CRISTOPHER
—Hijo, por Dios mi hijo… ¿Qué diablos pasó con esa mujer?. Es lo mismo que quiero saber y salgo de la iglesia sin mirar atrás, la gente murmura, pero sus voces se desvanecen, solo escucho mi corazón y mis propios pasos, a mí hermano gritando detrás de mí pero no le digo nada, solo me monto en mi auto intentando encontrar a la mujer que me acaba de dejar porque esto no es un sueño, es una pesadilla. —¿Qué m****a acaba de pasar?, ¿Porque me haces esto… ¡¿Por qué!? El mundo podría estarse cayendo y yo no me daría cuenta hasta que terminó frente a la casa de los Nox, camino hacia la puerta y golpeó con rabia, queriendo que mis gritos traspasen buscando respuestas, necesito saber por qué. —¡Olivia! ¡Joder dime porque! ¡Olivia!. Pasan segundos eternos hasta que una empleada abre con temor, mirándome con una mezcla de pena y precaución. —Señor Meier… lo siento. —¿Dónde está Olivia? —pregunto sin rodeos— ¿Dime dónde está?. Me meto a la casa, subiendo las escaleras de la mansión hasta la habitación, gritando como un imbécil, ya no se si con alguna esperanza pero sí la tenía, ahora no vale nada cuando la empleada me dice que se fue, que creyó que ella se preparaba para su luna de miel pero no fue así, me dice que se fue, que tomaron un vuelo fuera del país y me dejó, así sin más. —¿Se fue?—mi voz se quiebra— ¿De verdad me dejó?. —Me dejaron esto para usted. Me da un sobre y es su letra “Cristopher, mi amor… no hay palabras para lo que hice, de verdad lo siento, sé que merecías otra forma, otro final, otra despedida, pero tuve miedo, mi amor estar a tu lado fueron los mejores años de mi vida pero tuve miedo de comprometerme para siempre, dime cobarde pero esto va más allá de las apariencias, perdón por no poder ahora pero te amo y te juro que voy a regresar, porque escucharás cosas malas de mi, pero volveré y si yo confío en ti, yo sé que lo harás en mi. Te amo, siempre tuya, Olivia”. El papel se arruga entre mis dedos, me arde el pecho intentando procesar esa carta, ¿yo debo confiar en ella como ella lo hace en mí?, me preguntó destrozado hasta que me alcanza, otro sobre que abro, sin saber qué esperar. —¿Y por eso me dejaste?. Miro las fotografías, yo sentado, la stripper, bailando, la luz tenue, el antifaz, algunas capturas la hacen ver como si estuviera en mi regazo, como si yo la tocara pero no lo hice, nada es lo que parece, es obvio que lo hicieron para joderme y lo lograron. —¿Hermano?— escucho a Pierre y no se en que momento me senté en la acera como imbécil— no me digas que es lo que estoy imaginando. Le muestro las imágenes sin decir nada, mi hermano las mira y me pide perdón de forma exagerada y no es justo, bastante tengo con las lágrimas que me limpio con rabia para sobrellevar las suyas. —Mierda, lo siento hermano, de verdad— se sienta a mi lado— fue idea mía traerlas, pero no sabía qué alguien haría esto, no lo planeé así… Cris dime qué me crees por favor. —Lo sé. Guardo las fotos, dobló la carta y me las meto al bolsillo caminando sin alma, Pierre por poco se tira a mis pies pidiendo perdón pero insisto. —No es tu culpa —lo corto— lo tuyo fue una estupidez, es verdad, no respetaste lo que te pedí, y eso me jode pero lo que hizo Olivia no tiene justificación— no para mí— si tenía dudas, me lo tenía que decir, si no quería casarse, lo hablábamos, soluciones habían muchas pero humillarme no era una de ellas. —¿Y ahora qué vas a hacer? —Buscarla, ella me tiene que explicar porque me ha hecho esto. Subo al coche y me largo directo al penthouse vacío, apenas dejó las llaves, me voy directo al minibar mirando mi miseria. No sé cuánto bebo, pero el ardor en la garganta se vuelve rutina, me quito la chaqueta y aflojo la corbata sintiéndome en el limbo, gritando lo más que puedo en el borde de la cama y no sé si reír, llorar o estrellar algo. El lugar está decorado como lo queríamos, lo habíamos planeado juntos, el primer espacio compartido después del matrimonio. —Lo llamabas nuestro hogar— no puedo dejar de mirar la fotografía de cuando nos comprometimos hace un año— ¡Decías que me amabas!. Rodeo con la mirada el sofá blanco, las cortinas que ella eligió, los libros que ella colocó en el estante como si ya viviera aquí, todo está impregnado de su presencia y eso me destroza. Todo lo que tenía construido se desmoronó en un minuto, cuatro años tirados a la basura, una vida juntos que no llegará, no contesta mis llamadas, leo una y otra vez esa maldita carta, lloro como un imbécil queriendo que cada mensaje sea de ella pero nada, me odio por confiar ciegamente, por idealizar un amor que parecía perfecto, por querer ser el tipo que hace todo bien y aún así le rompen la vida delante de todos. —A la m****a —murmuró en voz baja— vete al diablo Olivia— escucho a mamá tocando la puerta desesperada— a la m****a todos. Vuelvo a servirme otro trago, esta era mi boda, este era mi futuro y ahora solo tengo este lugar y la certeza de que nada fue real. —No necesito escuchar cosas malas de ti— le hablo al retrato— tú hiciste cosas malas al dejarme sin explicaciones— grito con el alma rota— ¡Me dejaste! ¿por una foto? ¿Por miedo?, ¡No! Porque no me amabas, no me amaste Olivia… ¡Dónde estás!. El alcohol solo me embriaga pero no sana está angustia, cada que cierro los ojos la veo en la iglesia, en el altar diciendo “no”, sus ojos verdes mirándome atenta diciendo que no se quería casar conmigo, no sé cuánto tiempo pasa, sé que cae la noche porque la ciudad se enciende tras los ventanales, no quiero mirar el teléfono, nada de leer los mensajes, aún cuando mi sorpresa es grande al escuchar también desde afuera la voz de Vincent Meier, mi papá, aún con todo y eso, no quiero hablar con nadie. ¡Quiero estar solo, déjenme en paz!.