Ya no había nada ni nadie que pudiera separarlos. Kael y Lyra se amaban con una intensidad que desafiaba todo lo vivido, y sin importar las circunstancias, lo único que deseaban era permanecer juntos.
Kael había vuelto a la oscuridad; su vista se había desvanecido una vez más. Pero Lyra se convirtió en su guía, su apoyo incondicional. Meses después, sin necesidad del consejo de ancianos y sin obstáculos que los detuvieran, finalmente se casaron.
Juntos, caminaban lentamente por el sendero iluminado por antorchas que los conducía al altar. Kael, aunque ciego, avanzaba con la certeza que solo puede dar lo que guardaba en su corazón. Lyra lo guiaba, apretando firmemente su mano, siendo ella su bastón. A su alrededor, el susurro de la manada y el rumor de las hojas les ofrecían su bendición.
—Hoy —dijo Kael, con voz segura— será el verdadero comienzo de nuestra unión ante la manada.
Lyra sonrió, apoyando la mano libre sobre su vientre con ternura.
—Y también, el inicio de una vida juntos…