Dante despertó sobresaltado, bañado en sudor. Había escuchado algo. Una voz, antigua y poderosa, llamándolo desde las profundidades de su mente. No era la primera vez. Durante la última semana, mientras entrenaba con Luna y ayudaba a Kira a adaptarse, la voz había estado susurrando en sus sueños.
—Ven a mí, heredero... —la voz resonaba incluso ahora que estaba despierto. —Descubre lo que eres...
Se sentó, frotándose el rostro. El fuego se había reducido a brasas. Luna dormía en su habitación, y Kira en la que habían improvisado para ella. Pero Dante no podía dormir. No con esa voz persiguiéndolo.
Se levantó silenciosamente, caminando hacia la ventana. La luna llena brillaba sobre el bosque, llamándolo. Casi sin pensarlo, se encontró caminando hacia la puerta.
—¿A dónde vas? — la voz de Luna lo detuvo. Estaba en el umbral de su habitación, usando solo una túnica delgada que revelaba más de lo que ocultaba. El corazón de Dante se aceleró por razones que no tenían nada que ver con la voz