En un mundo donde los poderosos licántropos Alfa gobiernan desde ciudades flotantes y los humanos habitan las tierras de abajo, un amor prohibido une al heredero de los McTavish y a una humilde druida. Una ceremonia secreta, una noche de pasión y una brutal separación marcan sus destinos para siempre. Once años después, el destino reúne a quienes nunca debieron separarse. El Alfa, con la memoria alterada, no reconoce a la druida ni a los dos niños que lo miran con sus mismos ojos. Algo en ellos despierta en Malcolm una inquietud inexplicable que parece quebrar el hechizo que silencia su corazón. Cuando fuerzas rebeldes amenazan el orden establecido, Malcolm toma una decisión que cambiará todas sus vidas: llevar a la druida y sus hijos al lugar de donde ella fue desterrada, sin sospechar que está reuniendo a una familia que la magia y el poder intentaron destruir.
Leer másMalcolm sentía que las riendas de su autocontrol se deslizaban peligrosamente entre sus dedos. Un calor que no sentía ni siquiera en el lecho con su esposa, ahora invadía su cuerpo mientras un pensamiento salvaje cruzaba su mente: deseaba barrer con un solo movimiento todo lo que reposaba sobre aquella mesa y hacer suya a la Druida allí mismo, sin ceremonias ni protocolos. La intensidad del impulso lo sobresaltó; había venido a hablar con ella, no a dejarse arrastrar por un deseo carnal que lo convertía en la bestia que todos esperaban que «no» fuera.Con un esfuerzo casi doloroso, se apartó bruscamente de Josephine, rompiendo el contacto que amenazaba con consumirlos a ambos. La Druida también retrocedió un paso, con su pecho subiendo y bajando aceleradamente mientras intentaba recuperar el aliento. Una bien disimulada señal de frustración cruzó fugazmente por los ojos de ella antes de que compusiera una expresión de indignación.En un gesto que pretendía restaurar algo de decoro a l
—Oh —exclamaron Zacary y Lyra al unísono, mostrando la inocencia de niños que no conocían nada sobre intimidad o aromas “lujuriosos”, porque nunca los habían percibido, al menos no dentro o cerca en el Monasterio Niebla.Lyra ladeó ligeramente la cabeza, sus ojitos claros fijos en su madre mientras formulaba una pregunta que hizo que Josephine se tensara visiblemente.—¿Entonces realmente nunca sentiste deseo por la comida ni el vino del Monasterio Niebla, mami? Jamás habías olido así antes.«Por todos los dioses druidas, debo ser más cuidadosa», se reprendió Josephine mentalmente, arrepintiéndose de haber realizado semejante "experimento" en presencia de sus perspicaces cachorros. Sus mejillas aún conservaban el rubor que la delataba mientras buscaba desesperadamente cambiar de tema.—Sí me gustaban —respondió con rapidez, agitando levemente una mano como restando importancia al asunto—. En fin, niños, ¿les gustaría ir a explorar el bosque como ayer?Los ojos de los pequeños se ilumi
Zacary y Lyra dirigieron inmediatamente sus miradas hacia su madre, buscando silenciosamente su aprobación. El pequeño Zacary entrecerró los ojos con desconfianza, y al instante su rostro infantil se endureció con una expresión demasiado madura para su edad.—No nos comprará con dulces, milord —declaró el niño con el ceño profundamente fruncido, y su voz firme a pesar de su corta edad.Josephine aclaró suavemente su garganta mientras colocaba un plato humeante frente a Malcolm. El aroma de las hierbas y especias flotaba entre ellos mientras ella consideraba cuidadosamente sus palabras.—¿Es un regalo sincero para los niños, o realmente intenta comprarlos, milord Alfa? —preguntó con curiosidad, sirviendo después su propia porción antes de ocupar la silla vacía que completaba el cuarteto.Sin poderlo evitar, los ojos de Josephine recorrieron discretamente la escena que tenía ante sí, provocándole un involuntario suspiro. Los cuatro sentados alrededor de la mesa de madera pulida, como un
HORAS ANTES: CASTILLO WOLFCRESTSarah yacía a su lado en la amplia cama que compartían, con cada uno reclamando silenciosamente su territorio definido: ella en un extremo, él en el otro. Con los primeros rayos del sol entrando por las ventanas del castillo, Malcolm se incorporó cuidadosamente. Sus movimientos, aunque medidos, no pasaron desapercibidos para la loba, quien percibió su ausencia inmediata, pero decidió ignorarla, hundiéndose nuevamente en el cálido abrazo del sueño.El rocío matutino que caía en Altocúmulo aún cubría los jardines del castillo cuando Malcolm, ya aseado y vestido, regresó a la habitación. Se detuvo junto al lecho donde Sarah continuaba descansando y pronunció con voz serena:—Me voy a la casa de entrenamiento —anunció, observando cómo su esposa se giraba entre las sábanas para mirarlo.Los ojos de Sarah, que no estaban tan pesados por el sueño, se enfocaron en él mientras fruncía levemente el ceño.—No puedes quedarte allá durante días, Malcolm —respondió e
Con todo ese entusiasmo que se estaba permitiendo sentir, Josephine pasó a la página 186 y continuó leyendo, sedienta de conocimiento que pudiera devolverle al lobo que amaba. La siguiente página revelaba:«REVERSIÓN: El Vinculum Obumbratio puede revertirse mediante el ritual de Restitutio Vinculi, pero SOLO si se ha realizado una única vez en el sujeto. La aplicación repetida del ritual original crea capas de bloqueo, como cerraduras dentro de cerraduras, haciendo la reversión prácticamente imposible. Los síntomas de un Vinculum Obumbratio múltiple incluyen: dolores de cabeza intensos cuando el sujeto se acerca a un "detonante", pérdida parcial o total de capacidades sensoriales en hombres lobo (especialmente el olfato y oído), y cambios de personalidad progresivos».—Por todos los dioses... —susurró Josephine, recordando el Monasterio Niebla, cuando Malcolm le mencionó que le dolía la cabeza atribuyéndolo al cansancio—. ¿Y si no era cansancio...? —murmuró, volviendo su vista hacia l
—Al fin —susurró Josephine cuando se sentó a la mesa de la cocina con la taza de leche caliente con té de hierbas en sus manos.Suspirando con cierta satisfacción, Josephine dio un pequeño sorbo a la reconfortante bebida, sintiendo cómo el calor se extendía por su cuerpo y calmaba sus nervios por lo que estaba a punto de leer, es entonces que, sin más demora, deslizó una mano dentro de su desgastado bolso de cuero y extrajo el libro que el Druida Bennet le había regalado antes de su partida.Cuando finalmente pudo examinarlo con detenimiento, su corazón dio un vuelco. Sus dedos, algo temblorosos por la sorpresa que estaba comenzando a sentir, recorrieron el símbolo grabado en la parte posterior de la cubierta que era un medallón con siete hojas.—¡Oh por todos los dioses druidas! —exclamó en un susurro ahogado—. ¡Este no es un libro de la biblioteca del Monasterio Niebla!Sus susurros apenas mostraban el asombro ligado con temor que ella sentía. Aquel sello, rarísimo entre los libros
La calidez en la voz de Josephine pareció aliviar la tensión en los hombros del pequeño Zacary, al mismo tiempo que Lyra dijo:—Tienes razón, mami —intervino la pequeña con renovado entusiasmo, y con su rostro iluminándose como un diminuto solecito—. Voy a disfrutar sin sentirme culpable —una sonrisa genuina se dibujó en sus labios antes de añadir—: ¿Y tú? ¿Te sientes bien?La pregunta inesperada hizo que Josephine tragara saliva. De pronto, se encontró bajo la intensa mirada de sus dos cachorros, cuyos enormes ojos la observaban con atención, deseosos por una respuesta honesta.«También me siento bien, pero estoy asustada por lo que pueda pasar. Tengo miedo por los padres de Malcolm, tengo miedo de caer rendida a los pies de Malcolm, y me aterra que él quiera llevárselos y luego los pierda para siempre». Esos eran los verdaderos pensamientos que cruzaban por la mente de Josephine, que ella se empeñaba en mantener a raya.Pero no podía trasladar esa carga a sus pequeños. En su lugar,
CASA DE ENTRENAMIENTO DE MALCOLM: ALTOCÚMULO -GRAN BOSQUEDespués que Malcolm se marchó a su castillo y dejó a Josephine sola con los niños en aquella casa de "entrenamiento" —que más bien parecía un refugio para escapar momentáneamente de la realidad—, un silencio peculiar invadió el lugar. Josephine sintió la ausencia de Malcolm mientras sus pequeños exploraban curiosos cada rincón de lo que sería su hogar temporal.Fue entonces que, sin perder el tiempo, Josephine se dedicó a preparar una comida reconfortante. El aroma del pan recién horneado pronto inundó la casa, mezclándose con el vapor de la sopa de verduras que burbujeaba en el fogón que ella usó como si tuviera años cocinando ahí. Sin pensarlo mucho, la madre cortó la carne seca en trozos pequeños, agradecida por la abundancia de provisiones que encontró en la despensa. Mientras cocinaba, sus pensamientos vagaban entre el presente y los recuerdos que aquel lugar despertaba en ella.—¡Mamá, huele delicioso! —exclamaron los niñ
Poco después, el sonido del agua llenando la tina de cobre se mezclaba con el silencio incómodo que había quedado flotando en la habitación.—Por cierto, ahora que viniste, "amor" —la voz de Sarah llegó desde el área de aseo personal, con ese tono falsamente dulce que utilizaba cuando quería algo—, te comento que en dos días tendremos una fiesta aquí en el castillo.Malcolm se incorporó sobre los codos, frunciendo el ceño mientras observaba la puerta entreabierta por donde escapaba el vapor perfumado.—¿Fiesta para qué? —preguntó, sintiendo ya el peso de las obligaciones sociales que tanto detestaba.—Una de mis amigas está celebrando que su hijo entró en el instinto infantil de Nimboria —explicó Sarah desde el baño, con su voz mezclándose con el suave chapoteo del agua—. Así que quise hacerle una fiesta para celebrar. Ya sabes, esta es la etapa en donde los niños comienzan a ir a los institutos.Hubo una breve pausa, llena de intención.—Si tuviéramos hijos, quizás el año próxi