A pesar las presiones familiares a las que se enfrentaba Alexander Walton al pedirle un heredero, era algo que no le importaba, prefería vivir lejos de su familia para poder hacer lo que quisiera. Sin embargo una terrible noticia hará que reconsidere sus prioridades en la vida, y cambie su perspectiva, necesitando un heredero para tener a quien dejar su cuantiosa fortuna, por lo que buscará los medios para que ese primogénito llegue al mundo. Sin imaginar que ya fueron concebidos en una apasionante noche, con una completa desconocida; con la cual se encontrará años después. Sin recordar al hombre con procreó a los pequeños, Madison Davis, una humilde joven, hace todo por sacar adelante a sus hijos. Gracias a que nunca suele darse por vencida continúa con sus estudios, además que con la ayuda de una gran amiga, logra ingresar a una importante empresa, sin imaginar a quién pertenece. ¿Qué hará Alexander al saber que aquel hijo que busca tener, ya existe? ¿Existirá alguna posibilidad para que se enamoren Madison y Alexander? ¿Qué sucederá cuando se descubra el secreto que guarda sigilosamente Alexander?
Ler maisNueva York, Estados Unidos.
La joven que hacía la limpieza en una de las torres residenciales más altas de Manhattan, se inclinó para tomar el cable de la aspiradora y revisar porque dejó de funcionar. Justo en ese instante la punta de unos deslumbrantes stilettos rojos, lo pisó.
Retiró los audífonos con los que escuchaba música y elevó su mirada con lentitud, distinguiendo una gran elegancia en las prendas que portaba aquella desconocida mujer, hasta que sus ojos color marrón admiraron su larga, lacia y dorada cabellera. En ese momento se irguió quedando frente a ella.
La rubia mujer de piel de porcelana, se retiró sus finas y costosas gafas de sol, para poder verla con todo el desprecio que su azulada mirada podía.
—Madison, ¿verdad? —aquella bermeja fémina cuestionó con mucha dureza.
Una electrizante sensación de escalofrío recorrió a la humilde muchacha.
—Sí, soy yo —respondió con voz temblorosa. — ¿Quién es usted?, ¿Qué está haciendo aquí?, ¿Cómo entró?
Aquella atractiva mujer carcajeó,divertida. Caminó con garbo y elegancia rodeando el cuerpo de la joven, mientras lo hacía la miró con desdén de arriba hacia abajo.
—Aquí las preguntas las hago yo —enfatizó con altanería—. Solo hay una que quiero saber: ¡¿DESDE HACE CUÁNTO TIEMPO TE ESTÁS REVOLCANDO CON MI MARIDO?!
Madison sacudió su rostro completamente confundida.
— ¿De qué me está hablando? —cuestionó con los ojos abiertos de par en par.
—Vaya que eres cínica —gruñó—. Tomó su móvil y le mostró la imagen de su pareja. — ¿El rostro de ‘mi James’ te parece familiar?
La respiración de Madison se entrecortó.
— ¡¿Está casado?! —exclamó con dificultad.
— ¿Acaso pensaste que un príncipe como él seguiría soltero y se fijaría en una… muerta de hambre como tú? —la señaló con su dedo índice—, a leguas se te nota lo corriente y pobretona que eres. Debo reconocer que el uniforme que portas de afanadora, te sienta bastante bien —se mofó.
—El dinero no lo es todo —refutó sin poderse escucharse con fuerza.
— ¿Y por qué crees que mi esposo te tomó para divertirse un tiempo? —ladeó los labios con malicia—, ni siquiera podría llamar a esto una aventura, porque no es un hombre de malos gustos. —La barrió con su fría mirada—, no eres la primera —puntualizó—, pero te aseguro que serás la última.
— ¡Ya basta! —se retiró el pulcro delantal que usaba como parte de su uniforme, tomó su pequeño bolso, y se giró en su eje—, no tengo porque seguir escuchándola. —Dio un par de pasos hacia la puerta percibiendo como sus piernas temblaban literalmente como una gelatina.
—Por tu propio bien, tendrás que hacerlo —advirtió—, además, le puse llave a la puerta. —Las sacó del bolsillo de su abrigo y se las mostró.
Madison intentó con todas sus fuerzas abrir, sin poder hacerlo, su corazón se agitó temiendo por su integridad, entonces un par de lágrimas corrieron sobre sus mejillas.
— ¿Qué es lo que quiere? —cuestionó volteando para encararla.
—Parece que a las… de tu clase no les enseñan a hablar con propiedad. —Se acercó a la joven, quien se arrinconó en la puerta. — ¿Qué es lo que desea… señora Moore?
Madison se sintió como un animalito acorralado, ante ella, aunque intentaba no llorar, no pudo evitar hacerlo frente a ella.
— ¿Qué es… lo que desea… señora… Moore?
—Se escucha mucho mejor y más si proviene de tus labios. —La tomó del mentón y presionó con fuerza—, voy a hacerte un favor. Te daré un consejo, te aseguró, que será el mejor que te puedan dar en tu inmunda vida —refirió y la soltó—, pero quién podría hacerlo, si no eres más que una pobre huérfana, desamparada. —Carcajeó.
—No necesito nada suyo, solo déjeme salir —suplicó—, no volverán a saber nada de mí.
—De eso estoy muy segura, porque si te atreves a volver a su vida, personalmente me encargaré de que desaparezcas del mapa, total ¿quién podría extrañarte?
Las palabras de aquella mujer retumbaron en su cabeza, era cierto, nadie podría echarla de menos porque estaba más sola que nadie.
—Hable ya —solicitó con un toque de valía.
—Las mujerzuelas de tu clase, no tienen alguna esperanza de que un hombre del estatus y la elegancia como la que tiene ‘mi James’, ponga sus ojos en alguien tan insignificante como tú. —Grábatelo en esa cabeza hueca. —Colocó su dedo índice en la sien de la joven dando algunos golpes—. Búscate un tipo igual de corriente que tú, que compre la ropa y los zapatos en las mismas baratas de tu barrio. O puedes dedicarte a trabajar en las esquinas, como la mujerzuela que eres, ya tienes experiencia. —Acomodó su rubia cabellera—, estoy segura que mi esposo te debió enseñar algunos truquitos en la cama. —Alzó su mano con la intención de abofetearla un par de veces, pero se controló.
Madison se cubrió con ambas manos su rostro.
— ¡Déjame ir! —gritó sintiendo las mejillas enrojecidas de vergüenza.
—Solo respondeme una última pregunta. —La miró con frialdad. — ¿Con esto será suficiente para cubrir los servicios que le brindaste a mi esposo? —Tomó de su bolsillo una cantidad de billetes y los metió entre sus dedos, entonces procedió a abrirle.
La chica salió sintiendo que todo su cuerpo temblaba.
—Por cierto, soy la señora Alyson de Moore, la dueña del piso donde te venías a revolcar con mi marido —aseveró.
***
En cuanto escuchó que la puerta se cerró, corrió con desesperación hacia el ascensor, soltando aquellos billetes que le dio la esposa de James. Justo cuando sus temblorosos dedos estaban por solicitar el elevador, las puertas se abrieron.
Madison abrió los ojos de par en par al toparse con James ahí, retrocedió un pequeño paso.
—Madi, ¿Qué te ocurre? —cuestionó y enfocó sus verdes ojos sobre ella.
Con gran dificultad ella volvió a retroceder, para evitar que se acercara.
— ¿Qué fue lo que te hicieron? —preguntó con desespero al ver la gran palidez en su rostro y su evidente aflicción. — ¿Por qué lloras mi niña bonita?, vamos a mi apartamento para que hablemos —solicitó sonriente.
Pasó sus dedos pulgares sobre sus mejillas, para ayudarse a retirar aquellas lágrimas que no le permitían mirarlo a los ojos, para ver la expresión que pondría.
—Te refieres al apartamento de la señora Moore —pronunció con dificultad—, ella es la dueña, ¿o no?
Aquella sonrisa que le hacía lucir una alineada y perfecta dentadura, fue cambiando poco a poco al escucharla hablar.
— ¿Aly… está en el apartamento? —palideció al comprender lo ocurrido, entonces desvió su atención de Madison. — ¡No puede ser! —exclamó y caminó a grandes zancadas por el pasillo, para ingresar al departamento.
Madison ingresó al ascensor, antes de que las puertas se cerrarán en su totalidad, sus miradas se encontraron por un instante. La joven inclinó su rostro llena de decepción, su pecho ardía como nunca antes lo había hecho, a su corta edad, le acababan de romper el corazón de una forma despiadada, como si se lo hubieran arrancado y en ese instante se lo hubieran devorado una jauría de lobos.
— ¿Qué hice para merecer esto? —se cuestionó al salir de aquellas lujosas torres, deseando perderse entre la marea de personas que transitaban entre las calles de la ciudad.
Cancún, Quintana Roo, México. Dos años después. Sentado sobre una de las cómodas tumbonas de la zona de la playa, Alexander disfrutaba de la hermosa vista, que tenía el color turquesa del mar. Cerró sus ojos apreciando la brisa marina, y el olor a sal. Tomó la refrescante bebida que solicitó, y bebió un par de sorbos, enfocó su verdosa mirada en Madison y en los gemelos, quienes estaban sentados sobre la calidez de la fina arena. Sonrió con emoción al apreciar el abultado vientre de su mujer, eran cinco meses los que llevaba de gestación, y la sola idea de volver a ser papá lo tenía loco. Un gran suspiro emergió desde el fondo de su alma, al verla ponerse de pie, su cuerpo le pareció etéreo, sin poder evitarlo la recorrió con parsimonia, a través de sus gafas oscuras. Fueron largas noches, en las que Madison, despertó teniendo pesadillas; sin embargo, siempre encontró el consuelo y la seguridad que necesitaba, entre la calidez de los brazos de su esposo. Nunca se dio por vencida y
Semanas después.Alexander se colocaba el par de gemelos en los puños de su impecable camisa blanca. Se acercó al espejo, y sonrió sin poder evitarlo al ver lo bien que lucía colocándose su elegante moño, para finalizar de alistarse con aquel elegante smoking, que usaba en uno de los días más importantes de vida.Se colocó la loción favorita esa que a Madison no solo le gustaba, sino que le encantaba, podía asegurar que la enloquecía. Sabía que con eso no se resistiría ante sus encantos, sonrió ladeando los labios, ante sus pecaminosos pensamientos.—Resiste son solo unas horas —expresó para sí mismo, sintiendo un fuerte deseo por tenerla entre sus brazos. Sacudió su rostro al escuchar que tocaron a su puerta, además que uno de sus pequeños, lo llamaban con evidente molestia.— ¡Papá! abre la puerta —exclamó Liam golpeando con el pie.Alexander caminó para saber lo que le ocurría, ya que solía desesperarse con rapidez, y a llorar.— ¿Qué necesitas? —preguntó y sonrió con ternura al ve
En horas tempranas, Luke ingresó a la oficina del agente Mckay.—Le agradezco que me atendiera. —Le entregó un vaso de café y colocó la charola que contenía dos más, tomó el suyo—, este es para su compañero —indicó y le dio también una caja con donas.—También se lo agradezco —expresó el hombre—, con los horarios que manejamos, nunca alcanzamos a desayunar.—Lo imaginé —respondió él y bebió un sorbo de su bebida. — ¿Qué sabe sobre la muerte de la doctora? —indagó.El hombre resopló y le entregó el reporte del forense.—Vealo usted mismo.Luke comenzó a leer con detenimiento cada una de las hojas que le entregó, además de ver las fotografías de su cuerpo.—Está muy claro lo que le ocurrió —mencionó.—Así es, no se puede culpar al señor Alexander por su crímen. —Presionó con fuerza sus labios para no decir más.—Espero que con esto, no vuelvan a molestarlo —solicitó.—Estaremos en contacto con él, es una pena que una mujer tan hermosa como lo era la doctora, perdiera la vida por un homb
Alexander salió del vehículo de los agentes y detrás los alcanzó Luke, caminó a grandes zancadas a un lado de su amigo. Al ingresar a la oficina de uno de ellos, tomaron asiento aún sin comprender. — ¿Qué es lo que ocurre? —agente Mckay. — ¿Por qué actúan de forma tan misteriosa? —cuestionó Luke. — ¿Acaso mi cliente está en algún problema legal? — ¿Conocen a la doctora Olivia Delaware? —cuestionó. —Sí, así es —respondió Alexander. —Hasta que no estemos enterados de lo que está sucediendo, no respondas nada —intervino Luke—. Soy su abogado —refirió. El agente se aclaró la garganta. —Anoche recibimos una llamada de auxilio, por parte de la doctora, dijo que tuvo un enfrentamiento con el señor Alexander Walton y que la amenazó. —Las cosas no son así —respondió Luke—, tenemos evidencias contundentes sobre eso —expresó. —Esta mañana…, encontramos a la doctora sin vida —el agente se aclaró la garganta. — ¿En dónde estuvo entre las 12:00 y las 6:00 de la mañana? —cuestionó. Alexande
Momentos más tarde, ingresó a la oficina de Alexander, Luke y tomó enseguida asiento.—Me acabo de enterar que estuvo hace un rato Olivia, aquí, ¿deseas que presentemos cargos, para solicitar una orden de restricción?—Por eso te llame, no deseo que se vuelva a acercar a Madison o a alguno de mis hijos —expresó con preocupación.—En este momento daré la indicación para que mi equipo se movilice y gestione lo que se requiera.—Te lo agradezco. —Suspiró profundo—, ella no está bien, necesita ayuda profesional, ¿crees que puedas hacer que soliciten una valoración con un psicólogo o un psiquiatra, no se que sea lo que requiera.—Veré que se puede hacer —indicó—. No anden solos —aconsejó.Se llevó las manos a su espesa cabellera y tiró.—Creí que ya tendríamos tranquilidad.—Así será, ya lo verás. Ella tendrá que atender su caso, por lo que seguro tendrá que volver a Toronto y allí permanecer.—Eso espero. —Recargó la cabeza sobre su silla de cuero.—No me siento tranquila, estando aquí y
Mike se sentó a su lado y colocó el vaso sobre la mesa de noche.— ¿Acaso dudas de mis intenciones? —cuestionó ladeando los labios sonriendo.Alison fijó su mirada en sus ojos color chocolate.—No, es solo que nadie se había tomado antes tantas atribuciones para conmigo —confesó.—No veo porqué no —refirió.En ese momento una de las empleadas ingresó sosteniendo una charola con dos platos de pastel y un par de capuccinos.—Espero que no le moleste que acabé de colocarle el betún de chocolate y algunos frutos rojos para decorar.La chica sonrió.—No, para nada —mencionó. — ¿Lo probaron? —cuestionó.—No, señorita, jamás haríamos algo así.Mike tomó una cucharita y lo degustó.—Pues deberían hacerlo, está buenísimo —confesó.— ¿En serio? —Alison abrió los ojos de par en par al ver su reacción.Tomó una cuchara y le dio a probar, mirándola con ternura.El cuerpo de la chica tembló al abrir la boca para probar, entonces supo que era verdad.—Sírvanse y prepárense una buena bebida —indicó a
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