El amanecer llegó demasiado pronto. Dante fue despertado bruscamente cuando Luna abrió la puerta de su habitación sin ceremonias.
—Arriba. El entrenamiento no espera a los dormilones.
Dante gruñó, cada músculo protestando mientras se sentaba. Luna le lanzó ropa limpia.
—Te ves terrible con esos harapos. Cámbiate y encuéntrame afuera en cinco minutos.
Cuando salió, encontró a Luna en un claro detrás de la cabaña. Había marcado un círculo grande en el suelo con sal mezclada con hierbas brillantes.
—Tu primera lección —Luna se paró en el centro del círculo—. Meditación bajo la luna.
—Pero es de día.
—La luna siempre está ahí, solo que no la vemos. Tu poder viene de la energía lunar. Necesitas aprender a conectarte con ella constantemente, no solo de noche.
Dante entró al círculo y se sentó frente a ella, sintiéndose ridículo. Estaba acostumbrado a entrenamientos físicos: combate, carreras, levantamiento.
—Puedo sentir tu escepticismo a través del lazo. Confía en el proceso —Luna cerró sus