Dante cumplió treinta y cinco años en silencio. No hubo celebración, no quiso una. Se sentó solo en su estudio, mirando mapas de territorios que había unificado, tratados que había negociado, victorias que había ganado.
Y sintió vacío.
—¿Qué haces aquí solo? —Luna preguntó, entrando con taza de té.
—Pensando—, Dante respondió sin mirar.
—¿Sobre qué?
—Sobre el hecho de que he logrado todo lo que me propuse lograr— Dante dijo lentamente. —Recuperé mi manada. Derroté a los Alfas Caídos. Establecí paz con humanos. Crié hijos increíbles. Construí alianzas que cambiarán generaciones.
—Eso suena como lista de logros, no de problemas— Luna observó.
—Ese es el problema— Dante se volvió finalmente. —¿Qué hago ahora? ¿Quién soy si no estoy luchando por algo? Toda mi vida adulta ha sido definida por crisis tras crisis. Y ahora... paz. Estabilidad. Y me siento... perdido.
Luna puso la taza en el escritorio y tomó sus manos. —Dante, estás pasando por algo que le pasa a muchos guerreros cuando las g