Kendall Lemoll es asesinada por su esposo y la mejor amiga de este, antes de ese suceso Kendall descubre los astrosos asesinatos de ellos, incluido la muerte de su padre y su mejor amiga, junto a ella muere Ethan un amigo de la infancia de Kendall y por quién conoció el amor, solo que ellos nunca declararon lo que sentía hasta que era demasiado tarde. Kendall despierta 3 años antes de ese terrible suceso, pero está vez decide cambiar su forma dulce y frágil por una mujer vengantiva.
Leer másNarra la autora.
Luego de una corta luna de miel, Kendall regresó a su país natal junto a su esposo. Aunque aún no habían consumado el matrimonio, su felicidad crecía con rapidez: era la señora Donovan. No le importaba que su esposo no proviniera de una familia acaudalada; su amor por él era innegable. —Qué bueno que llegaron. Han pasado tantas cosas en la empresa en estos días —comentó Brittany en cuanto los vio salir por las enormes puertas del aeropuerto, esbozando una sonrisa disimulada al ver el atuendo de Kendall era formal y recatado, casi religioso: una falda larga y sin forma, una blusa cerrada hasta el cuello, y zapatos sin tacón. Ni en su luna de miel se deshace de esa ropa tan horrible, pensó. —¿Qué sucedió exactamente? —preguntó Kendall, confundida por la urgencia con la que tuvo que dejar su viaje. Brittany esbozó una sonrisa tensa, salió de sus pensamientos y respondió: —Se desplomó un edificio que estaba a nuestro cargo. Kendall se quedó helada. Siempre había sido rigurosa para que todo saliera a la perfección. No solo por la reputación de su empresa, sino porque valoraba las vidas de sus trabajadores y de las personas que frecuentaban las construcciones. —¿Cómo sucedió? —preguntó con cautela. —No lo sé. No estaba allí cuando ocurrió, pero el edificio colapsó por completo. Gracias a Dios no había nadie y no hubo heridos. Aun así, el dueño exige respuestas. —Es lo más lógico —intervino Cristian con tono impaciente—. Vamos ya. No perdamos tiempo. Al llegar a la empresa, los esperaba una multitud de periodistas y personas con carteles enormes. —¿Qué es todo esto? —preguntó Kendall, inquieta. —¿Acaso eres ciega? Es evidente que es una manifestación —respondió Cristian, lanzándole una mirada que la dejó helada. El corazón de Kendall se encogió y sus ojos comenzaron a humedecerse. Brittany lanzó una pequeña sonrisa que no pasó desapercibida. —¿De qué te ríes? —preguntó Kendall, visiblemente molesta. Brittany tragó en seco, sin saber qué responder. Cristian se giró, miró a Brittany, que tenía una expresión de inocencia fingida, y luego miró a Kendall con severidad. —¿Buscas culpables? Sabes bien que esto ocurrió por tu descuido. —¿Qué estás diciendo? Sabes que siempre hago mi trabajo con excelencia —se defendió Kendall. —Siempre hay una primera vez —dijo Brittany, clavando la mirada en la suya con desafío. Todos bajaron del auto y entraron directo al ascensor. —Estoy segura de que este error no fue mío —insistió Kendall. Sus acompañantes rodaron los ojos y la ignoraron por completo saliendo del ascensor antes que ella. En la sala de reuniones ya los esperaban algunos abogados. —Buenos días, señor y señora Donovan —saludó uno de ellos. —Vamos al grano. No tengo tiempo para rodeos —dijo Cristian, pasándose la mano por la sien. —El señor Dantel quiere presentar una demanda. Le ofrecimos 200 millones de dólares, un poco más de lo que implican los gastos. —Es lo mejor. Pagamos y cerramos el asunto. Evitamos conflictos —concluyó Cristian sin titubear. —No. Lo mejor es investigar qué causó el derrumbe. Luego tomamos decisiones —intervino Kendall con firmeza. Cristian la miró con desaprobación. —No nos conviene una demanda.—dijo aún con su mirada intensa. —Tampoco quiero manchar el nombre de la empresa de mi familia. Durante años hemos trabajado con excelencia. No creo que este caso sea diferente.—Continúo Kendall. —Cuando se pongan de acuerdo, nos avisan —comentó un abogado, levantándose. Ambos se marcharon, dejando a Kendall, Cristian y Brittany solos. —¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Cristian, golpeando la mesa con fuerza. —¿Qué? —balbuceó Kendall, asustada por su reacción. Cristian se levantó bruscamente, se acercó a ella y la tomó por las muñecas. —Sé que esta empresa significa mucho para ti, pero eso no te da derecho a cuestionar mis decisiones —espetó con frialdad. —Por favor, suéltame... me estás lastimando —suplicó ella. Cristian apretó aún más. —Quiero que te quede claro: no eres nadie para decirme qué hacer. Y no vuelvas a contradecirme delante de mis empleados. Cristian la empujó con brusquedad hacia la silla. Kendall cayó sin poder equilibrarse, y en el movimiento, su cuerpo chocó contra el borde del asiento, golpeándose con fuerza en la parte baja de la espalda. Un quejido se le escapó de inmediato, y el dolor le recorrió la columna como una descarga, sus ojos se inundaron de lágrimas. Las palabras de su difunto padre resonaban en su mente. Tal vez era mejor que él ya no estuviera para presenciar esto. Cristian salió de la sala. Brittany lo siguió. Kendall, sola, se debatía entre dos pensamientos: ¿debería enfrentarlo o disculparse por hacerlo enojar? Pasaron algunas horas. Con decisión, tocó la puerta de la oficina de su esposo. Brittany abrió y la miró con gesto amargo. Kendall contuvo su fastidio y entró con una sonrisa. —¿Qué quieres? —preguntó Cristian, sin apartar la vista del monitor. —Acepto que no debí hablar en ese momento. No fue con mala intención. Lamento haberte hecho sentir mal. Cristian se giró, sonrió y se acercó a ella. —Así está mejor. Así todo irá bien entre nosotros. —dijo antes de besarla. Kendall respondió con una sonrisa genuina. —Hablemos del contrato que cerré mientras estaban de luna de miel —intervino Brittany, carraspeando para recordarle a la pareja su presencia. —¿Qué contrato? —preguntó Kendall, separándose ligeramente de Cristian. —Brittany cerró un trato con un gran inversionista. Invertirá 200 millones de dólares… justo lo que perdimos por tu negligencia —comentó Cristian con naturalidad. Kendall sintió un nudo en el pecho. No respondió. Solo escuchó mientras su esposo y Brittany hablaban de nuevos proyectos, sin incluirla. A pesar de ser la dueña de la empresa, estaba sola. Su padre había muerto en un trágico accidente; su mejor amiga y prima también, y su tía se había marchado del país. Solo le quedaban Cristian y Brittany, y no podía arriesgarse a enojarlos. La jornada laboral terminó temprano para ella. Cristian la mandó a casa. Kendall preparó una rica cena, pero cuando Cristian llegó, lo acompañaba Brittany. A pesar de que siempre había aceptado su amistad, ahora todo parecía distinto. Brittany actuaba como la verdadera señora Donovan, y Cristian se comportaba cada día peor. —Huele delicioso —comentó Brittany con una sonrisa encantadora. —Hice cena para Cristian y para mí —respondió Kendall, esforzándose por sonar amable. —No seas descortés. Es la primera vez que nos visita desde la boda. Agradécele y sírvele —ordenó Cristian con frialdad. Kendall bajó la mirada y preparó otro plato. Luego se sentó en silencio. —Mañana conoceremos al nuevo inversionista. Quiero que seas cortés. Y ni se te ocurra contradecirme o lo lamentarás —dijo Cristian, mirándola fijamente. —Hablemos del auto que le compraste a Julia —comentó Brittany con entusiasmo. —¿Julia tiene auto nuevo? —intentó intervenir Kendall, pero fue ignorada. —¿Cuánto te costó? —preguntó Brittany. —Solo cuatro millones de dólares. Mi hermanita se lo merece —respondió Cristian con orgullo. —Siempre soñó con tener un Lamborghini —añadió Kendall, intentando unirse de nuevo. Pero, una vez más, fue ignorada. La cena concluyó entre risas de Cristian y Brittany. Kendall, en silencio, se lamentaba cada vez más. Kendall recogió los platos uno a uno, con paciencia casi ritual. El silencio de la cocina solo se rompía por el agua corriendo en el fregadero y el suave tintinear de la loza al ser enjuagada. Mientras sus manos hacían el trabajo, sus labios se apretaban con fuerza, como intentando no temblar. Cuando terminó, se secó las manos con un paño y caminó por el pasillo. Al llegar al despacho, intentó girar la manija, pero estaba cerrada con llave. Tocó suavemente. Solo pasaron dos segundos antes de que Cristian abriera la puerta. —¿Sí? —preguntó con la misma sonrisa hueca que llevaba desde hacía días. Kendall apenas pudo disimular su mirada, que se desvió hacia el interior del despacho. Brittany estaba sentada en el sillón que antes ocupaba su padre. Sostenía una copa de vino tinto con la elegancia fingida de una señora de casa. —Solo vine a despedirme. Me iré a dormir —dijo Kendall con voz baja. Hizo una breve pausa, apenas perceptible—. Pero antes, creo que deberíamos hablar sobre contratar a alguien para la limpieza. Cristian soltó una carcajada seca. —Eso no será necesario. Para eso estás tú —dijo con indiferencia, antes de cerrar la puerta frente a ella. El sonido del portazo le atravesó el pecho. Kendall se quedó allí, de pie en el pasillo, mirando la madera que ahora la separaba del mundo que alguna vez le perteneció. Sintió el vacío crecerle por dentro, como una herida que no dejaba de sangrar.Narrado por Kendall Llegué a casa con la sensación de que el mundo se me venía encima. Mis pasos eran lentos, y aunque intentaba mantenerme erguida, por dentro me sentía hecha pedazos. Mi bebé… mi bebé corría peligro, y el simple pensamiento de perderlo me arrancaba el aire de los pulmones. Me prometí a mí misma que haría todo lo necesario para protegerlo. No volvería a la empresa, no permitiría que Brittany me robara más energía, y mucho menos expondría mi cuerpo a un estrés innecesario. Esta vez pensaba en mí… en nosotros. Ethan permaneció a mi lado en todo momento. Apenas cruzamos la puerta, ordenó que prepararan algo de comer, y la señora del servicio nos sorprendió con un plato delicioso. Por primera vez en días, probé un bocado sin sentir que tenía una piedra en el estómago. —Tienes que descansar, Kendall. —Ethan tomó mi mano y la acarició con ternura—. Lo más importante eres tú y nuestro bebé. Lo miré y asentí. Su voz era un refugio, pero dentro de mí seguía existiend
Narra GabrielaDurante días tracé mi plan, lo repetía en mi mente una y otra vez, como una oración que me mantenía viva. Pero había algo que no encajaba. Algo que me quemaba la cabeza. Yo nunca he sido de dormir demasiado, siempre he tenido un sueño ligero, pero desde que este hombre empezó a traerme comida… no podía mantenerme despierta. Dormía como una piedra, sin control, como si me arrancaran horas de vida de golpe. Le di mi tarjeta. Con eso tuvo acceso a los trescientos mil dólares que guardaba allí, el anzuelo perfecto para mantenerlo tranquilo. Pensé que esa cantidad le bastaría para confiar en mí, para seguir jugando a mi favor. Pero me equivoqué. Le expliqué, una y otra vez, que para darle el resto debía ir al banco, que los dieciocho millones no aparecerían como por arte de magia. Que necesitaba mover hilos, firmar documentos, hacer llamadas. Pero él solo me escuchaba en silencio, devolviéndome palabras vacías, respuestas cortas que no llevaban a ninguna parte. Y enton
Narra Brittany Todavía sentía las manos heladas y el pecho apretado como si me faltara el aire. La noticia de su muerte no llevaba ni unas horas y ya me parecía insoportable existir en un mundo sin ellas: sin mi madre, sin mi hermana. Mientras estaba sentada en la sala de espera, un doctor se me acercó con pasos medidos, con esa expresión neutral que intentan usar los médicos para no romper más a quienes ya estamos destrozados. —Señorita Rodríguez —dijo con voz suave— necesito explicarle el procedimiento a seguir respecto a su madre y a su hermana. Mis labios temblaron al escuchar esas palabras juntas. Madre. Hermana. Yacían frías, y yo debía ocuparme de “procedimientos”. —¿Qué… qué debo hacer? —pregunté con un hilo de voz, apenas capaz de sostener su mirada. El doctor se inclinó un poco hacia mí, con las manos entrelazadas. —Entiendo que es demasiado pronto, pero debemos informarle. Antes de que pueda llevarse los cuerpos para darles sepultura, debemos realizar una autop
Narra Kendall Luego de las declaraciones de Ethan, recibí una llamada del hospital donde mi padre aún estaba ingresado. —¿Aló? —respondí con voz temblorosa. —Señorita Lemoll, necesito que se dirija al Hospital… No escuché nada más. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Miles de imágenes de mi padre cruzaron mi mente como una tormenta incontrolable. —Voy para allá —susurré apenas. Ethan me miró con preocupación. —¿Qué sucede? —preguntó, estudiando mi rostro con seriedad. —No lo sé… solo me dijeron que debía ir al hospital —contesté entre lágrimas. Sin decir más, me rodeó con sus brazos. Sentí cómo el peso en mi pecho se aligeraba un poco. Saber que él estaba allí para mí… me devolvía el aliento. Nos dirigimos al hospital sin perder un segundo. Apenas llegamos, fui directo a la habitación de mi padre, caminando con el alma en vilo, como si estuviera huyendo de algo invisible, como si el miedo me persiguiera a cada paso. Entré sin tocar. —¿Kendall? ¿Qué ocurre? —
Narra Ethan Sentir a Kendall en mis brazos es, sin duda, mi mayor felicidad en este momento. Su respiración pausada, su cuerpo tibio y relajado contra el mío... por primera vez en días, siento que todo está en su lugar. —Te amo —susurré en su oído, dejando que mis labios rozaran su piel. Ella sonrió suavemente, pero esa expresión se desvaneció al instante. —A veces siento que no me amas lo suficiente —sus palabras salieron en un murmullo triste, cargadas de inseguridad, como si su corazón aún llevara heridas que yo no he podido sanar. La miré, dolido. ¿Cómo no amarla? ¿Cómo podía pensar eso? —Te amo tanto que... soy capaz de morir por ti —le dije, con una firmeza que me sorprendió incluso a mí. Y fue ahí, justo en ese instante, cuando un recuerdo golpeó mi mente con la fuerza de una tormenta. La noche de la discoteca. Flashback. Kendall estaba recostada, con la mirada perdida en el techo, cuando murmuró algo que me desgarró por dentro. —No me amas... Si lo hiciera
Narra Brittany Después de más de una hora revisando cajas polvorientas, carpetas viejas y cajones ocultos, no encontré ni una sola prueba real. Supuestos documentos importantes sobre un fraude que Klaus había cometido años atrás. Nada. Solo papeles sin valor, sin sentido, sin conexión. Suspiré con frustración, sintiendo el agotamiento en cada músculo. Mañana sería otro día. Volvería a revisar todo, una y otra vez, hasta encontrar lo que necesito. Klaus tiene que pagar por lo que le hizo a mi familia. Y si permanece con vida, será para sufrir. Flashback Años atrás, mientras estaba sentada en el campus de la universidad, la vi. Kendall Lemoll. Al principio pensé en acercarme por lástima. Se veía sola, perdida. Pero luego reconocí su apellido. Y supe quién era. La hija del maldito Klaus Lemoll. Mi madre me había contado todo. Yo tenía apenas ocho años y Brianny cinco cuando ocurrió el accidente. Mi padre trabajaba para Klaus, en la construcción de uno de sus proyectos
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