Con los días, Kael comenzó a aceptar su nueva condición y, aunque le costó, terminó tomando el bastón que Lyra le había comprado.
—Maldita sea, Lyra, ¿qué tan difícil puede ser usar un bastón? —protestó, frustrado.
—Bueno, puede ser complicado porque nunca lo has usado, Kael. Todos tenemos algo que aprender, no importa si es con un bastón o cualquier otra cosa nueva —respondió ella con calma.
Kael se levantó de nuevo y, con un golpe brusco, movió el bastón, haciendo que tropezara torpemente con la puerta del departamento.
—¡Mierda! Ni creas que voy a salir con esto a la calle, ¡podría ser peor!
—Kael, recuerda que el bastón es tu herramienta. Es lo que te ayudará a no tropezarte. Debe moverse con naturalidad, con seguridad. No te caerás, al menos no antes que el bastón —respondió Lyra, sonriendo suavemente. No quería que él se sintiera peor.
En ese momento, alguien llamó a la puerta. Kael retrocedió al percibir un aroma familiar, y gruñó.
—No puede ser.
Lyra abrió la puerta y allí est