Valeria pasó la noche sin poder dormir, dando vueltas en la cama, escuchando el eco de su propia respiración en medio del silencio del apartamento. Cada vez que cerraba los ojos, aparecían los rostros de Alexander y Gabriel, reclamando un lugar en su corazón.
Al amanecer, con el rostro hinchado por el llanto, tomó una decisión.
No podía seguir esperando a que el destino eligiera por ella. Tenía que tomar las riendas de su vida.
Guardó su pasaporte, algo de ropa, documentos importantes y la carta médica que confirmaba lo que tanto temía: estaba embarazada. Esa hoja era ahora el centro de su tormenta y la razón principal de su huida.
Con la maleta en la mano, salió del apartamento sin mirar atrás. El aeropuerto estaba lleno de viajeros, familias y ejecutivos, todos con un rumbo claro, mientras ella apenas sabía hacia dónde corría. Escogió el primer vuelo disponible: una ciudad pequeña, lejana, donde nadie conociera su nombre.
Durante el vuelo, las nubes la envolvían como un refugio. Cer