Inicio / Romance / Altitud Interdita / Capítulo 4– Línea de ruptura
Capítulo 4– Línea de ruptura

Nolan

4h26 – Cabina de descanso – Vuelo 438 Cielo de Siberia

Estoy de pie, inmóvil, con la espalda contra la pared metálica de la cabina, los brazos cruzados, la mirada fija en la puerta.

Ella está ahí.

Detrás.

Acostada, tal vez.

O simplemente despierta en la oscuridad, tensa como una cuerda.

Mila Rives.

Su nombre golpea dentro de mi pecho como un recordatorio constante, un latido regular. Este nombre me obsesiona. Se infiltra en mí. Me sigue en cada pasillo, en cada espacio cerrado, en cada zona de sombra.

Me había prometido no volver a hacerlo.

No con una miembro de la tripulación.

No con una mujer que me mira como si quisiera hacerme caer.

Y, sin embargo, aquí estoy.

Como un idiota.

Mis manos tiemblan. No de miedo. De control. De deseo. He tenido mujeres. Demasiadas. Cuerpos ofrecidos, miradas dóciles. Pero Mila no tiene nada de eso. Ella me desafía. Me mira como si ya me estuviera esperando.

Y en esa maldita cabina, estuve a punto de ceder.

Sentí el calor de su piel, la tensión en su garganta, ese olor a nervios y deseo que emana sin saberlo. Vi sus muslos tensarse. Su respiración acelerarse. Y supe, en ese preciso instante, que si la tocaba, no habría vuelta atrás.

Es peligrosa.

Y siempre me ha gustado el sabor del riesgo.

Empujo suavemente la puerta de la cabina de descanso.

Silencio.

Una luz roja tenue ilumina débilmente las literas. Mila está acostada, de lado, de espaldas a la entrada. Reconocería la curva de sus caderas en cualquier oscuridad.

Me quedo inmóvil.

Ella no se da la vuelta.

Pero sabe que soy yo.

Lo siento.

En su respiración.

En el silencio que se vuelve más pesado. Más cargado.

Cierro la puerta. Lentamente.

El chasquido del cerrojo es casi obsceno.

Me acerco.

Un paso.

Dos.

Ella sigue sin moverse.

— Dime que pare, murmuro. Dilo ahora. De lo contrario…

Ella no dice nada.

Aprieto los puños.

Llego a la altura de su litera. Veo la tensión en sus hombros, sus dedos tensos sobre la manta. Me agacho. Mi mano se posa en la barandilla de la litera, justo por encima de su rostro. Ella gira lentamente la cabeza. Sus ojos brillan en la penumbra.

Ella susurra, áspero, casi quebrado:

— No voy a decir nada, comandante.

Me quiebro.

Me deslizo en el espacio estrecho, mi cuerpo pegado al suyo. Ella se da la vuelta de inmediato. Nuestros rostros se rozan. Nuestras respiraciones se mezclan. Mis dedos deslizan contra su mejilla, bajan por su cuello, lentamente, y siguen la línea de su uniforme hasta su cadera.

Siento su abdomen contraerse.

Aún no he posado mis labios sobre los suyos. Pero ella ya gime apenas, como si contuviera el aire, como si hubiera esperado este momento mucho más tiempo que yo.

Mi boca se aplana contra la suya.

Hambre.

Brutalidad.

Alivio.

Es un beso como una tormenta: nada dulce, nada cauteloso. Mis manos se enredan en su cabello. Sus piernas se enroscan alrededor de mi cintura. Su espalda se arquea contra la pared.

El tejido de nuestros uniformes cruje bajo la tensión. Desabotono rápidamente, su respiración me anima. Ella jadea. Se abre. Toma. Da.

— Nolan… susurra contra mi garganta.

Ese nombre… en su boca…

Me rompe.

No soy más ese maldito comandante.

Soy solo un hombre, pegado a un cuerpo que me vuelve loco.

Sus manos están por todas partes. Mis dedos se deslizan bajo su falda. Toco ese calor que me estaba esperando. Ella está lista. Húmeda. Temblando. Y yo… estoy al borde de perderlo todo.

Apenas contengo un gemido.

— Si supieras lo que me haces…

Ella sonríe, insolente.

— Quiero que me lo muestres, comandante.

La giro con un movimiento brusco pero controlado. Su espalda contra mí. Sus nalgas contra mis caderas. La mantengo contra la pared, mi aliento contra su nuca. Mis dedos suben por su muslo. Suelto suavemente el tejido de su braga. Mi dedo se hunde en ella.

Ella ahoga un grito contra su manga.

Pongo mi boca en su oído.

— Shh, Mila.

No quieres que nos escuchen, ¿verdad?

Ella muerde su labio. Sus caderas buscan mis dedos, más fuerte, más rápido.

— Más bajo… suplica.

Y yo, ya estoy perdido.

Mila

4h44 – Cabina de descanso – Vuelo 438 Cielo de Siberia

Sigo acostada.

No me muevo.

Casi no respiro.

El silencio ha regresado. Pero ya no es el mismo.

Está saturado.

Sigo sintiendo el calor de sus manos sobre mi piel.

El peso de su aliento en mi cuello.

El fuego de su boca contra la mía.

Todo está ahí. Aún ahí.

Mi cuerpo está abierto, ardiente, tembloroso.

Mi corazón golpea en mi pecho como si intentara desgarrarse.

Él se ha ido.

La radio ha sonado. Una voz metálica, anónima, helada.

Urgencia. Regreso a la cabina.

Y él, Nolan Elven, el comandante frío, distante, se ha congelado contra mí.

Sus dedos aún dentro de mí.

Su deseo pegado a mi piel.

Su boca a unos centímetros de la mía.

Y luego… se ha despegado.

Como si se estuviera castigando.

Como si se estuviera conteniendo justo a tiempo.

Pero no se ha echado atrás por una duda.

Se ha echado atrás porque sabe muy bien lo que iba a hacer.

¿Y yo?

Yo estaba lista.

Para todo.

Cierro los ojos. Con fuerza.

Siento el sudor en mi espalda. La humedad entre mis muslos. La mordida de mis uñas en mis palmas.

Me odio un poco.

No por haberlo querido.

Sino por haberlo necesitado.

Porque él me ha dejado ahí.

Incompleta.

Arrugada.

Y hambrienta.

Me incorporo lentamente en la litera. Mis piernas están pesadas. Mis prendas arrugadas. Mis muslos ardiendo. Me siento. Atraigo mis rodillas hacia mí. Y me obligo a respirar.

Una.

Dos.

Tres veces.

Soy Mila Rives.

Soy profesional.

Se supone que debo controlar.

Pero todo en mí escapa de la norma. De la ética. De la jerarquía.

Pienso en él.

En su mirada.

En su voz.

En ese momento en que murmuró “Dime que pare”.

Y no dije nada.

Porque quería que me tomara. Allí. Ahora. Sin importar el resto.

Él me vio.

Lo entendió.

Y me dejó.

Apoyo la cabeza contra la pared de la cabina. Mis ojos fijan un punto invisible en la sombra roja.

Me pregunto qué siente él, allá, en la cabina.

Si aún está excitado.

Si se arrepiente.

O si, como yo, solo espera la próxima falla.

Repienso su voz. Grave. Temblorosa. Rota al final.

Repienso sus dedos.

Su rodilla entre mis piernas.

La tensión en su mandíbula cuando se contenía.

Sé que no podrá aguantar mucho tiempo.

Y yo tampoco.

Paso una mano por mi cabello despeinado. Me pongo el uniforme lo mejor que puedo. Huele a su perfume. Mezclado con el mío. Mezclado con nosotros.

Y cuando salgo de la cabina, una cosa es segura.

Este vuelo no será el último.

Este escalofrío tampoco.

Y si Nolan Elven cree que puede acercarse a mí sin terminarme…

Se va a dar cuenta de que no se despierta a una mujer como yo a medias.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP