—Señor Ferrer... ¿puedes ser mi papá? El niño lo miraba con una seriedad que ninguna persona de su edad debería tener, como si aquella pregunta fuera lo más importante del mundo. —Lucas... —Alejandro comenzó, pero las palabras se le atascaban en la . En medio las presiones familiares y un pasado que aún lo atormenta, Alejandro Ferrer, un exitoso empresario, se encuentra dividido entre el futuro que su familia ha diseñado para él y la vida que comienza a vislumbrar junto a Clara y su hijo Lucas. Lo que comenzó como una relación casual y distante, pronto se convierte en algo más profundo cuando Lucas, un niño que anhela una figura paterna en su vida, decide que Alejandro es el hombre perfecto para ocupar ese lugar. Pero las cosas no serán tan sencillas. Javier, el padre biológico de Lucas, regresa inesperadamente, con intenciones que van más allá de la simple redención, mientras Sofía, la mujer elegida por la familia Ferrer para Alejandro, se niega a aceptar que su prometido la ha dejado por otra mujer. En una historia cargada de emociones, secretos y decisiones difíciles, Alejandro deberá enfrentar no solo a sus propios demonios, sino también las expectativas de su poderosa familia. Lucas, con su inocente pregunta, pone en marcha una cadena de eventos que cambiará la vida de todos para siempre.
Leer másClara apretó los dedos contra el volante, clavando la mirada en el semáforo que, como su vida, parecía congelado en el tiempo. La lluvia golpeaba el parabrisas con furia, formando finos ríos sobre el cristal, como si el cielo quisiera borrar cada rastro del caos que se desataba dentro de ella. El sonido del limpiaparabrisas apenas era suficiente para ahogar el eco de las palabras de Javier, que resonaban en su mente como una maldición.
"Quiero verlo. Es mi hijo, Clara."
Habían pasado más de cinco años desde que lo había visto por última vez, pero su presencia seguía teniendo el mismo efecto devastador en ella. La última vez que Javier había cruzado esa puerta, lo hizo con un portazo que resonó durante meses en su corazón. Su vida había cambiado para siempre ese día, y la cruda realidad de ser madre soltera la había golpeado con una fuerza que nunca imaginó. Pero había salido adelante. Lo había hecho sola. Y ahora, cuando por fin sentía que su vida estaba tomando forma, él había decidido regresar.
El semáforo cambió a verde y Clara aceleró, con una mezcla de rabia y desconcierto oprimiéndole el pecho. Tenía que sacar a Lucas de la escuela, pero la idea de enfrentarse al pequeño con esa tormenta emocional dentro de ella la desgarraba.
«No puedes permitir que te vea así.» se dijo a sí misma. Lucas, con sus ojos grandes y curiosos, siempre lo percibía todo. Sabía descifrar a su madre con una precisión que asustaba.
El estacionamiento de la escuela estaba casi vacío cuando llegó. Clara bajó del coche, ajustándose la chaqueta para protegerse de la lluvia, y caminó apresuradamente hacia la entrada. El sonido de la campana anunciando el final de las clases resonó en el aire mientras la puerta principal se abría y una corriente de niños salió corriendo, llenando el ambiente de risas y gritos. Lucas fue uno de los últimos en salir, con su mochila verde colgando de un solo hombro, como siempre.
— ¡Mamá! — gritó corriendo hacia ella con una sonrisa que iluminó su cara.
Clara se agachó para recibirlo en sus brazos, y en ese momento, el peso del mundo pareció desaparecer, aunque solo fuera por unos segundos.
«Por él vale la pena todo.» pensó mientras lo abrazaba con fuerza. Sentir el pequeño cuerpo de su hijo contra el suyo era como un ancla en medio de la tormenta.
— ¿Cómo te fue hoy, campeón? — preguntó, obligándose a sonreír.
— Hice un dibujo de un cohete. — Lucas empezó a hurgar en su mochila con entusiasmo —. Te lo quería mostrar antes, pero la señorita dijo que tenía que esperar hasta la salida.
— Me muero por verlo. — Clara lo tomó de la mano y ambos caminaron hacia el coche bajo la lluvia.
Pero mientras Lucas hablaba con entusiasmo sobre su día, Clara apenas podía concentrarse. Las palabras de Javier seguían retumbando en su cabeza. No podía permitir que volviera a entrar en su vida, y mucho menos en la de Lucas. Se había marchado cuando más lo necesitaban, había rechazado a su hijo antes de que siquiera naciera. ¿Con qué derecho volvía ahora, años después, como si nada hubiera pasado?
Esa noche, después de acostar a Lucas, Clara se dejó caer en el sofá, exhausta. El pequeño departamento que con tanto esfuerzo había logrado mantener era su refugio, pero en ese momento se sentía atrapada. El teléfono vibró en la mesa de café, rompiendo el silencio. Era un mensaje de Javier.
"Hablaremos pronto. No me ignores, Clara. No te conviene."
El corazón de Clara saltó un latido. Había algo amenazante en esas palabras, algo que no encajaba con el hombre que alguna vez amó. Pero tal vez nunca lo conoció realmente. Quizá Javier siempre había sido así, egoísta y manipulador, y ella simplemente no quiso verlo hasta que fue demasiado tarde.
Frustrada, lanzó el teléfono al otro lado del sofá y se levantó. No podía pensar en él, no ahora. Tenía que concentrarse en su trabajo. Al día siguiente se reuniría con el equipo de la empresa de tecnología donde había conseguido un contrato importante como consultora de marketing. Era una oportunidad que no podía dejar pasar, no solo porque lo necesitaba económicamente, sino porque era su puerta de entrada a un futuro mejor para ella y para Lucas.
A la mañana siguiente, el café Clementine's era el tipo de lugar que Alejandro Ferrer solía evitar. Estaba lleno de gente, tenía más ruido del que podía soportar y generalmente era un hervidero de conversaciones banales que no le interesaban en lo más mínimo. Sin embargo, ese día había hecho una excepción. Su agenda estaba más apretada de lo habitual y, para su disgusto, su asistente había olvidado reservar su mesa habitual en su café de confianza. Así que se encontró allí, en ese local demasiado cálido y acogedor, con un café en la mano y con su paciencia al límite.
El CEO se apoyó en el mostrador, revisando su teléfono, como siempre, buscando algo en lo que distraerse mientras esperaba que su almuerzo fuera preparado. El lugar estaba lleno de padres jóvenes, bebés llorando y — para colmo de males — niños correteando por todos lados.
«¿Por qué la gente traía a sus hijos a lugares públicos donde claramente no sabían comportarse?» pensó con fastidio.
Lo que no sabía era que, en cuestión de segundos, su día iba a dar un giro completamente inesperado.
Alejandro estaba concentrado en su teléfono cuando lo sintió. Un golpe seco, justo en la parte inferior de sus piernas, lo hizo tambalearse hacia adelante, casi derramando su café.
— ¡Oye! ¿Qué demonios…?
Miró hacia abajo, listo para soltar una reprimenda, pero en lugar de un adulto torpe o un camarero despistado, se encontró con algo mucho más inesperado: un niño. Un niño pequeño, de unos cinco años, lo estaba mirando fijamente, sus grandes ojos oscuros llenos de una mezcla de sorpresa y desafío, como si fuera Alejandro quien había invadido su espacio personal y no al revés.
El niño tenía el cabello oscuro y rizado, y vestía con una camisa perfectamente planchada y unos pequeños pantalones de vestir. Si no fuera por su estatura y el hecho de que claramente acababa de correr sin control por el pasillo, Alejandro casi habría pensado que el niño era una versión miniatura de un empresario en ascenso.
— ¡Perdón! — dijo el niño, con una voz clara, pero sin rastro de arrepentimiento verdadero —. No te vi.
El sol se deslizaba suavemente por el horizonte, bañando el jardín con una luz dorada que parecía haber sido pintada con los colores del amor y la felicidad. Era un día como cualquier otro, lleno de risas y juegos, pero para Clara, el momento se sentía excepcional. Cinco años habían pasado desde que su vida dio un giro inesperado, llevándola a crear una familia que siempre había soñado tener.Alejandro estaba en el centro del jardín, riendo a carcajadas mientras jugaba a la pelota con Lucas, su hijastro de diez años. Lucas había crecido tanto en tan poco tiempo, y su energía parecía inagotable. La pelota iba de un lado a otro, mientras Lucas mostraba habilidades que ya hacían que su padre sintiera un atisbo de orgullo. Cada pase, cada tiro, era un reflejo de los días que habían pasado juntos, un testimonio de la relación que habían cultivado: un lazo fuerte y lleno de complicidad.Mientras tanto, Clara observaba la escena desde la sombra fresca de un árbol frondoso, sintiendo cómo e
Mientras se abrazaban, Clara se dio cuenta de que no solo estaban celebrando su amor, sino también la familia que habían construido juntos. Lucas, su pequeño, estaba en el corazón de todo, y aunque a veces era difícil encontrar momentos a solas, sabían que lo que compartían era especial.— ¿Qué haríamos sin Lucas? — preguntó Alejandro, rompiendo el silencio, su voz llena de ternura.— Lo haríamos todo por él — respondió Clara, sonriendo mientras acariciaba el rostro de Alejandro —. Nunca me di el tiempo de agradecerte por… ser esa figura paterna que él tanto anhela. Es asombroso.— Sí, lo es — coincidió él, sintiendo que su corazón se llenaba de amor —. Y quiero que siempre sepa cuánto lo amamos. Quiero que crezca sabiendo que su mamá y su papá están aquí para él, siempre.Clara asintió, sintiendo que sus corazones latían al unísono.— Y quiero que siempre sepa que su mamá es feliz, porque tiene a su lado a un hombre increíble.Alejandro la miró con ternura, sintiendo un profundo agra
La mansión Ferrer, con su majestuosa fachada y exuberantes jardines, estaba llena de vida en la víspera de la boda de Clara y Alejandro. Los preparativos se desarrollaron por toda la casa; las flores estaban colocadas con esmero, y el aroma de la comida recién preparada llenaba el aire. Sin embargo, en medio de toda esa actividad, Clara y Alejandro encontraron un momento de escape en el patio trasero, donde la risa y la emoción eran su refugio.— ¡Vamos, Clara! — gritó Alejandro, riendo mientras corría, con su corazón latiendo a mil por hora. Clara lo seguía de cerca, su vestido blanco ondeando detrás de ella como una nube. La emoción de la inminente boda y la alegría de estar juntos hacían que el mundo a su alrededor desapareciera.— ¡No dejes que Lucas te atrape! — exclamó Clara, con una risa contagiosa mientras esquivaba un arbusto. Desde que había recuperado su memoria y se habían vuelto a encontrar, había algo mágico en su relación. Era como si volvieran a ser niños, llenos de en
La emoción y los nervios se entrelazaban en el corazón de Alejandro mientras se preparaba para la cena de esa noche. Había esperado este momento durante tanto tiempo. Clara, la mujer que había esperado por él hasta recuperar su memoria, la mujer que había hecho todo lo posible por recuperar su amor, era su reina. No podía dejar que esta oportunidad se le escapara. La idea de proponerle matrimonio lo llenaba de alegría, pero también de ansiedad. Quería que todo fuera perfecto. Después de todo, no era un simple gesto; era un compromiso de vida.Clara, por su parte, estaba igual de nerviosa. Había pasado por tanto en los últimos años, y aunque había tenido que hacerse a un lado para proteger a Lucas y a Alejandro, su corazón siempre había pertenecido a él. El día en que recuperó sus recuerdos fue como un amanecer después de una larga noche. No podía imaginar su vida sin Alejandro. Sin embargo, el miedo a que las cosas no salieran como ella deseaba la mantenía inquieta.— ¿Crees que sea b
El sol apenas se había asomado por el horizonte, y la luz tenue que entraba por la ventana iluminaba la habitación de Lucius. A sus once años, la vida le había enseñado más de lo que un niño debería saber. Sabía que el día que nunca esperó finalmente había llegado, el día que lo separaría de todo lo que amaba.— ¡No quiero irme! ¡Mamá, por favor! — gritaba Lucius mientras se retorcía en los brazos de un militar, un hombre de rostro impasible que lo sostenía con fuerza.Sus ojos estaban llenos de miedo y desesperación, mientras sus pequeñas manos luchaban por liberarse de aquel agarre que parecía un abrazo mortal.La madre de Lucius, de rodillas en el suelo, lloraba desconsoladamente.— Por favor, déjenlo en paz. Es solo un niño, no puede irse. ¡No puede! — suplicaba, su voz quebrada por la angustia. La imagen de su madre, desgarrada y vulnerable, era un dolor punzante que atravesaba el corazón de Lucius.— ¡Papá, por favor! — gritó una vez más, su voz llena de desesperación —. Al menos
Mientras tanto, Sofía seguía resistiéndose, pero Lucius la mantenía firmemente sujeta.— Quédate quieta, zorra asquerosa — graznó —. Mientras más te rehúses, menos compasión te tendrán,— ¡No me hables de compasión! No necesito tu lástima — respondió ella, su mirada llena de rabia —. He perdido todo lo que amaba. No me importa lo que me hagan. ¡Ya no tengo nada que perder!Lucius soltó una carcajada.— No pierdes algo que nunca has tenido; pero si hablas de tus padres, tranquila, ellos tambien irán presos.Más tarde, la tensión en el aire del hospital era palpable. Alejandro había insistido en que Lucas recibiera atención médica, y no solo eso; también necesitaba apoyo psicológico para lidiar con los traumas que había vivido. Lucius, por su parte, caminaba de un lado a otro en la sala de espera, sus pensamientos agitados, como un torbellino en su mente. Sofía había sido trasladada a su país para cumplir con su condena, junto con su familia, había caído como un rayo en medio de su torm
Último capítulo