Capitulo 1

Emilia se encontraba en su trabajo en un centro de rehabilitación en las afueras de la ciudad, en el cual trabajaba con niños pequeños y personas mayores con problemas de movilidad. Trabajaba ahí varios días a la semana, por lo cual el doctor Alvarez sabía bien donde encontrarla. Una vez llego al centro dio con ella en solo un par de minutos. 

Estaba en un pequeño jardín de flores, donde hablaba con un anciano en silla de ruedas. Este la veía con semblante severo, hasta que de pronto se relajo y le sonrió, entregándole una barra de chocolate que tenia oculta. Emilia entonces corto un trozo y se lo entrego, brindándole un giño. Justo entonces levanto el rostro y vio al doctor Alvarez, así que dejó al anciano disfrutando del sol de la tarde y se le acerco.

- ¿Qué lo trae por aquí doctor? - le cuestionó extrañada por su presencia. 

- Quería saber como estas y saludarte - le respondió con aparente sinceridad.

- Claro. Ahora digame por favor lo que le trae por aquí en realidad - le dijo sin creer en absoluto en sus palabras. 

- Eres demasiado lista para tu propio bien. Sin embargo es verdad, hay algo importante de lo que debo hablarte - reconoció.

- En ese caso digame de lo que se trata, no perdamos mas el tiempo - le animo con actitud formal, pero aun así había una cierta actitud de familiaridad entre ellos.

- Unos grandes amigos acudieron a mi por consejo - le dijo tendiéndole un folder lleno de papeles. 

Emilia los tomó y reviso por encima la información hay contenida, dándose una buena idea de la situación del paciente de quien era aquel detallado expediente medico.

- Parece que es un verdadero milagro que haya salido con vida del accidente y por lo que veo no es capaz de caminar, ¿cierto? - le cuestionó llegando a conclusiones un tanto aceleradas pero correctas.

- En efecto y sera verdaderamente difícil que vuelva a ponerse en pie, aunque no imposible y es que tú mejor que nadie sabe que los milagros existen - le dijo siendo un tanto bago en sus palabras, pero aun así se entendían el uno al otro.

- En efecto, pero no entiendo porque me muestra esto - le dijo sin andarse con rodeos.

- El problema en estos momentos es que esta deprimido, se niega a tomar su terapia y nadie es capaz de manejar su temperamento explosivo. Lo conozco desde hace años y siempre tuvo un carácter difícil, pero ahora todo es mucho peor - le contó tratando de que se hiciese una buena idea al respecto.

Al escuchar aquello Emilia cayó en cuenta al fin de lo que pasaba. 

- Necesitan ayuda y he pensado... - comenzó a decir, mas fue interrumpido por esta.

- Que yo podría hacerlo, pero no sera posible. Tengo trabajo importante que realizar, trabajo a tiempo parcial aquí; además claro de todas las horas extras que puedo conseguir. Suelo conseguir trabajos extra siempre que me es posible y no puedo ligarme a un sólo trabajo, tengo otras responsabilidades. Ademas sabe que suelo ser exigente en mi trabajo y que no todos pueden aceptarlo, así que no pondré esto en riesgo por algo que puede no funcionar. Usted mejor que nadie sabe que no puedo - le dijo siendo muy clara al respecto.

- Lo entiendo y ellos saben que tu forma de trabajar es especial, pero están dispuestos a hacer lo necesario por su hijo. Solo te pido que vallas a verlos y hablen un momento sin compromisos, hazlo por mi - le pidió apelando al cariño que le tenía.

- Esta bien, por usted iré. Mañana temprano antes del trabajo pasare a su casa y hablare con ellos, es lo mejor que puedo ofrecerle - le dijo siendo muy honesta.

- Es todo lo que pido. Entretanto revisa los documentos y piensa las cosas con calma - le aconsejó deseando que cambiase de opinión y accediera. 

A la mañana siguiente Emilia se presento a la dirección que el doctor Alvarez le dio, parándose ante una gran y hermosa mansión. La casa tenia varios guardias en la puerta principal, así que tuvo que identificarse y dejar que la revisaran antes de poder entrar siquiera a la propiedad. Lo hizo encontrándose en la puerta con una mujer madura, hermosa y distinguida, quien la observó con extrañeza.

- Buenos días, señora - le dijo Emilia en cuanto la vio. 

- Buenos días. ¿En que puedo ayudarte? - le cuestiono Luisa extrañada por su presencia, pues era temprano para visitas y por su forma de vestir no parecía ser para un asunto de la oficina y por ende la creyo una amiga de su hijo menor.

- ¿Es usted la señora Luisa Grant? - le cuestiono manteniendo una estricta formalidad.

- Así es; soy yo, ¿y usted es? -le cuestionó aun confundida por su identidad.

- Soy Emilia Saenz, el doctor Alvarez me envió. Me comentó que requerían de mis servicios como enfermera - le dijo sorprendiéndola aun mas, si es que eso era posible.

- ¿Usted es la enfermera de la que nos habló? - le cuestiono extrañada.

- Así es señora; pero si el puesto esta ocupado ya, me puedo marchar sin problema - le dijo permaneciendo tranquila, aun cuando veía en su cara dibujada una cierta expresión de incomodidad y tenía la sensación de que era debido a ella.

- No, claro que no. Ande pase - le instó haciéndose a un lado para permitirle el acceso a la casa. 

- ¿Sucede algo? - le cuestiono Emilia un tanto confundida por su actitud.

- Nada, es solo que no eres lo que esperábamos cuando el doctor Alvarez nos hablo de la enfermera que nos recomendaba para nuestro hijo. Lo cierto es que esperábamos a una mujer mayor, con mas experiencia - le dijo siendo muy sincera con lo que esperaban.

Ante si tenia a una joven delgada y menuda. Si las otras enfermeras de mayor experiencia no pudieron controlar a Oliver, dudaba mucho que esta jovencita fuese capaz de hacerlo.

- Entiendo su sentir, pero aquí tiene mi currículum por si quiere constatar mi experiencia. En el podrá ver los estudios que tengo y las referencias de mis antiguos pasientes y jefes - le dijo entregándole un folder con los documentos.

- La mejor recomendación que podrías tener es la de el doctor Alvarez, aun así le mostrare esto a mi marido para que pueda revisarlo. Por desgracia él no se encuentra en estos momentos.

Mientras hablaban se dirigían al despacho, cuando de pronto se toparon con una de las empleadas que se dirigía a las escaleras con una bandeja de desayuno.

- ¿Se lo llevas a Oliver? - le cuestionó Luisa deteniéndola.

- Así es señora - le dijo mostrándole los alimentos que llevaba. 

Emilia entonces aunque siendo un tanto atrevida decidió hablar e intervenir.

- Disculpe, ¿por qué desayuna en su habitación?. Perdón por el atrevimiento, pero según lo que el doctor Alvarez me dijo tiene 6 meses que abandono el hospital y según veo hay un elevador en el cual podría bajar para desayunar como el resto sin problema - le dijo siendo muy clara en sus dudas, aun cuando pudiese sonar un tanto intrusiva.

- Comprendo tu duda, es sólo que él ha decidido recluirse de forma permanente en su habitación y no hemos podido hacer nada para sacarlo. La verdad es que con el paso del tiempo hemos decidido dejarlo estar, pues lo consideramos lo mejor - dijo siendo muy honesta.

- Entiendo que lo decidieran y sobre todo que lo consideraran lo mejor dada la situación tan complicada que han atravesado, pero si me lo permite e independientemente de si decide contratarme, me gustaría verlo y hablar un poco con él - le dijo siendo muy propia al respecto.

Luisa lo sopesó un momento, pero ya que era solo una chica joven y pequeña no lo consideró un problema o peligro para él. Aun así no podía confiarse demasiado y cuando vio aparecer a Paolo su hijo menor, lo llamo.

- Hijo, lleva a esta joven al cuarto de tu hermano para que lo vea. Yo necesito hacer unas llamadas - le dijo refiriéndose a comprobar las referencias de Emilia.

Por lo que esta había visto en el poco tiempo que llevaba ahi, la familia parecía ser muy cuidadosa y no entendía si era cosa de ricos o si había algún motivo en especial para que sucediera. Sin embargo, nada de eso era de su incumbencia y decidió dejarlo de ese modo; además debía ocuparse de cosas mas importantes. Mas sin embargo entendía perfectamente que Luisa desease corroborar que decía la verdad, cosa que no le molestaba en absoluto y es que era mejor de ese modo. No le preocupaba lo que pudiese descubrir cuando investigaran mas afondo; en cuanto a si no les parecía suficiente su experiencia tampoco era grave, después de todo tenía su trabajo asegurado en el centro de rehabilitación. 

Aquel jovencito la acompaño escaleras arriba, tomando el pasillo a la izquierda hasta detenerse ante unas puertas dobles. Durante el trayecto había permanecido en silencio, mas al detenerse la volteo a ver con una mirada entre apenada y con suspicacia. 

- Eres enfermera, ¿no es así? - le cuestionó de pronto.

- En efecto, ¿hay algún problema con eso? - le cuestiono dándose cuenta de que parecía querer decirle algo y no se atrevía a hacerlo.

- No, en absoluto. Solo te deseo suerte ahí adentro - le respondió siendo mas bien críptico. 

- Gracias, pero creo que estaré bien. ¿Puedo hacerte una pregunta? - le dijo tratando de tantear el terreno en que se encontraba.

- Claro - accedió enseguida. 

- ¿Quién ayuda a asearse a tu hermano?.

- Yo y mi otro hermano. Él no permite que nadie mas lo haga - le respondió aun cuando no entendía el porque de su cuestionamiento.  

- Ya veo. En ese caso quedate cerca, que tal vez te necesite pronto - le dijo justo antes de entrar.

- Espera. Debo advertirte que seas muy paciente con él, pues este proceso no le ha sido nada fácil y necesita de mucho apoyo - le dijo dejándola con la mano sobre el picaporte de la puerta.

Emilia entendió el verdadero problema, lo que ocultaban sus palabras y más importante el camino que tendría que tomar en adelante para tratar con él.

- Si me lo permites déjeme presentarme sola y ver como reacciona a mi presencia - le dijo adelantándose un poco.

- Esta bien, solo le reiteró que sea paciente. Yo estaré aquí afuera por si algo se presenta en cualquier momento - le dijo consciente de que podría necesitar ayuda para defenderse de sus duras palabras o hasta que podría salir huyendo en pocos minutos. 

Habían tenido enfermeras con mas edad y experiencia, las cuales no habían sido capaces de sobrellevarlo. Ella era tan débil a su parecer que dudaba fuese capaz de soportarlo, en especial cuando últimamente se había vuelto mas agresivo.

- Descuide, estaré bien - le aseguro Emilia con aparente convicción al respecto, antes de abrir la puerta y entrar.

La habitación de Oliver parecía ser espaciosa, pero se encontraba sumergida en la obscuridad. Las cortinas estaban corridas y las luces apagadas, había una silla de ruedas sencilla y otra motorizada en una de las esquinas, arrumbadas, tal como si nadie las hubiese utilizado nunca. El resto del mobiliario era sencillo, demasiado a decir verdad. Había tres puertas en la habitación, todas las cuales estaban cerradas; en tanto que en el centro había una cama con las sabanas desordenadas y almohadas tiradas por todas partes. 

Las cortinas estaban bajadas, así que decidió que eso era lo primero que debía cambiar y se acerco con prontitud hacia la ventana para correr las cortinas. Permitiendo entonces que la luz del sol inundara a raudales toda la habitación. Apenas ocurrió, la persona que dormía en la cama se removio intranquilo, pero aún así no descubrió su rostro o le habló. En ese momento se aclaró la garganta, intentando llamar a su atención.

- Solo cierren las cortinas y dejenme solo - dijo con firmeza, ordenando a quien se encontrará en la habitación, aún sin saber de quien se trataba.

Parecía seguro en que se cumpliría su mandato con rapidez y al no ocurrir de ese modo se descubrió el rostro, volteando a su alrededor con severidad. Lo hizo en busca de quien sea que le había desobedecido, dispuesto a arremeter en su contra. 

- Que pena, pero no puedo hacerlo - le respondió con calma. 

Al escuchar aquella voz desconocida Oliver se incorporó un poco intentando ver de quien se trataba, mas había estado tanto tiempo en la obscuridad que no lograba ver nada en la luz. Más apenas pudo concentrar la vista, observó a una mujer que estaba parada ante la ventana; por lo cual solo lograba ver recortada su silueta, la cual era pequeña.

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