¿Qué pasa cuando el amor que creías eterno te abandona… y el que creías perdido regresa sin avisar? Cristopher fue dejado plantado en el altar por Olivia sin respuestas ni razones. Lo que no sabe es que detrás de la traición hay secretos que su familia ha ocultado con habilidad. Cuando está a punto de rendirse, el destino lo enfrenta con Ximena, su primer amor. Su aparición desata una tormenta de emociones que creía superadas… y una pasión que nunca dejó de arder. Pero como nada es perfecto, Olivia regresara y con ella, las verdades que podrían destruir lo que apenas empieza a sanar. Ahora, entre el pasado, la culpa y un deseo que lo consume, Cristopher tendrá que descubrir quién es realmente la otra en su vida… y a quién pertenece su corazón.
Leer másCRISTOPHER
—¿Estás listo?, miren nada más, Cristopher Meier Leroy, dos veces reconocido como el empresario del año y siempre apareciendo en los rankings de sociales como uno de los ceos más guapos de Francia, mi querido hermano se va a casar, es tu última noche de soltero. ¡Queremos declaraciones!... ¿Seguro que no quieres huir?, tengo el auto listo. —No Pierre, madura y déjame tranquilo, gracias a todos por venir, sé que querían una despedida de soltero con strippers y mucho alcohol pero ya saben que ese no es mi estilo. Y agradezco porque a pesar de como son, mi hermano y nuestros amigos se ríen y disfrutan acompañándome en como le dicen, mi último día de soltero, soltero al menos de forma legal porque hace 4 años, mi corazón tiene el compromiso más grande amando a Olivia, la mujer de mis sueños. —¡Por Cristopher, Olivia y el amor que unirán para siempre mañana!. No hay duda de que Pierre es el alma de la fiesta donde se coloque, mi hermano menor siempre hace un escándalo y no hay nada que adore más que eso, a veces se dice que las mujeres son más sensibles y estoy de acuerdo, sin embargo, eso no quita que hombres como nosotros valoremos el vínculo que compartimos porque aún cuando Pierre y yo tenemos padres biológicos distintos, el es mi amado hermano y Hugo, su padre ha sido un mejor mentor que el mío y estaré eternamente agradecido por eso. —Bueno, yo me tengo que ir— aviso mirando el reloj pero estos no me dejan salir— no, entiendan que mañana me caso y tengo que estar sobrio. —No has tomado nada, mira hermano te queremos y a Olivia también— mi hermano me abraza y nadie responde qué pasa cuando se apagan las luces— pero es tu última noche de soltero y nosotros te acompañamos, así que no seas pesado y disfruta. —¡Pierre Clement!— escucho a Hugo molesto cuando ve mi incomodidad— tu hermano te dijo que respetes su decisión, a él no le gustan estos escándalos y a mi tampoco. —Una vez al año no hace daño papá. ¡A celebrar!. a veces Cristopher parece más tu hijo que yo. Mi idea era cenar con amigos, reír un rato y dormir temprano, pero entre mi hermano y mis amigos han convertido la noche en algo que no pedí: música alta, alcohol que no quiero y mujeres bailando. Estoy sentado al fondo, lejos de todo, con un vaso en la mano solo para no parecer más incómodo de lo que ya estoy, mañana me caso y me siento fastidiado, mucho más cuando mi atención va a la mujer que se acerca con sigilo, una stripper de piel trigueña clara, cuerpo delgado y antifaz negro caminando con calma hacia mi. No quiero mirarla, pero lo hago, me debería ir pero algo en ella me detiene, no sólo por cómo se mueve, sino porque, diablos me estoy volviendo loco pero hay algo familiar, no sé si es su boca, la forma en que ladea la cabeza o simplemente una sensación que no puedo explicar. —¡Eso es hermanito!— apenas escucho a Pierre— la morocha está muy guapa. Se detiene frente a mí bailando con movimientos suaves, lentos como si no tuviera prisa, por más que preguntó quién es, mo me habla, solo me mira desde detrás del antifaz mientras se balancea con la música. —¿Te conozco?— mis dedos no la tocan, solo el antifaz, esos ojos oscuros se me hacen familiares— ¿eres tú, de verdad eres tu?. No responde, solo se asusta y sale corriendo cuando mis dedos rozan su antifaz haciendo que me levanté para detener la música, pocas veces soy tan impulsivo pero mi tontería y la de mi hermano me ponen de mal humor, Hugo me apoya y sin más me salgo contrariado con los recuerdos a los que no le hago caso, en pocas horas me caso y no hay nada que impida está felicidad así que me voy y despierto en casa, sin resaca y viendo el mejor amanecer. —¿Estás listo?— la voz de mamá suena maravillada— mi niño, mi primer amor. —Listo y muy feliz madre. —Gracias a Dios, me alegra saber que aunque en un principio no entendías mi posición, ahora seas tan feliz con una mujer como Olivia Nox, una heredera de alta alcurnia como tú y tu hermano. —No empieces mamá, el pasado quedó atrás hace mucho y está bien, soy feliz y estoy seguro que dónde quiera que esté, Ximena también lo está, vámonos. Le pido y a veces me desespera ver cómo ella misma parece encantada trayendo el recuerdo de mi ex. —¿Qué habrá sido de ti Ximena?— me preguntó en la soledad de mi auto— espero de corazón que estés bien bonita, tan bien como yo. El pequeño recuerdo de ella y yo mirando a una pareja saliendo de la iglesia me remonta a la época en la que ella con 19 y yo con 20, nos jurábamos amor eterno, sus ojos marrones grandes y expresivos se llenaban de lágrimas ante la sensibilidad de algo tan sublime, mi linda novia se recostaba en mi pecho y me dejaba aspirar el olor a frutas de su cabello negro y liso, una mujer además de ser bellísima, tenía tanta inocencia como dulzura, una que me encandilaba hasta los huesos pero todo en pasado. Mi mundo es este ahora, Ximena se fue buscando un futuro mejor, han pasado 8 años y yo ahora llego feliz a la iglesia donde ya no soy espectador sino protagonista de mi boda y el nuevo comienzo al lado de la mujer ideal. Estoy en el altar, la iglesia está llena y todo luce como Olivia y yo queríamos, familiares, amigos, los tulipanes blancos, la música suave y sobre todo la emoción de escuchar la marcha nupcial y ver al ángel que camina hacia mi. Olivia entra del brazo de su padre, hermosa con un vestido blanco, elegante, con tirantes delgados y una falda que roza el suelo, el pelo recogido, unos mechones sueltos castaños enmarcando su cara, es perfecta. —Te ves como un sueño. —Te amo Cris, por favor siempre tenlo presente, júrame que nunca lo vas a olvidar. —¿Mi amor estás bien?. —Te amo, eres el único hombre que amo. El sacerdote empieza, palabras que he escuchado mil veces en ensayos o películas, pero nada tan real como ahora. —Cristopher Meier ¿aceptas a Olivia Nox como tu esposa? —Sí —respondo sin dudar. —¿Olivia, lo aceptas como tu esposo? —No. Me río revisando porque tengo que seguir dormido, miro a mi alrededor pero la cara de los invitados se ve mal y ni hablar de la hermosa mujer que me mira entre lágrimas y me pide perdón. —¿Olivia?. El vestido se arrastra ligeramente por el pasillo mientras los murmullos crecen a su paso y aunque grito desesperado para despertar, no lo consigo, me quedo ahí viéndola correr mientras que me falta el aire, no entiendo nada, nos amamos, puedo verlo cuando me mira… ¿Por qué me dejó?.XIMENANo sé si estoy preparada para lo que va a pasar, pero ya no hay vuelta atrás.Sigo aferrada a la mano de Cristopher, como si en su contacto pudiera encontrar el valor que mi cuerpo intenta perder cada vez que avanzamos hacia la entrada. Ya no hay vuelta atrás. Ni física ni emocional. Esta casa representa todo lo que nos separó… y ahora mismo también es lo que podría unirnos o destruirnos.Mis tacones hacen eco en el mármol del recibidor. Mi corazón también. Él no me suelta, y eso debería tranquilizarme, pero no lo hace del todo. Porque apenas atravesamos la sala principal, ahí está. Como un fantasma del pasado que nunca se fue: su madre.Alta, impecable, con ese peinado perfecto y una expresión que me ha odiado desde que tenía diecinueve años.—¿Qué haces con esta mujer? —dispara sin siquiera saludar.No lo dice con sorpresa. Lo escupe como un veneno. Como si el solo hecho de verme al lado de su hijo fuera una maldición que ha vuelto a caer sobre su familia.—Esta es mi casa, C
XIMENANo tengo idea a dónde vamos, pero no pregunto. Por primera vez en mucho tiempo, me dejo llevar sin miedo. Me recuesto en el asiento del copiloto, cierro los ojos y me hago la dormida. No quiero hablar, no porque no tenga qué decir, sino porque estoy intentando memorizar este instante.Desde que subimos al auto, Cristopher no ha dejado de mirarme de reojo. Lo noto aunque mantengo los párpados bajos. Tiene esa expresión que solo aparece cuando está intentando no quebrarse: mandíbula apretada, ceño fruncido, los nudillos blancos sobre el volante. Pero hay algo distinto. Su mirada no está vacía ni furiosa como hace días, cuando nos reencontramos. Está llena. Cansada, sí, pero también tranquila, casi… feliz.Sé que no ha sido fácil para él. No sé exactamente qué ha vivido en este tiempo, pero sí lo suficiente para notar que estuvo a punto de irse por completo. Y eso me rompe el alma. Me arrepiento tanto de no haber vuelto antes. De no haber tenido el valor. De haberme ido así.Pero
CRISTOPHEREl lago Saint-Cassien luce casi irreal al atardecer. El agua es un espejo oscuro que refleja la silueta de los árboles franceses que nos rodean, como si nos resguardaran del resto del mundo. El aire huele a madera húmeda, a hojas y a un verano que se resiste a morir. Aquí, sentados sobre la hierba, Ximena y yo existimos en un paréntesis.Ella está entre mis piernas, recostada contra mi pecho. La abrazo por la cintura con ambos brazos, y su cabeza descansa justo debajo de mi mentón. No decimos nada. No hace falta. Nuestros cuerpos encajan como si no hubiera pasado el tiempo. Como si nunca se hubiera ido. Como si todavía fuera mía.Muevo la mano por su estómago y ella se estremece apenas. Siento su respiración agitarse un poco. La beso en la coronilla.—¿Te acuerdas cuando dijiste que yo me acerqué a ti solo por tu inteligencia?—No es verdad. Yo nunca me fijé en ti —dice, con la voz suave pero firme.—Claro que sí —le respondo, divertido.Ella se gira apenas para mirarme, y
CRISTOPHER—¿Estás bien?Nada. Ni una palabra. Ni un gesto. Solo se mete al auto como si no estuviera pasando nada, como si no esto no fuera un caos, el que en silencio admito que me hace sentir diferente porque todo era demasiado aburrido. Ella no habla así que no me queda me que arancar hacia al frente, pero en realidad la estoy mirando a ella todo el tiempo, desde la esquina de mis ojos.La forma en que se abraza a sí misma, como si se estuviera sosteniendo para no caer, debe tener frío pero el silencio de Ximena siempre ha sido más fuerte que cualquier grito. Y ahora mismo me está jodoendo mas que cualquier palabra. Me duele, me molesta lastimarla, ella no solo es especial, es una necesidad que realmente creí haber dejado en el pasado pero ya veo que jamás ha sido así y eso me hace sentir como una mierda. No se si me enamoró muy rápido o quizá no amo demasiado y eso es triste. Desesperante. —Ximena, por favor. Te lo pido habla conmigo. qué estás pensando.Nada. Solo ese mal
XIMENAEl silencio del ascensor es peor que los gritos de la prensa.Subo con la espalda pegada a la pared y los ojos fijos en el piso. No quiero que nadie me vea. No quiero que nadie me hable. No quiero sentir nada. Pero siento… y demasiado. Me arden las mejillas, me tiembla el corazón y la garganta la tengo cerrada como si algo dentro de mí no quisiera dejarme respirar.Llego al piso donde me estoy quedando y apenas cruzo la puerta de mi habitación, las lágrimas salen sin aviso. No son suaves. Son de esas que raspan. De esas que vienen desde lo más profundo y no piden permiso para romperte en pedazos.Me dejo caer al borde de la cama con las manos en el rostro. Los labios todavía me arden por el beso que nos dimos en el auto. Un beso que, para colmo, ya es público. Qué estupidez. Qué vergüenza. Qué ruina.¿En qué momento perdí la cabeza?Miro las maletas semi abiertas. Algunas cosas tiradas todavía en la cama. Tomo la ropa como si eso fuera a ayudarme a pensar mejor, a organizar mis
XIMENAJamás imaginé que el pasado podía gritar tan fuerte.El sonido de los flashes es como una tormenta en mi cara. Me encandilan, me aturden, me arrancan el aliento mientras me doy cuenta, demasiado tarde, que este no era un lugar seguro. No hay privacidad, no hay refugio. Solo esta sensación de estar en medio de una maldita película, una sin filtro, sin censura y sin director que grite “corte”.Mis labios aún tiemblan por el beso. Su boca, su respiración, sus manos en mi cintura. Todo eso que me hizo sentir que sí, que tal vez todavía quedaba algo entre nosotros. Y justo ahí… el caos. Como una explosión sin aviso.—¡Cristopher, esta es la razón por la que su prometida lo dejó en el altar! —grita un reportero.—¡¿Quién es ella?! ¡¿Es su amante?!—¡¿Quién es la otra en su vida?!Siento que el corazón se me paraliza.Quiero taparme la cara, pero ya es tarde. Uno de ellos me apunta directo como si me conociera. Como si supiera que soy justo eso: la incógnita incómoda. Me cubro con las
Último capítulo