18. Oportunidad de Amar
CRISTOPHER
El lago Saint-Cassien luce casi irreal al atardecer. El agua es un espejo oscuro que refleja la silueta de los árboles franceses que nos rodean, como si nos resguardaran del resto del mundo. El aire huele a madera húmeda, a hojas y a un verano que se resiste a morir. Aquí, sentados sobre la hierba, Ximena y yo existimos en un paréntesis.
Ella está entre mis piernas, recostada contra mi pecho. La abrazo por la cintura con ambos brazos, y su cabeza descansa justo debajo de mi mentón. No decimos nada. No hace falta. Nuestros cuerpos encajan como si no hubiera pasado el tiempo. Como si nunca se hubiera ido. Como si todavía fuera mía.
Muevo la mano por su estómago y ella se estremece apenas. Siento su respiración agitarse un poco. La beso en la coronilla.
—¿Te acuerdas cuando dijiste que yo me acerqué a ti solo por tu inteligencia?
—No es verdad. Yo nunca me fijé en ti —dice, con la voz suave pero firme.
—Claro que sí —le respondo, divertido.
Ella se gira apenas para mirarme, y