Ella traía en sus manos una taza de té humeante.
—Te ordené que trajeras a mis hermanos; ¿dónde están? —le cuestiono muy enojado.
—Durmiendo, no pienso traerlos —le respondió, cerrando la puerta y sentándose en una silla cercana.
—¿Qué crees que estás haciendo? Ve ahora mismo por alguien que me ayude —ordenó, comenzado a desesperarse porque no hiciera lo que le pedía.
—Aquí estoy justo para hacer eso, sólo tiene que dejarme —le recordó con toda calma.
—Prefiero pasar la noche en el piso antes que dejar que te me acerques —sentenció con toda seguridad al respecto.
—Como quiera —accedió, comenzando a tomar su té con calma.
—Pagarás por esto que está haciendo, te despediré —le amenazo.
—Me temo que eso no será posible. Usted no fue quien me contrato, sino su madre y por ende solo ella puede decidir cuándo prescindir de mis servicios —le contesto sin dejarse amedrentar en absoluto.
—Eso ya lo veremos. Cuando mi madre se entere de esto te sacara de esta casa enseguida, de eso que no te que