Narrado por MyraSelara me guía fuera de la comisaría como si yo fuera una sombra pegada a su costado. No entiendo cómo logró sacarme de allí, sin preguntas, sin papeles, sin procedimientos. Solo sé que los policías, antes tan duros, evitaban mirarla a los ojos, como si su presencia los incomodara… o los aterrara.El aire frío de la madrugada me golpea en la cara. Apenas puedo respirar. Y entonces la veo.Una ambulancia estacionada frente a la puerta. Las luces apagadas. Las puertas traseras abiertas.—No… —susurro sin atreverme a moverme.—Sí —responde Selara, como si leyera mis pensamientos—. Vamos.Mis piernas se activan solas. Me acerco. Dentro, en una camilla limpia, con una manta suave y monitores modernos, está mi hermana.Mi dulce Evelyn.Tiene una cánula en la nariz, la piel un poco más sonrosada, y dos enfermeras —de verdad, profesionales— ajustan los equipos con total cuidado.—hermanita… —mi voz se rompe mientras subo al vehículo.Ella abre los ojos. Me mira. Y aunque
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