Al salir al pasillo, se encontró con Paolo, quien la veía con horror. Este lo había escuchado todo y esperaba ver salir a la joven hecha un mar de lágrimas o alterada al menos, pero no fue de esa forma y es que parecía tan tranquila como cuando entró. Él, en cambio, sí la veía con angustia; además de que estaba acompañado por dos hombres más altos y fornidos, los cuales parecían ser guardias. Tal hecho no le preocupo en absoluto a Emma, quien les volteo a ver con tranquilidad.
—Descuiden, Oliver está muy bien. Solo necesita que le ayuden a salir de la cama y asearse —les aseguró.
Paolo se disponía a preguntarle lo ocurrido ahí adentro, cuando ella misma decidió decírselo y es que leía la pregunta en su rostro.
—Se negaba a salir de esa cama, así que he hecho lo necesario para sacarlo. Ahora lo mejor será que me marche o solo le pondré más alterado. No te molestes en acompañarme a la salida, que conozco el camino —le dijo sin demora, comenzando a caminar por el pasillo.
Una vez llegó al