El viaje al Río Negro tomó tres días. Tres días de hambre, dolor y constante vigilancia. Dante cazaba pequeños animales cuando podía, bebía de arroyos y dormía en árboles para evitar depredadores nocturnos. Cada noche soñaba con su padre, con la traición, con Víctor. Y cada mañana despertaba con renovada determinación.El tercer día, finalmente escuchó el rugido del río. Era más grande de lo que esperaba, sus aguas oscuras y rápidas. La vegetación aquí era diferente: árboles más antiguos, flores que brillaban tenuemente en la penumbra. Había magia en este lugar, podía sentirla en su piel.—¿Dónde estás, sanadora? — murmuró, buscando alguna señal de habitación.Un crujido de ramitas lo puso alerta. Giró, garras emergiendo instintivamente. Pero no había nadie. Solo el viento moviendo las hojas.—Arriba, no abajo— una voz femenina, suave pero con un filo de acero, vino desde las copas de los árboles.Dante miró hacia arriba y casi cayó hacia atrás de la sorpresa. Una mujer estaba sentada
Leer más