Mundo ficciónIniciar sesiónLos Corrompidos emergieron de las sombras como pesadillas hechas carne. Eran lobos que alguna vez fueron normales, pero la magia oscura de las Tierras Salvajes los había retorcido. Sus cuerpos eran asimétricos, con extremidades demasiado largas, garras que goteaban sustancia negra y ojos que brillaban con hambre antinatural.
Dante contó al menos veinte antes de dejar de contar. Demasiados.
—No te separes de mí— Luna ordenó, sus ojos brillando con luz plateada mientras se transformaba parcialmente. Sus garras emitían un resplandor que parecía repeler la oscuridad misma.
El primer Corrompido atacó, moviéndose con velocidad antinatural. Luna lo interceptó, su daga cortando limpiamente a través de su cuello. La criatura se disolvió en humo negro.
—¡Apunta al corazón o a la cabeza! —gritó Luna mientras dos más atacaban. —¡Son las únicas formas de matarlos permanentemente!
Dante esquivó las garras de un Corrompido, contraatacando con su daga. La hoja se hundió en el pecho de la criatura, que aulló antes de disolverse. Pero tres más tomaron su lugar inmediatamente.
—¡Son demasiados! —Dante gritó, su espalda contra la de Luna mientras peleaban en círculo.
—¡Entonces deja de hablar y pelea!— Luna barrió con su pierna, derribando a dos Corrompidos antes de atravesar sus cráneos con precisión quirúrgica.
Un Corrompido logró pasar las defensas de Dante, sus garras rasgando su hombro. Dante gruñó de dolor, pero usó el impulso para girar y hundir su daga en el ojo de la criatura.
—¡Bien hecho!— Luna sonaba casi impresionada. —Pero no te confíes.
Más corrompidos emergían del bosque. Era una marea interminable. Por cada uno que mataban, dos más aparecían. Dante sentía su energía disminuyendo rápidamente. Las heridas se acumulaban. A su lado, Luna también mostraba signos de fatiga, su respiración más pesada.
—Luna— Dante jadeó. —Necesitamos un mejor plan.
—Estoy abierta a sugerencias —ella respondió, decapitando a otro atacante.
Dante sintió ese familiar hormigueo en su pecho, el lugar donde su poder dormido residía. Durante la pelea con los lobos salvajes, había despertado brevemente. Necesitaba hacerlo otra vez. Pero ¿cómo?
Un Corrompido se lanzó hacia Luna por su punto ciego. Ella no lo vería a tiempo.
—¡NO!— Dante gritó, algo despertando dentro de él ante la idea de perderla.
Poder plateado explotó de su cuerpo como una onda expansiva. Todos los Corrompidos cercanos fueron lanzados hacia atrás, aullando de dolor. Los ojos de Dante brillaban con luz lunar intensa, su cuerpo rodeado por un aura plateada pulsante.
Luna lo miró con asombro. —¿Qué...?
—¡No lo sé!— Dante sentía el poder fluyendo a través de él, salvaje e incontrolado. —¡Pero lo usaré!
Se lanzó hacia los Corrompidos con fuerza multiplicada. Cada golpe lanzaba a las criaturas lejos. Su velocidad era sobrehumana, esquivando ataques que segundos antes habrían sido imposibles de evitar.
Pero el poder era inestable. Dante podía sentirlo escapándose de su control, amenazando con consumirlo. Su visión comenzó a teñirse de rojo. Los Corrompidos dejaron de parecer enemigos y comenzaron a parecer... comida.
—¡Dante!— la voz de Luna cortó a través de la neblina roja. —¡Contrólalo o te perderás!
Dante sacudió su cabeza, luchando contra el instinto de dejarse llevar completamente por el poder. Recordó las palabras de su padre: "Tu verdadero poder aún duerme." Esto no era su verdadero poder. Era solo un atisbo, crudo y peligroso.
Con un esfuerzo monumental, Dante empujó el poder hacia abajo, conteniéndolo. El aura plateada parpadeó y se desvaneció. Cayó de rodillas, exhausto, pero aún consciente. Aún él mismo.
Los Corrompidos restantes, viendo que su presa ya no era tan vulnerable, comenzaron a retirarse hacia las sombras. En momentos, el claro estaba vacío excepto por los cuerpos en disolución de los caídos.
Luna corrió hacia Dante. —¿Estás bien?
—Sí— Dante jadeó. —Creo que sí.
—Casi te pierdes ahí— Luna lo ayudó a ponerse de pie. —Ese poder tuyo... es más peligroso de lo que pensaba.
—¿Qué me estaba pasando?— Dante preguntó, todavía temblando por la experiencia. —Sentí como si quisiera... desgarrarlos.
—El poder primordial es salvaje— Luna lo guió de regreso a la cabaña. —Sin control, te convertirá en algo peor que los Corrompidos. Por eso necesitas entrenamiento. Mucho entrenamiento.
Una vez dentro, Luna preparó té de hierbas mientras Dante colapsaba en la silla. Su cuerpo dolía en lugares que no sabía que tenía.
—Sobreviviste— Luna le entregó una taza humeante. —Eso es más de lo que muchos logran en su primera semana aquí.
—¿Cuánto tiempo llevará?— Dante preguntó. —El entrenamiento.
—¿Para controlar tu poder completamente? Meses. Quizás años— Luna se sentó frente a él. —¿Para ser lo suficientemente fuerte como para enfrentar a tu tío? Eso depende de ti. De cuánto estés dispuesto a sufrir, a sacrificar.
—Lo que sea necesario— Dante bebió el té. Era amargo pero energizante. —No tengo nada que perder.
—Todos tienen algo que perder— Luna lo miró con esos ojos penetrantes. —La pregunta es: ¿estás dispuesto a perderlo por tu venganza?
Antes de que Dante pudiera responder, sintió algo extraño. Una conexión, tenue pero real, formándose entre él y Luna. Como un hilo invisible uniéndolos.
—¿Sientes eso?— preguntó Luna, sus ojos ampliándose.
—Sí. ¿Qué es?
Luna tragó difícil. —Es... un lazo de compañeros. El comienzo de uno, al menos.
—¿Lazo de compañeros?— Dante había oído el término. Era la conexión que se formaba entre lobos destinados a estar juntos. Era raro, sagrado y...
—No puede ser— Luna se puso de pie abruptamente. —Esto no puede estar pasando.
—¿Por qué no?— Dante también se levantó, confundido por su reacción.
—¡Porque apenas nos conocemos!— Luna caminó de un lado a otro. —¡Porque soy tu maestra, no tu... no tu...!
—¿Compañera?— Dante terminó, sintiendo una extraña mezcla de emociones. Miedo, sí, pero también... algo más. Algo cálido.
—No hagas esto complicado— Luna se volteó hacia él, pero había conflicto en sus ojos. —El entrenamiento ya será suficientemente difícil sin esto.
—No elegí que pasara— Dante defendió. —Simplemente... pasó.
—Los lazos de compañeros no pasan simplemente— Luna se frotó las sienes. —Se forman cuando dos almas reconocen algo en la otra. Compatibilidad profunda. Destinos entrelazados.
—Dijiste que sentiste conexión cuando viste mi energía— Dante recordó. —¿No es posible que esto sea real?
Luna lo miró largamente. El lazo entre ellos pulsaba suavemente, como un segundo corazón compartido.
—Es posible— admitió finalmente. —Pero Dante, necesitas entender algo. Si aceptamos este lazo, si lo completamos, estaremos conectados para siempre. Sentiré tu dolor, tú sentirás el mío. Y si uno muere...
—El otro sufre— Dante terminó. Sabía la leyenda. Los lazos de compañeros eran hermosos pero también trágicos. La pérdida de un compañero podía destruir al otro.
—Así que necesitamos decidir— Luna se acercó a él. —¿Ignoramos esto y nos enfocamos solo en tu entrenamiento? ¿O lo exploramos y arriesgamos a complicarlo todo?
Dante la estudió. Luna era hermosa, sí, pero había algo más. Fuerza. Supervivencia. Una comprensión del dolor que solo alguien que había sufrido podría tener. En días, ella ya significaba más para él que muchos que había conocido toda su vida.
—No sé qué somos— dijo finalmente. —Pero sé que no quiero ignorar esto. Perdí todo una vez. No quiero perder la posibilidad de algo real.
Luna cerró sus ojos, luchando con su propia decisión. Cuando los abrió, había resolución en ellos.
—Está bien. Exploraremos esto. Pero con condiciones— levantó un dedo. —Primero, el entrenamiento sigue siendo prioridad. Segundo, tomamos esto lento. Y tercero, si en algún momento amenaza tu objetivo o mi seguridad, terminamos esto. ¿Entendido?
—Entendido— Dante extendió su mano. —Trato.
Luna miró su mano, luego sonrió ligeramente antes de estrecharla. El momento en que sus manos se tocaron, el lazo se fortaleció, enviando calidez a través de ambos.
—Bien— Luna se alejó, volviendo a su modo profesional. —Descansa esta noche. Mañana al amanecer, comenzamos. Y te advierto: no seré suave.
—No esperaría menos— Dante sonrió.
Luna le mostró una pequeña habitación conectada a la cabaña principal. Era simple: una cama, una manta, nada más. Pero después de días durmiendo en el suelo del bosque, se veía como un palacio.
—Buenas noches, Dante— Luna dijo desde la puerta.
—Buenas noches, Luna— respondió.
Ella se quedó un momento, mordiéndose el labio como si quisiera decir algo más. Finalmente, salió, cerrando la puerta suavemente.
Dante se dejó caer en la cama, su cuerpo agradecido por la suavidad. Pero su mente estaba inquieta. En días, su mundo había cambiado completamente. Había perdido todo, había peleado por su vida y había encontrado... ¿qué? ¿Esperanza? ¿Propósito?
¿Amor?
Era demasiado pronto para esa palabra. Pero el lazo era real. Y mientras se quedaba dormido, sintió la presencia de Luna a través de él, reconfortante como una luz en la oscuridad.
En la habitación contigua, Luna también luchaba con el sueño. Se tocó el pecho, donde podía sentir el lazo con Dante pulsando suavemente.
—¿Qué he hecho? — susurró a la oscuridad. —Me prometí no volver a conectar con nadie. No después de perder a mi familia.
Pero incluso mientras decía las palabras, sabía que era demasiado tarde. Dante Mora había entrado a su vida como una tormenta, y las cosas nunca serían iguales.
—Solo no te mueras, cachorro— murmuró. —Porque no creo que pueda sobrevivir a perder a alguien más.
Afuera, la luna brillaba sobre las Tierras Salvajes. Y en las sombras distantes, ojos observaban la cabaña con interés.
—Interesante desarrollo— una voz grave murmuró. —El heredero perdido y la sanadora exiliada. Esto será entretenido de observar.
La figura se desvaneció en la noche, dejando solo el sonido del viento entre los árboles.







