Mundo ficciónIniciar sesiónSelara, la verdadera Luna, odia su vida y a su esposo, el temible Alfa Eryon Hale. Para escapar, encuentra a su doble perfecto: Myra, una humana desesperada. La obliga a un trato simple: ser su sustituta por 90 días. Myra debe tomar su lugar, fingiendo ser la esposa del hombre más poderoso y peligroso del reino licano. Un error significará la muerte. Pero Eryon no es el monstruo que esperaba. Es solitario, noble y, de repente, su “Luna” le parece… real. Su olor, su mirada, todo en ella lo obsesiona. Myra vive una mentira. Cada mirada, cada tacto, la acercan más al hombre destinado a matarla… y al único que ha hecho latir su corazón. ¿Podrá el amor nacer del mayor de los engaños?
Leer másNarrado por MyraBajar del lomo del lobo blanco no es tan fácil como suena.Sus músculos aún vibran bajo mis manos cuando se detiene en medio del patio del castillo. Todo el lugar parece contener la respiración. Hay guerreros formados, sirvientes detenidos a medias en sus tareas, ojos curiosos que se clavan en mí como agujas.Soy el centro de atención. Y ni siquiera soy yo.Trago saliva. Mis piernas están entumecidas del viaje, pero no puedo caer. Una Luna no tropieza, no tiembla, no se aferra. O eso dijo Selara.Intento bajar con dignidad. La realidad: casi resbalo, y solo evitó mi caída porque su lomo se tensa justo a tiempo para estabilizarme. Un pequeño empujón, apenas un gesto… y ya estoy de pie frente a él.Eryon Hale se transforma de nuevo en humano.No importa cuánto intente mentalizarme: verlo cambiar sigue siendo antinatural. Su cuerpo se estira, los huesos crujen, la piel se reacomoda en cuestión de segundos. Donde estaba el lobo, ahora hay un hombre.El hombre más intimid
Narrado por MyraEl muro es más grande de lo que jamás imaginé. Una muralla de piedra gris, viva, respirando, como si guardara los secretos de siglos enteros. A su alrededor, el bosque está tan silencioso que casi parece contener la respiración.Estoy frente a él. Yo. La nueva “Selara”.No tengo el valor de ver mi reflejo en ningún lado, pero lo siento. La postura altiva que Selara me obligó a practicar. El cabello perfectamente peinado. La ropa que jamás hubiera podido comprar. El aroma que ella imprimió en mi piel con un ritual extraño que aún me causa escalofríos.Ya no soy Myra Hayes. No por fuera. Solo por dentro, donde todavía tiemblo como una niña.El lunar en mi espalda arde. No como una quemadura superficial. No. Es un ardor interno, profundo, como si algo del otro lado tirara de mí… o me reconociera.Pero nadie lo sabe.Es mi secreto.Mi miedo.—Respira —dice Selara, impaciente—. Es normal sentirte así.Miento con la cabeza. Nada de esto es normal.—Vamos a repasar
Narrado por MyraSelara me guía fuera de la comisaría como si yo fuera una sombra pegada a su costado. No entiendo cómo logró sacarme de allí, sin preguntas, sin papeles, sin procedimientos. Solo sé que los policías, antes tan duros, evitaban mirarla a los ojos, como si su presencia los incomodara… o los aterrara.El aire frío de la madrugada me golpea en la cara. Apenas puedo respirar. Y entonces la veo.Una ambulancia estacionada frente a la puerta. Las luces apagadas. Las puertas traseras abiertas.—No… —susurro sin atreverme a moverme.—Sí —responde Selara, como si leyera mis pensamientos—. Vamos.Mis piernas se activan solas. Me acerco. Dentro, en una camilla limpia, con una manta suave y monitores modernos, está mi hermana.Mi dulce Evelyn.Tiene una cánula en la nariz, la piel un poco más sonrosada, y dos enfermeras —de verdad, profesionales— ajustan los equipos con total cuidado.—hermanita… —mi voz se rompe mientras subo al vehículo.Ella abre los ojos. Me mira. Y aunque
Narrado por MyraNo dormí. No pude.No podía pensar en otra cosa que no fuera la tal Selara. Su propuesta me dejó helada. Abro la puerta de la alacena y veo la cruda realidad: tres sobres de sopa instantánea. Dos panes viejos. Media botella de agua.Es todo lo que nos queda. La electricidad podría cortarse en cualquier momento. Y la próxima diálisis de mi hermana vence hoy.Me llevo las manos a la cara, tratando de no llorar. Si lloro, me rompo. Y si me rompo… Evelyn se muere.Cuando vuelvo al cuarto, ella intenta sentarse, pero el dolor la hace gemir suave.—Mi hermana… —susurra con una sonrisa que no merece tener que fingir—. ¿Dormiste bien?No puedo decirle que estoy destrozada, que no tengo dinero, que no tengo futuro. No puedo cargarla con eso. Así que sonrío y miento:—Un poco. ¿Tienes hambre?—Estoy bien —dice, pero sus labios tiemblan.Le doy un beso en la frente y salgo a la sala para no llorar frente a ella. Mi celular vibra en la mesa. Un mensaje, una notificac
Narrado por MyraNo sé cuánto tiempo me quedo allí, arrodillada en medio de la carretera, mirando a esa mujer con mi rostro. Puede que unos segundos. Puede que está temblando desde hace años. Mi cuerpo no responde. Mi mente tampoco.Ella sí se mueve.Da dos pasos hacia mí, despacio, con una seguridad que me asfixia. Cada movimiento suyo tiene algo… inhumano. Como si no pisara la tierra, sino algo que no alcanzo a ver.—Te pregunté tu nombre —dice lentamente—. ¿No vas a responderme?Trago saliva. Me siento como una presa acorralada.—Me llamo… Myra —logro decir, aunque mi voz suena distante, quebrada.La mujer sonríe. Es una sonrisa hermosa, pero hay algo monstruoso en ella, algo que me hace retroceder arrastrándome en el suelo.—Myra —repite, saboreando las palabras—. Así que ese es el nombre que eligieron para ti.¿Qué…?—¿Quién eres? —pregunto, el terror rompiéndome la garganta.Ella inclina la cabeza, como si estuviera analizando mis miedos uno por uno, disfrutándolos.—Eres pe
Narrado por MyraSi el infierno existe, debe parecerse mucho a mi vida.El pitido constante de la máquina de diálisis se mezcla con el goteo del suero y con la respiración débil de mi hermana. El cuarto huele a desinfectante barato y a humedad; las paredes tienen manchas de moho que jamás pudimos quitar. La luz del foco parpadea de vez en cuando, como si también estuviera cansada de seguir funcionando.—Tranquila, hermana… ya casi termina —murmuro, aunque sé que no me escucha del todo.Evelyn tiene los ojos cerrados, la piel apagada, las manos frías. Cada vez que la veo así, un nudo helado se forma en mi estómago. Sus brazos están llenos de moretones por las agujas. Su cuerpo ya no soporta los tratamientos como antes.Miro la bolsa de líquido que termina de filtrarse y trago saliva. Esa bolsa… es todo lo que pude pagar esta semana. La última.Mi sueldo no alcanza. Mis ahorros ya no existen. Me los arrancaron de las manos junto con mi dignidad.Respiro hondo y, por un segundo, dejo q
Último capítulo