Mundo ficciónIniciar sesiónDante Mora lo tenía todo: era el hijo del Alfa de la Manada Luna Plateada y el heredero legítimo del trono. Pero una noche de traición lo cambió todo. Su tío Víctor, sediento de poder, orquestó un golpe brutal que acabó con la vida de su padre y lo desterró a las tierras salvajes, acusándolo falsamente de ser un traidor. Abandonado, herido y despojado de su rango, Dante sobrevive en el exilio donde descubre que su lobo interior guarda un poder ancestral dormido. En su camino conoce a tres mujeres extraordinarias que se convertirán en sus compañeras de destino: Luna, una sanadora con el don de manipular la energía lunar; Kira, una guerrera alfa renegada con fuerza sobrenatural; y Zara, una misteriosa hechicera mitad loba que puede ver el futuro. Juntos formarán una manada propia mientras Dante entrena, se vuelve más fuerte y despierta habilidades que ningún alfa ha poseído en siglos. Pero la venganza tiene un precio, y el camino de regreso a casa está lleno de enemigos mortales, secretos oscuros sobre su linaje y una profecía que podría destruir todo lo que ama. Cuando finalmente regrese a reclamar lo que es suyo, Dante deberá decidir: ¿venganza o redención? ¿Poder o amor? Porque el verdadero enemigo podría ser mucho más peligroso de lo que jamás imaginó.
Leer másEl Gran Salón de la Manada Luna Plateada resplandecía bajo la luz de cientos de velas. Dante Mora ajustó el cuello de su túnica ceremonial, sintiendo el peso de las miradas sobre él. Veintiún años. Esta noche sería oficialmente nombrado heredero del trono alfa.
—Nervioso, hijo —preguntó Marcus, su padre, colocando una mano firme en su hombro. El Alfa Marcus era imponente incluso en su edad madura, con cicatrices que contaban historias de batallas ganadas.
—No, padre. Estoy listo— Dante respondió, aunque su corazón latía con fuerza. Había entrenado toda su vida para este momento.
Marcus sonrió con orgullo. —Tu madre estaría orgullosa. Ojalá estuviera aquí para verte.
Dante asintió, sintiendo la familiar punzada de dolor. Su madre había muerto en el parto, o eso le habían dicho siempre. —La honraré siendo el mejor alfa que pueda ser.
—Lo sé— Marcus lo guió hacia el centro del salón donde la manada esperaba. Cientos de lobos de todas las edades se inclinaron respetuosamente. En primera fila estaba su tío Víctor, hermano de su padre, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—Hermano— saludó Víctor, su voz suave como seda. —Gran noche para la familia Mora.
—Lo es— concordó Marcus, sin notar la tensión en los hombros de su hermano.
La ceremonia comenzó con los rituales antiguos. Dante se arrodilló ante su padre mientras los ancianos de la manada recitaban las palabras sagradas. Sentía el poder ancestral fluyendo a través de las palabras, conectándolo con generaciones de alfas antes que él.
—Dante Mora, hijo de Marcus Mora, descendiente de la línea primordial— comenzó el anciano Tobías, su voz resonando en el salón. —¿Juras proteger a esta manada con tu vida, guiar con sabiduría y fuerza, y mantener las tradiciones de nuestros ancestros?
—Lo juro— respondió Dante con voz firme.
Marcus levantó el Collar del Heredero, una pieza antigua de plata labrada con runas. Estaba a punto de colocarlo alrededor del cuello de Dante cuando las puertas del salón se abrieron violentamente.
Lobos enmascarados irrumpieron en masa, sus ojos brillando con intención maligna. El caos estalló instantáneamente.
—¡Traición! — gritó alguien.
Marcus empujó a Dante detrás de él, transformándose parcialmente mientras sus garras emergían. —¡Protejan al heredero!
Pero era demasiado tarde. Los atacantes se movían con precisión militar, como si conocieran cada defensa. Dante vio con horror cómo caían los guardias leales, superados en número.
—¡Padre! — Dante intentó transformarse para pelear, pero algo estaba mal. Su lobo interior estaba letárgico, como si algo lo suprimiera.
Marcus luchaba ferozmente contra múltiples atacantes. —¡Dante, corre! ¡Ahora!
—¡No te dejaré! — Dante se lanzó al combate, pero un golpe brutal lo derribó. Cuando levantó la vista, vio a su tío Víctor de pie sobre él, sosteniendo una daga de acónito, el veneno mortal para los lobos.
—Lo siento, sobrino— dijo Víctor sin una pizca de arrepentimiento. —Los débiles no merecen liderar.
—Víctor... ¿qué has hecho? — Marcus jadeó, rodeado por los lobos traidores.
Víctor se volvió hacia su hermano con ojos fríos. —Lo que debí hacer hace años. Este trono me corresponde. Siempre me correspondió.
—Traidor— Marcus escupió sangre. —La manada nunca te seguirá.
—Ya lo hacen— Víctor señaló a los lobos enmascarados, quienes se quitaron las máscaras revelando rostros que Dante conocía. Lobos de confianza, amigos de la familia, todos mirándolo con odio o indiferencia.
—¿Por qué? — susurró Dante, sintiendo cómo su mundo se desmoronaba.
—Porque tu padre es débil— escupió uno de los traidores. —Víctor nos dará el poder que merecemos.
Víctor caminó lentamente hacia Marcus. —Hermano, siempre fuiste el favorito. Hijo legítimo, amado por todos, casado con la mujer que yo amaba. Ahora, finalmente, tomaré lo que es mío.
—Celeste nunca te amó— Marcus gruñó desafiantemente. —Y matar a tu propia sangre te condenará.
—Que así sea— Víctor hundió la daga en el pecho de Marcus.
—¡NO! — el grito de Dante resonó en todo el salón. Algo dentro de él se rompió al ver a su padre caer. Marcus, el alfa más fuerte que conocía, desplomándose en un charco de su propia sangre.
Dante intentó arrastrarse hacia él, pero los guardias lo sujetaron con fuerza. Víctor se acercó, limpiando la sangre de la daga.
—Tu padre pagó por sus crímenes contra esta manada— anunció Víctor a todos los presentes. —Y este traidor— señaló a Dante— conspiró con él para vender nuestra manada a nuestros enemigos.
—¡Mentiras! — Dante luchó contra sus captores. —¡Todos ustedes saben que es mentira!
Pero vio duda en los ojos de algunos lobos. Víctor había planeado esto perfectamente, plantando semillas de desconfianza durante meses, quizás años.
—Encontramos evidencia— continuó Víctor, mostrando documentos falsos. —Correspondencia con la Manada del Norte, planes para entregarnos. Marcus y Dante traicionaron todo lo que representamos.
—¡Padre, levántate! — Dante rogó mientras lo arrastraban hacia su padre moribundo. Marcus respiraba con dificultad, sus ojos enfocándose con esfuerzo en su hijo.
—Dante...— Marcus levantó una mano temblorosa, tocando el rostro de su hijo. —Tu... verdadero poder... aún duerme. Encuéntralo. Recupéralo todo.
—Padre, no. No me dejes— lágrimas corrían por el rostro de Dante.
—Te amo, hijo. Tu madre... ella sabía... ella...— Marcus tomó su último aliento, sus ojos perdiéndose mientras la vida lo abandonaba.
—¡PADRE! — el aullido de dolor de Dante se transformó en rugido de rabia pura. Por un momento, sus ojos brillaron con un color plateado intenso, y poder crudo irradió de él. Los lobos que lo sujetaban retrocedieron asustados.
Pero tan rápido como apareció, el poder se desvaneció. Víctor frunció el ceño, claramente perturbado por lo que había visto.
—Llévenlo a las Tierras Salvajes— ordenó Víctor fríamente. —Que la naturaleza ejecute la sentencia que no tengo estómago para cumplir.
—Víctor, esto no terminará aquí— Dante gruñó mientras lo arrastraban hacia la salida. —Volveré. Te lo juro por la sangre de mi padre, volveré y te haré pagar por esto.
Víctor se rió amargamente. —Nadie sobrevive a las Tierras Salvajes, sobrino. Considéralo una misericordia comparado con lo que mereces por traidor.
Dante fue arrastrado fuera del castillo, a través de territorios que había conocido toda su vida, ahora mirándolo con ojos hostiles o temerosos. Lo golpearon, lo arrastraron por el lodo, escupieron sobre él.
Cuando llegaron al borde de las Tierras Salvajes, lo lanzaron brutalmente al suelo.
—Aquí mueres, traidor —uno de los guardias lo pateó en las costillas. —Los espíritus oscuros del bosque disfrutarán desgarrándote.
Dante tosió sangre, pero se obligó a mirar a sus captores. —Recuerden este día. Recuerden que estuvieron del lado equivocado. Cuando regrese, los que me traicionaron rogarán perdón.
Los guardias se ríeron, pero había nerviosismo en sus risas. Habían visto ese destello de poder plateado.
—Mueve un pie hacia nuestro territorio y morirás instantáneamente— advirtió el capitán de la guardia, antes de volverse y alejarse con sus hombres.
Dante quedó solo, roto física y emocionalmente, en el borde del bosque más peligroso conocido por los lobos. El dolor de sus heridas era nada comparado con el dolor en su corazón. Su padre estaba muerto. Su hogar, perdido. Su vida, destruida.
Se arrastró hacia la oscuridad del bosque mientras la luna se alzaba sobre él, roja como la sangre que había sido derramada esta noche. Cada movimiento era agonía. Sentía su cuerpo cerrándose, rindiéndose.
—No...— susurró para sí mismo. —No puedo morir aquí. Padre... te vengaré. Lo juro.
Con las últimas fuerzas que le quedaban, Dante se adentró en las Tierras Salvajes. Detrás de él, escuchó aullidos en la distancia. Los lobos salvajes ya habían captado el olor de su sangre.
La luna roja brillaba cruel sobre él mientras la oscuridad lo consumía.
Cinco años después de su renuncia, Dante cumplió sesenta y cinco años. Su pelaje era casi completamente gris, pero sus ojos mantenían la misma intensidad que siempre habían tenido.Vivía en una cabaña modesta cerca del bosque con sus tres compañeras y Celeste, quien a sus noventa años era sorprendentemente vital gracias a su profunda conexión espiritual.Era vida que había soñado: tranquila, pacífica, ordinaria.—Los niños vienen hoy— Luna anunció esa mañana, aunque "niños" tenían treinta y ocho años ahora. —Con todos los nietos.—La casa será un caos —dijo Dante.—La casa siempre es caos— Aria respondió con sonrisa. —Así es como nos gusta.—Además— Zara añadió —Kaela tiene un anuncio especial. Se negó a decirme qué, pero las visiones sugieren que es... significativo.Durante años desde su jubilación, Dante había encontrado un ritmo que nunca había conocido durante su vida de guerrero. Se despertaba con el sol, entrenabaligeramente, pasaba mañanas en el jardín que había comenzado a cu
Quince años pasaron en relativa paz. Dante ahora tenía sesenta años, su pelaje mostrando gris en sienes y hocico cuando se transformaba. Luna, Aria y Zara envejecían a su lado, cada una hermosa de manera que solo el tiempo podía crear. Sus cuatro hijos ahora tenían treinta y tres años, completamente adultos con sus propias vidas, familias y legados. Kaela y Liam tenían tres hijos, mezcla hermosa de lobo y humano que podían transformarse parcialmente, pero también tenían ingenio humano. Eran símbolos vivientes de nueva era. Marcus se había casado con una sanadora de manada distante. Juntos habían establecido una red de clínicas que salvaban miles de vidas anualmente. Celeste era ahora líder del consejo de alfas, elegida unánimemente. Bajo su guía, el consejo había expandido para incluir representantes humanos formalmente, mapeando territorios más allá de montañas y estableciendo relaciones con especies que ni siquiera sabían que existían. Orion permanecía soltero pero rodeado de
Pero Sombrael no emergió.El tercer día llegó y fueron al sitio del sello, preparados para batalla apocalíptica. En cambio, encontraron algo completamente inesperado.El sello se había estabilizado.—No entiendo— Zara murmuró, verificando y reverificando con sus sentidos mágicos. —Debería haber colapsado. Todos los cálculos indicaban...—¿Qué pasó? —Dante preguntó.—El sello se... reparó a sí mismo —Zara dijo con asombro. —O más precisamente, alguien lo reparó desde adentro."No, alguien," la voz de Sombrael resonó, pero diferente esta vez. Más débil. Casi... cansada. "Yo lo reparé."—¿Por qué? —Dante exigió, confundido."Porque estuve observando," Sombrael respondió. "Durante cinco años, observé a través de la grieta. Vi a sus hijos entrenar. Vi su dedicación. Su amor el uno por el otro. Su determinación no solo de sellarme sino de destruirme."Hubo pausa larga. "Y me di cuenta de algo. No quiero despertar a ese mundo. Un mundo donde los padres aman tanto a sus hijos que les enseñan
Cinco años pasaron en preparación constante. Los niños ahora tenían trece años, ya no eran niños sino adolescentes en el umbral de la edad adulta.Y el sello de Sombrael se había debilitado hasta el punto crítico.—Tres meses— Zara anunció después de su última verificación mágica. —Tal vez cuatro. Después de eso, el sello colapsará completamente.—¿Qué hay de los cultos? —Dante preguntó. Durante cinco años habían rastreado y eliminado docenas de células de adoradores de los Caídos, pero siempre surgían más.—Neutralizamos al último grupo grande hace dos semanas —Adrian reportó. —Pero es como cortar cabezas de hidra. Más aparecen.—No importa— Aria dijo pragmáticamente. —El daño está hecho. El sello fallará sin importar qué hagamos ahora.Todos sabían lo que eso significaba. Era tiempo para la expedición final.Dante reunió al equipo élite en la sala de consejo. No solo los cuatro adultos y cuatro adolescentes, sino también Adrian, Helena (quien había insistido en representar a los hum
Tres meses después de que Dante encontrara paz con su nuevo propósito, todo cambió.Dante despertó una mañana sintiendo algo extraño, una vibración familiar pero distante. El fragmento del Corazón de Luna dentro de él, dormido durante años, pulsaba débilmente.—¿Lo sientes? —preguntó a Luna, quien también había despertado con expresión preocupada.—Sí— Luna confirmó. —Es como... resonancia. Algo está jalando el fragmento.Aria y Zara llegaron minutos después, ambas sintiendo lo mismo. Zara inmediatamente comenzó verificaciones mágicas, sus ojos cambiando de color rápidamente mientras escaneaba.—El sello de Sombrael —anunció con voz tensa. —Está debilitándose más rápido de lo previsto.—¿Cuánto más rápido? —Dante exigió.—Años en lugar de décadas— Zara respondió sombríamente. —Mi visión original era correcta sobre el eventual fallo, pero incorrecta sobre el tiempo. Algo está acelerando el proceso.—¿Qué podría hacer eso? —Aria preguntó.—Interferencia externa— Zara explicó mientras di
Dante cumplió treinta y cinco años en silencio. No hubo celebración, no quiso una. Se sentó solo en su estudio, mirando mapas de territorios que había unificado, tratados que había negociado, victorias que había ganado.Y sintió vacío.—¿Qué haces aquí solo? —Luna preguntó, entrando con taza de té.—Pensando—, Dante respondió sin mirar.—¿Sobre qué?—Sobre el hecho de que he logrado todo lo que me propuse lograr— Dante dijo lentamente. —Recuperé mi manada. Derroté a los Alfas Caídos. Establecí paz con humanos. Crié hijos increíbles. Construí alianzas que cambiarán generaciones.—Eso suena como lista de logros, no de problemas— Luna observó.—Ese es el problema— Dante se volvió finalmente. —¿Qué hago ahora? ¿Quién soy si no estoy luchando por algo? Toda mi vida adulta ha sido definida por crisis tras crisis. Y ahora... paz. Estabilidad. Y me siento... perdido.Luna puso la taza en el escritorio y tomó sus manos. —Dante, estás pasando por algo que le pasa a muchos guerreros cuando las g
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