Mundo de ficçãoIniciar sessãoTras un devastador accidente, Oliver Grant, un joven CEO acostumbrado al poder, despierta a una realidad cruel: ya no puede caminar, ha perdido el control de su propia vida y la mujer que amaba. Consumido por la rabia, la impotencia y el corazón roto, se convierte en un paciente imposible de tratar. Hasta que ella llega. Emma, una enfermera fuerte, sensible y marcada por su propio pasado, es asignada para cuidarlo cuando nadie más quiere hacerlo. Desde el primer día, Oliver la rechaza, la provoca, la hiere… pero también depende de ella más de lo que quiere admitir. Porque Emma es la única que conoce su dolor, la única capaz de levantarlo de la silla de ruedas, del suelo… y del abismo en el que vive. Pero ambos guardan secretos. Y cuando una traición, un embarazo inesperado, una ex novia peligrosa y una lucha interna por recuperar su vida amenazan con separarlos, deberán decidir si lo que sienten es real… o si no son más que dos almas rotas aferrándose la una a la otra. Porque a veces, el amor llega justo cuando la vida parece haberse detenido. Y un corazón roto puede volver a latir… si alguien tiene el valor de tocarlo
Ler maisOliver regresaba de un largo viaje en el extranjero; emocionado por volver a su hogar, pero sobre todo por reencontrarse con su novia.
Barbara y él llevaban años siendo pareja, pero se conocían desde hacía mucho tiempo atrás. La verdad es que no fue sino hasta ese largo viaje que se dio cuenta de que su ausencia le dolía demasiado, que no tenerla a su lado le parecía algo antinatural y estaba dispuesto a cambiar eso para siempre.
Una vez estuvo seguro de lo que quería, no perdió el tiempo en tomar los pasos necesarios para lograrlo.
Al detenerse en una intersección, levantó el rostro viéndose de reojo en el espejo retrovisor y lo que vio le sorprendió. Vio a un hombre locamente enamorado e inmensamente feliz; sus ojos brillaban y tenía una sonrisa que no podía borrar de sus labios, al grado de que sus mejillas comenzaban a doler. Sacó entonces del bolsillo de su saco el objeto que cambiaría su futuro para siempre, el símbolo de su felicidad. Aunque solía ser un tanto impulsivo cuando estaba emocionado, en esa ocasión no fue así y se tomó su tiempo en esa importante decisión. Eligió el anillo más hermoso y exclusivo que pudo conseguir, pues deseaba lo mejor para su novia, misma que estaba seguro muy pronto se convertiría en su prometida.
Esta tan concentrado en sus propios pensamientos, que no se dio cuenta de que la luz del semáforo había cambiado. Fue de ese modo hasta que escucho los cláxones de los autos a sus espaldas. Comenzó entonces a avanzar y justo cuando atravesaba la intercepción con una tonta sonrisa en los labios, sintió un fuerte golpe en un costado del auto.
En cuestión de segundos escucho el chirrido del metal retorciéndose, el cristal incrustándose en piel y un dolor agónico antes de que la obscuridad comenzara a reclamarlo.
Lo último que vio fue el anillo salir volando y luego todo fue un vacío absoluto.
Habían pasado más de 9 meses desde el accidente; 6 de los cuales había estado en su casa, recluido en su habitación. No deseaba ver a nadie; apenas dejaba que lo atendieran para asearse y solo si era algún miembro de su familia o los más antiguos empleados de su hogar. Había dejado de lado su trabajo como Ceo de la empresa familiar, ya que en su situación eso era lo que menos le importaba; además de que no soportaba la sola idea de que nadie lo viera en ese estado. Se había negado a salir o recibir visitas, recluyéndose por completo y su familia no sabía qué hacer para ayudarlo.
Los doctores eran objetivos en cuanto a que, en su situación, era difícil que mejorara; pero aun así aconsejaban que hiciera terapias de rehabilitación para intentarlo. Además, les instaban a contratar una enfermera que le ayudase en sus necesidades, liberando así de esa responsabilidad a su familia y que estos pudiesen reanudar sus vidas.
Desafortunadamente, esa no había sido una labor fácil. Habían contratado a más de una docena de las mejores enfermeras que el dinero podía pagar y ninguna de ella había sido capaz de soportar los desplantes o majaderías que Oliver les hacía constantemente. Todas se disculpaban y se marchaban, justificándose con que no podían cuidar de él si este no lo deseaba.
Su familia estaba desesperada, no sabían que más hacer con él y eso les tenía sinceramente desesperados.
Seis meses después...Emma había conseguido trabajo como instructora en un importante hospital ahí mismo en la ciudad para enseñar a las familias a tratar y aplicar ellos mismos los ejercicios a sus seres queridos con dificultades de movilidad o parálisis. Era algo muy parecido a lo que hacía en el centro de rehabilitación, más ahora podría hacerlo en plena cuidad. También instruía a enfermeras recién salidas de la carrera, lo cual era una excelente oportunidad para ella dada su condición y las dificultades que está representa.Los directivos del hospital quedaron impresionados con sus referencias y no dudaron en contratarla, no encontrando objeción alguna con su condición. Al contrario, lo encontraron muy admirable; además de que creían no había nadie mejor que ella para dar un claro ejemplo de lo que necesitarían hacer por los pacientes y también de que se podía salir adelante. Habían escuchado de su forma de trabajar y no encontraban objeción alguna con eso, todo lo cual era perfe
Los últimos rayos del sol iluminaban el cielo y comenzaban a encenderse las luces que alumbrarían el jardín. Las flores aún estaban frescas y esparcían sus dulces aromas por el jardín; todo había sido sin duda perfecto.Oliver entonces volteo a ver a Emma.—Hay algo que nunca te he preguntado y que me gustaría saber —reconoció, mostrándose un tanto enigmático al respecto, lo cual llamo enseguida la atención de Emma.—¿De qué se trata? —le preguntó, confusa por lo que pudiera ser y es que habían existido tantos malentendidos entre ellos, que la sola mención de una duda del pasado le ponía alerta y no podía evitarlo.Oliver se dio cuenta de que sus palabras habían hecho que se pudiera un tanto a la defensiva; así que se apresuró a hablar y así tranquilizarla.—Descuida, no es nada malo —le aseguro, acercando un poco más su silla hacia ella.—¿Entonces que sucede? —le cuestiono sin llegar a comprender lo que pasaba.—¿Recuerdas la noche en que acudimos a esa fiesta de recaudación de fond
La abrazo y beso muy emocionado, tanto que deseaba gritarlo a los cuatro vientos. Gritar que ella sería su esposa.—Emma hay algo más que debes saber —admitió, sentándose en el borde de la cama frente a ella.—Dime, anda —le insto.—Cuando los médicos te revisaron descubrieron algo más —comenzó a decirle, tratando de encontrar las palabras correctas.—Habla de una vez, que me estás asustando —le exigió, temiendo se tratase de algo malo.—Se que no es así como se supone que pase, pero así ha ocurrido. Las cosas entre nosotros nunca han sido del todo normales y está vez no será la excepción —le dijo, esperando hacerlo bien; pues jamás espero encontrarse en esa posición.—¡Oliver! —exclamó con firmeza.—Cariño. Estás embarazada, tendremos otro hijo —hablo al fin.Al escucharlo, Emma quedó pasmada por lo que acababa de oír y es que casi no podía dar crédito.—¿Como dices? —le preguntó un tanto alterada.—Estamos esperando un bebé, el fruto de nuestro amor —repitió, intentado decirlo de la
Algunas horas después, Emma comenzó a despertar y los médicos le permitieron a Oliver pasar a verla. Dada la gravedad de lo que habían pasado tuvieron una consideración y permitieron que Paul entrara también.Emma se sentía muy cansada; sabía que era el efecto del sedante que aún estaba en su sistema y es que había salido de una cirugía, podía reconocer muy bien las sensaciones. Tenía la mente tan embotada que no podía recordar nada de lo que había pasado y es que todo le era muy confuso.Entonces de pronto escucho como la puerta se abría y creyó se podía tratar de alguna enfermera, más cuando sintió unas pequeñas manos cálidas en su rostro supo que no era así. Al abrir los ojos vio a su lado en la cama a Paul, quién la veía con una radiante sonrisa.—Mamá —la llamo con alegría.—¡Paul! Mi vida me parece que estoy soñando, no puede ser de otra forma —dijo, recordando entonces lo que sucedió; que Barbara tenía a su hijo.—Este no es ningún sueño, es nuestro hijo. Él está aquí de vuelta
Luego de un momento en silencio, este le volvió a hablar.—Temo que tendrá que rendir su declaración sobre lo ocurrido —le informó, pues había que seguir un procesó.—Lo aré, pero como entenderá ahora solo quiero poder llevar a mi hijo con su madre y que sepa que está bien —le respondió, siendo esa su principal preocupación sin duda.—De acuerdo, en ese caso enviaré a unos compañeros a que tomen su declaración y la de la señora Emma —se mostró comprensivo y amable con este.—Gracias y no solo por esto, sino por todo lo que ha hecho —le agradeció, consciente de todo lo que le ayudo para que pudiera tener de nuevo a su hijo en sus brazos.—Ha sido un placer —respondió, mostrándose servicial.El detective se disponía a alejarse, cuando de pronto este le detuvo.—El cuerpo de Barbara... —le decía con un nudo en la garganta.—Será entregado a su familia —contestó, dando por hecho que era eso lo que le preocupaba.Ambos entonces se despidieron con un leve asentamiento de cabeza, esperando n
Oliver sabía que no podía permitirlo, no podría vivir sin él y para evitarlo estaba dispuesto incluso a sacrificar su propia vida.—Te mentí —dijo de pronto.—¿En qué? —intento entender Barbara, desviando su atención de Paul hacia él.—Emma está muerta —mintió abiertamente y sin ningún reparo al hacerlo.—No te creo —aseguro esta para su desgracia, más Oliver no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.—Es verdad, solo que creí que si lo sabías podrías estar asustada y no querrías hablar conmigo. Es cierto lo que te digo —reitero, infundiendo a sus palabras toda la seguridad que podía.—¿Murió? —le cuestiono un tanto dudosa, lo cual ya era un punto a su favor.—Así es, se desangro antes de que logramos encontrarla —altero la realidad, usando parte de la misma para volver su engaño mucho más creíble.—Eso no cambia las cosas en absoluto —le aseguro.—Claro que lo hace —respondió este enseguida y antes de que tuviera tiempo para pensar las cosas.—¿Como? —deseo entender, esperando qu
Último capítulo