Narra Ethan.
—Necesito que me entregue la bitácora de ayer, por favor, señor... —exclama el oficial Castro con voz firme.
—Señor Monroe —responde el supervisor, apenas audible.
—No hay problema. Vengan por aquí —añade mientras se da la vuelta, caminando con pasos más cortos de lo habitual.
Nos guía hasta un escritorio lleno de carpetas. Toma una de ellas y la coloca frente a sí, pero en lugar de abrirla de inmediato, primero se acomoda los lentes, luego se ajusta el reloj, y sus dedos tamborilean con insistencia sobre la tapa. Finalmente, la abre de golpe, como si quisiera librarse de un peso, y saca el informe.
Lo sostiene un segundo de más antes de entregárselo al oficial Castro.
—Aquí está... la bitácora de ayer —dice, forzando una sonrisa.
Castro lo recibe sin apartarle la vista, como si hubiera notado cada detalle de esa torpe coreografía.
Castro comenzó a hojear los documentos con calma, hasta que frunció el ceño y levantó la vista hacia Monroe.
—Según este in