Valeria se quedó unos segundos frente a la puerta de la oficina, respirando hondo. Cada pared parecía recordarle lo ocurrido: las miradas intensas de Alexander, la furia contenida en sus palabras, y al mismo tiempo los abrazos cálidos de Gabriel, sus caricias y su ternura. Todo se mezclaba en su mente, un torbellino imposible de ordenar.
Sabía que quedarse significaba enfrentar a ambos hombres, cada uno con sus pasiones y sus egos. Cada encuentro con Alexander era un fuego peligroso que la consumía, y cada instante con Gabriel la hacía sentir viva, querida y protegida. Su corazón estaba dividido y su mente desgarrada.
Se dirigió al despacho de recursos humanos con pasos que parecían pesar toneladas. La secretaria la miró sorprendida, notando su rostro pálido y sus ojos enrojecidos. Valeria respiró profundo antes de hablar.
—Quiero presentar mi renuncia —dijo, su voz firme aunque temblorosa.
El director de recursos humanos levantó la mirada, claramente sorprendido.
—¿Renuncia? ¿Por qué