—Helga, ayúdame, por favor, trae el auto. Está herido, muy mal, debemos llevarlo con nosotras. —¿Lo conoces? —preguntó Helga, confundida. —Sí… es Kael —su nombre escapó de los labios de Lyra con nostalgia. —¿Kael? ¿El Alfa exiliado de la manada Luna Oscura? ¿Qué demonios le pasó? No podemos llevarlo a casa, Lyra, es peligroso. Lyra ya comenzaba a atarlo con decisión, preparándose para levantarlo. Negó con la cabeza, no iba a dejarlo ahí, no a él, no después de todo lo que había pasado, no podría vivir con ese cargo de conciencia. —No voy a dejarlo aquí tirado como un animal moribundo. ¡ayúdame! *** Traicionado por la única mujer en la que confiaba, un poderoso Alfa queda ciego y marcado por el dolor. Herido, sometido y consumido por la rabia, se niega a aceptar que su nueva compañera destinada sea una simple omega, débil y proveniente de la manada más insignificante. Pero el destino es cruelmente sabio. Sin opciones, no le queda más remedio que aceptar su ayuda, aunque esto le cuesta mucho más que dignidad: le exige enfrentarse a sus propios demonios… y abrir su corazón a lo impensable. Porque a veces, la salvación llega en el envoltorio más inesperado… y el verdadero poder no ruge, sino que susurra con ternura.
Ler maisLos aullidos de los lobos retumbaban a lo lejos, recordándole con inclemencia lo que alguna vez fue su hogar. La luna, testigo silente de su reinado, comenzaba a eclipsarse tras las sombras del amanecer, como si también ella renegara de su existencia.
Kael avanzaba a tientas, guiado únicamente por el instinto salvaje que aún lo mantenía de pie. No veía. Apenas podía sostenerse. Sus pasos eran torpes, arrastrados, cada uno más doloroso que el anterior. Llevaba horas vagando, exhausto y completamente herido en todo su cuerpo.
Pero, no era una herida física lo que lo había cegado, sino algo mucho más brutal: la traición. Artemisa su compañera destinada, lo había rechazado cuando más la necesitaba. Y con ese abandono, le impuso el castigo más despiadado que un alfa pudiera recibir: el olvido, la soledad, la humillación y la ceguera.
Su manada, aquella por la que sangró y rugió, lo escupió como si nunca hubiera pertenecido. Lo desterraron, pisoteando su nombre, enterrando el legado del Alfa bajo la indiferencia y la cobardía.
Cada golpe que recibió le causó mucho dolor, y no precisamente físico, estaba herido en su orgullo, en su honra. Después de haber sido el gran Alfa de su manada, se arrastraba por el piso como un cachorro abandonado y ciego.
«Maldito Mirkay, no mereces llamarte hermano» Gritó enfurecido, su corazón estaba oprimido y al recordar el peso de la traición de las dos personas que más amaba, sabía que jamás podría volver a confiar en alguien.
Apretó los dientes, y su voz salió ronca, envenenada por el rencor: “¿Este es tu plan, diosa? ¡Pues maldigo cada segundo de la vida que me dejaste! ¡Ojalá me hubiera llevado la muerte antes que arrastrarme por este infierno disfrazado de destino!”
***
—¡Lyra, ven aquí! ¡Encontré a un hombre, rápido!
—¿Un hombre por estos lados? Qué raro… —Lyra guardó su arma de cacería y se dirigió al punto desde donde Helga la llamaba. Pero al verlo, sus ojos se iluminaron y su corazón se desbocó.
—No... no puede ser cierto. ¿Qué hace aquí? —se agachó junto al cuerpo, temblorosa, y comprobó que Kael aún respiraba.—Helga, ayúdame, por favor. Trae el auto. Está herido, muy mal, debemos llevarlo con nosotras.
—¿Lo conoces? —preguntó Helga, confundida.
—Sí… es Kael —su nombre escapó de los labios de Lyra con nostalgia.
—¿Kael? ¿El Alfa exiliado de la manada Luna Oscura? ¿Qué demonios le pasó? No podemos llevarlo a casa, Lyra, es peligroso.
Lyra ya comenzaba a atarlo con decisión, preparándose para levantarlo. Negó con la cabeza, no iba a dejarlo ahí, no a él, no después de todo lo que había pasado, no podría vivir con ese cargo de conciencia.
—No voy a dejarlo aquí tirado como un animal moribundo. ¡ayúdame!
—Pero… Tenemos que llevar la cena. Nos están esperando, y si llegamos con las manos vacías, sabes bien que podríamos ser nosotras el plato principal —murmuró Helga, completamente nerviosa.
Pero a Lyra no le importó, siempre estaba ahí para Kael.
—Pasaremos por una carnicería y llevaremos carne. No entiendo por qué siguen obligándonos a cazar —bufó Lyra, mientras con fuerza levantaba el cuerpo de Kael. Con la ayuda de Helga, lo acomodó sobre sus hombros y lo subieron al auto.
Lyra no era más que una omega, una esclava destinada a cocinar y abastecer de alimento a la manada. Pero a pesar de su rango, era fuerte, orgullosa, indomable. Antes de regresar, compraron suficiente carne para evitar preguntas y castigos. Cuando por fin llegaron, entre ambas colocaron a Kael sobre la cama de Lyra.
—Gracias, Helga. Yo me hago cargo.
—¿Tienes idea del problema en el que nos meteremos si descubren que Kael está aquí?
—Lo sé —respondió Lyra, firme—. Pero me hago responsable, yo quiero cuidarlo.
Tomó una tina con agua, una toalla limpia y comenzó a colocar paños húmedos sobre su frente, intentando aliviarle la fiebre y limpiar sus heridas con delicadeza.
—Maldita sea, Lyra… no quiero estar en tu lugar —murmuró Helga antes de marcharse, cerrando tras de sí la puerta de la pequeña cabaña.
Y así, durante el resto de la noche y buena parte de la madrugada, Lyra se mantuvo a su lado. Limpió cada herida, vigiló su respiración, acarició su piel ardiente… y protegió su sueño como si su vida dependiera de ello.
La mañana siguiente llegó, y los primeros rayos del sol se filtraron por la ventana de aquella humilde cabaña. Lyra, agotada por la vigilia, dormía recostada al borde de la cama, mientras Kael, con esfuerzo, abrió los ojos.
¿Qué era ese aroma?
Confundido, Kael notó de inmediato que no estaba en el bosque... ni en su mansión. Estaba en una cama desconocida, pero ese hedor… lo sacaba de quicio.
—¿Dónde estoy? —murmuró con la voz ronca, la garganta le ardía por la resequedad.
Lyra despertó sobresaltada y, al verlo consciente, no pudo evitar sonreír.
—Alfa…
«Esa voz, ese aroma. ¡Ese maldito aroma!», gruñó para sí mismo. De golpe, intentó incorporarse.
—¡Lyra! ¿Qué carajos hago en tu casa? —rugió, y en un instante lanzó la taza de agua al otro extremo de la habitación. Con una furia descontrolada, barrió todo lo que estaba a su alcance. Algunos trastes estallaron contra el suelo.
—Kael… Alfa… por favor —Lyra se cubrió la cabeza, aterrada.
—¿Por qué me trajiste del bosque? Diosa... hubiera preferido morir allí antes que ser salvado por ti
—Yo… te encontré muy mal. No podía dejarte así. Por favor, estás herido. Necesitas descansar, necesitas—
—¡No me pidas que me calme, Lyra! —la interrumpió con un grito feroz—. Nadie quiere tu estúpida compasión. No quiero estar en este maldito agujero… y mucho menos contigo.
—Kael… yo solo quería ayudarte. Te sacaron de la manada, quieren verte muerto. Solo intento protegerte… como nadie más lo haría.
Su voz se quebró, pero sus ojos seguían fijos en él. No había odio en su mirada, él nunca la quiso ni reconoció sus sentimientos, sin embargo, ella se mantenía firme en lo que sentía por él.
—No necesito que una omega de bajo rango como tú me ayude, ¡y menos por compasión! —espetó Kael con desprecio—. ¡Me largo de esta maldita cabaña apestosa!
Con esfuerzo, intentó levantarse de la cama, pero su cuerpo, debilitado y roto, lo traicionó. Apenas logró incorporarse, cayó de nuevo sobre el colchón con un gruñido de frustración.
Estaba ciego. No podía orientarse, no podía ver nada, sus ojos eran inútiles. Todo lo que tenía ahora era su olfato, y el olor del hogar de Lyra lo descontrolaba, no le permitía dirigirse con seguridad a algún lado. Olía a pobreza, a resignación, a todo lo que había aborrecido toda su vida.
—Kael, por favor… —Lyra se acercó para ayudarlo, pero él se apartó con brusquedad.
—¡No me toques! Prefiero morir antes que quedarme aquí contigo. ¡No eres más que una sirvienta!
Lyra bajó la mirada. Las palabras de Kael la golpearon como cuchillas, su pecho dolía. Desde que era una niña, lo amaba con una fuerza callada e infinita, dispuesta a todo por él. Pero todos se reían de su amor silencioso, nadie tomaba en serio el deseo de una omega insignificante, y mucho menos él, que siempre la había mirado con desdén... como si su existencia fuera una completa burla.
—Me largo de aquí —gruñó Kael, e intentó incorporarse una vez más. Pero sus piernas, fracturadas por las golpizas recibidas antes de su exilio, flaquearon. Perdió el equilibrio y cayó hacia el suelo. Kael quedó en silencio por un instante, y luego estalló en una carcajada desquiciada.
—¿Te gusta lo que ves? —escupió con rabia—. Ahora soy un inútil, un lisiado. ¿Te sientes superior por fin?Lyra, que estaba cerca, reaccionó de inmediato. Lo abrazó por la espalda, atrapándolo entre sus brazos.
Su contacto fue cálido, lo abrazó queriendo protegerlo. La forma en que Kael parecía listo para acabar con su vida en cualquier momento la hacía sentir incómoda.
—No es así. No voy a dejar que te lastimes más… aunque tú me odies. Aunque desees nunca haber despertado aquí. No pienso soltarte, Kael, estoy aquí para cuidarte siempre.
Inmediatamente, Kael sintió que el contacto de Lyra lo quemaba. Un estallido de furia desmedida recorrió su cuerpo, y sin pensar, la empujó con tal violencia que ella cayó al suelo.
—No necesito que me cuides —rugió, su voz estaba llena de desprecio—. Si fueras la última mujer sobre la Tierra, no me importaría. El hecho de que mi compañera me haya rechazado no significa que ahora me fijaría en una omega tan insignificante como tú. Primero, prefiero morir.
Un largo año había transcurrido desde la última vez que Kael habló con Lyra. Aquella llamada, aunque le dio un atisbo de paz al saber que ella seguía con vida, también terminó de sepultar su alma. Desde entonces, Kael se convirtió en un Alfa distante, enfocado únicamente en delegar con precisión cada responsabilidad de su manada. No volvió a mostrarse abiertamente ante su gente, y evitaba cualquier situación que lo expusiera emocionalmente.Su beta conocía la verdad, pero por temor a verlo nuevamente sumido en la oscuridad, eligió guardar silencio. Fue solo cuando Ferrer le comunicó que Lyra había despertado, que Arkan sintió que no podía seguir callando.—Kael, no puedes seguir encerrado entre estas cuatro paredes. Te estás destruyendo. Necesitas una Luna, y también retomar el control de tus negocios — Arkan intentó persuadirlo.Kael dejó el bolígrafo sobre la mesa con fuerza, y se levantó de golpe, molesto.—¿Todos los días lo mismo, beta? ¿De verdad? ¿Vas a seguir diciéndome qué d
Lyra ya no podía levantarse de la cama, pero al menos había tenido la oportunidad de hablar con Kael una última vez. Se esforzaba por mantenerse serena por el bien de su pequeña hija, aunque no era su mente la que comenzaba a fallarle… era su cuerpo. Su aspecto era aterrador, parecía un espectro, lucía como si su esqueleto estuviera forrado apenas por unos pellejos de cuero, y ni hablar de su loba, estaba completamente muerta. Lyra, solamente estaba viva por su parte humana.Como un rayo de luz en medio de la oscuridad, la puerta de su habitación se abrió de golpe. Ferrer entró junto al médico que le había ofrecido el tratamiento y corrió hacia ella.—¡Lyra! Llegaron los medicamentos. Por fin podremos controlar la enfermedad.Ella intentó decir algo, pero no pudo articular palabra. El médico se acercó de inmediato y comenzó a canalizarla.—Debemos comenzar cuanto antes —advirtió con seriedad—. Si no lo hacemos ahora, podríamos perderla.Ferrer se quedó de pie, con los brazos cruzados
—Sigo insistiendo en que esto es una locura, Alfa —reprochó Arkan sin descanso, mientras Kael conducía con determinación hacia el territorio de la manada de Ferrer.—¿Locura? Hermano, ¿tienes idea de cuánto tiempo llevo buscando a Lyra? Han sido meses… y cada noche la sueño. La veo en mis pensamientos, cambiada, debilitada. Me estoy volviendo loco por verla, por oír de sus labios qué fue lo que pasó.—¿Y si te llevas otra decepción? ¿Crees que podrías resistirlo una segunda vez? —bufó Arkan con frustración. Pero Kael conducía como si estuviera a punto de reencontrarse con el amor de su vida.Apenas cruzaron las fronteras de la manada, Kael comenzó a ponerse inquieto. Su lobo vibraba de emoción; sentía que Lyra estaba cerca. Su corazón latía con fuerza… su aroma estaba en el aire.Cuando estacionó frente a la mansión de Ferrer, Kael fue el primero en bajar. Caminó con prisa hasta la puerta principal y golpeó con fuerza. Arkan lo siguió, aún con el ceño fruncido.Apenas se abrió la puer
Lyra no dejaba de pensar en la felicidad de Kael, ni siquiera por un instante. Incluso en su lecho de muerte, cuando toda esperanza de vida se desvanecía, su única preocupación seguía siendo él.Ya no podía levantarse de la cama. Sus piernas flaqueaban y sus músculos habían perdido toda fuerza. Los medicamentos del tratamiento, que supuestamente prolongarían su vida, aún no llegaban, y cada nuevo día se convertía en un tormento interminable.—¿Estás lista? —preguntó Ferrer, todavía en desacuerdo con su decisión.—Sí, Ferrer. Cita a Arkan y cuéntale todo. Dile que fui yo quien decidió irse contigo, que tú trataste de evitarlo, pero que te busqué... y que ahora soy tu mujer.Ferrer cerró los ojos, conteniendo la punzada de culpa que eso representaba, sabiendo el golpe que significaría para Kael. Pero las cartas ya estaban echadas. Una vez que Lyra muriera, él se encargaría de entregarle la carta que ella había dejado escrita para él.Esa misma tarde, Ferrer citó a Arkan con el pretexto
—¡Por supuesto que no soy yo! ¡Eres una loba traicionera, malintencionada! —rugió Kael con furia, haciendo que Artemisa se sobresaltara y el recién nacido rompiera en llanto.Una de las parteras se apresuró a tomar al bebé en brazos para calmarlo, mientras Kael, consumido por la rabia, era incapaz de encontrar un solo rastro de compasión en su corazón. La maldad de Artemisa lo había cegado por completo.—¡Kael! ¡Sí es tu hijo! —exclamó ella, desesperada—. Solo lo sostuviste unos segundos. No sentiste el vínculo porque no le diste tiempo a mi pequeño cachorro de conectarse contigo.Kael sudaba frío. Sentía cómo su ira le subía por el pecho como una marea incontrolable, amenazando con hacerlo estallar. Apretó los puños y, en un arrebato de frustración, golpeó la pared con tanta fuerza que sus nudillos se partieron, dejando manchas de sangre en el yeso.—¡Estás exiliada, Artemisa! Tú y ese niño deben abandonar la manada ahora mismo.—Kael, amor... ¡no! —rogó ella, con voz temblorosa.—¡N
La ceremonia concluyó, y tras un par de días de celebración en los que toda la manada festejó la unión de Kael y Artemisa, él era el único que no compartía esa alegría.Se había recluido en su mansión, manteniendo contacto únicamente con Samuel, Sofía y Rose. Artemisa seguía viviendo en casa de sus padres, pues estaba a punto de dar a luz y, por razones evidentes, no se quedaba con Kael. Además, él no podía evitar sentir rechazo hacia ella.Desde el instante en que se casó, sus sentimientos hacia Artemisa se tornaron oscuros y repulsivos, al punto de alejarse por completo, sin importar que estuviera embarazada.Kael tampoco había dejado de buscar a Lyra. Aún se aferraba al mensaje que le había enviado aquel desconocido y continuaba agotando todas las opciones. Parecía estar cerca. Algunos aseguraban que una loba nueva había llegado a la manada de Ferrer, pero sus características no coincidían con las de Lyra. Aun así, él estaba decidido a descubrir quién era esa loba misteriosa.***K
Último capítulo