidemos todo durante veinte minutos, y luego volvamos a empezar el circo a la llegada?
Él sacude la cabeza.
Pero no retrocede.— Quiero hablar contigo. Mirarte sin que estemos rodeados de pasajeros, de colegas, de distancia. Quiero... quiero que entiendas que no he parado.
Lo fijo.
Mi corazón late con fuerza.— Yo tampoco, Nolan. Pero he dejado de esperarte.
Él se pone ligeramente pálido.
— Se suponía que debías quedarte. O al menos regresar. No esconderte en tu silencio durante horas como un cobarde.
Cierra los ojos.
Lo asimila.Y duele. Porque a pesar de todo, quiero tocarlo.
Quiero besarlo. Quiero que diga que esta vez se queda.Pero sé que nada es simple.
No con él. No con nosotros.Me enderezo.
Paso frente a él. Susurro:— Si realmente quieres hablar, encuéntrame en la escala. No en un maldito galley, entre dos servicios y tres miradas.
Él asiente.
— Estaré allí.
No respondo.
Regreso a la cabina de pasajeros.
Y respiro.
Una vez. Dos veces. Pero nada se calma.Porque lo que me dijo...
Lo que no dijo sobre todo... Me atormenta aún más.Dijo que no había parado.
Pero no dijo que iba a quedarse.Aún no.







