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Capítulo 6. Mi primera vez

ELENA

Lycan entró al dormitorio mientras se arrancaba su ropa en cuestión de segundos. Cuando se quedó desnudo, yo lo observé de arriba abajo.

¡Ay madre del amor hermoso! Valeeee... Nunca había visto una, pero no me lo había imaginado tan, tan grande. ¿Eso era legal tenerlo así? Me iba a síncope, ya no me parecía buena idea perder mi virginidad, y el miedo empezó a recorrerme el cuerpo. Pero tonta de mi, ahí seguía yo, con la mirada clavada en sus partes íntimas, en esa anaconda, no sé qué coño me pasaba pero no podía dejar de mirar. Hasta que Lycan dijo:

—No te cortes, puedes mirar, tocar y saborear. Amor, es toda tuya, puedes hacer lo que quieras con ella.

Tragué saliva con dificultad. Dudaba mucho que eso entrara en mi boca, nada más con la punta me iba a ahogar.

Caminó hacia mi, agarró mi mano y la llevó hasta su erección mientras se me escapaba un leve gritito de mis labios por la sorpresa.

—Tócala amor.

Y sin darme cuenta, la estaba manoseando. Si yo, la que parecía que no había roto un plato, estaba con un pene en la mano. Estaba tan dura y caliente, que me sorprendió y yo seguía mirándola, es que no podía quitar los ojos de su pene, parecía que me había hipnotizado, porque no era normal mi comportamiento.

La mano de Lycan se posó sobre la mía, y comenzó a moverla, enseñándome como le gustaba. Me sentí un poco patética que tuviera que enseñarme. Sin poder evitarlo, suspiré, pero

creo que se dio cuenta que me sentí frustrada por no saber.

—Tranquila amor, todos vamos aprendiendo con la práctica, y tú vas a aprender demasiado esta noche.

Levantó una mano y comenzó a acariciar mi cuerpo lentamente, posó una mano sobre mi espalda, después siguió por mis pechos que se pusieron duros al sentir sus caricias. Bajó por mi vientre hasta llegar a mi zona más íntima. Me sobresalté. Jamás nadie me había tocado, pero con él, por extraño que fuera quería que siguiera. No sé qué clase de brujería me estaba haciendo que tuve que agarrarme a sus brazos para no caerme. ¡Dios cómo me miraba! Estaba acalorada y excitada. Mi cabeza iba a mil.

Un escalofrío me recorrió la espalda como una descarga eléctrica. Seguía acariciándome, despacio, muy despacio y lo que yo estaba sintiendo no lo podía explicar, un gemido se escapó de mis labios, y Lycan sonrió con morbo. Después, dejó de tocarme y se llevó los dedos a su boca y los saboreó.

—Jodidamente deliciosa.

Pero antes de que pudiera reaccionar, Lycan me sujetó con firmeza por el cuello. Sus dedos se cerraron con precisión, como si supiera exactamente dónde agarrarme para detenerme sin hacerme daño.

—Eres una delicia.

La cercanía era abrumadora. Lycan inclinó el rostro y hundió su cabeza en el hueco de mi cuello y yo contuve la respiración.

El calor de su aliento me rozaba la clavícula, y cada inhalación parecía despertar mi cuerpo. Cerré los ojos por la intensidad del momento.

—Eres distinta —murmuró, más para él que para mí.

Tragué saliva, aún inmóvil. Sentía el pulso retumbándome en las sienes.

Lycan ladeó la cabeza, observándome, se inclinó y sus labios se posaron sobre los míos con delicadeza. Fue un beso lento, pero apasionado.

"Wooo, me encanta como besa." —pensé.

Pero yo quería más, ese beso había sido demasiado corto, necesitaba sentir sus labios otra vez y no lo pensé, me lancé a sus labios, pero está vez fue un beso feroz, los dos estábamos hambrientos por el deseo. Ya no podíamos frenar aquello, más bien yo no podía, mi cuerpo me lo pedía a gritos, quería saber que se sentiría cuando el me penetrara.

Tras cogerme entre sus fuertes brazos me depositó en la cama. Me abrió las piernas, y me puse tensa, había llegado el momento, esos ojos grises brillaron como nunca. Se arrodilló en la cama y agarró su miembro mientras lo dirigía hacia mí.

Hipnotizada, miré sus labios. Me moría por morderlos y lamerlo. De repente, noté una pequeña presión en mi vagina, respiré hondo preparándome para recibirlo, volvió a empujar y un leve dolor me recorrió todo el cuerpo, volvió a empujar y está vez vi las estrellas, no por sentir placer, el dolor que sentí me partió en dos. Volvió a introducirla un poco más, y el dolor se intensificó, tanto que sin darme cuenta lo aparté de un empujón y le di una bofetada en la cara. Me levanté rápidamente de la cama y me fui a una esquina de la habitación.

Valeeeee... Me estaba comportando como una cría, pero dolía y mucho.

—Si esto va a dolor así no te acerques a mí. ¿Esto es placer? Esto es una tortura, tu cosa es demasiado grande para mí —solté malhumorada.

Lycan soltó una carcajada.

—Tranquila amor, al principio duele, pero después...

—Después... nada, no voy a estar sufriendo. Prefiero quedarme virgen.

Soltó otra carcajada.

—Dirás medio virgen, ya entró la mitad de mi polla.

—Imbécil —me giré y le di la espalda avergonzada. De pronto sus manos me rodearon y comenzaron las caricias, lo peor de todo que mi cuerpo se calentaba otra vez. Pasamos de cero a cien en cuestión de segundos.

Me llevó otra vez a la cama. Asentí, tapándome la cara con las manos, por miedo, por vergüenza, por el dolor que estaba por venir, pero asentí dándole permiso para que continuara.

Esta vez fue más cuidadoso, lo hizo despacito, muy despacio. Me observó unos minutos en silencio antes de comentar:

—Ya ha entrado entera.

Necesité un momento para recuperarme después de esto. Poco a poco comenzó a moverse, el dolor se desvanecía lentamente, mientras el placer comenzaba a florecer en su lugar.

Una vez que el dolor, el miedo y la vergüenza habían desaparecido, comencé a disfrutar. Total, nunca más lo volvería a ver, así que estaba dispuesta a vivir ese momento.

Comenzó a embestirme cada vez más fuerte mientras hacía magia con su mano en mi clítoris, y cuando llegué al orgasmo, gemí de placer contra su boca, fue una explosión tan brutal que me llevó hasta el cielo y después regresé al lado de Lycan. Poco después, Lycan soltó un gruñido y se desplomó encima de mí.

Pasaron los minutos y él seguía sin moverse. No quería molestarlo, pero me estaba dejando sin aliento. Su cuerpo era tan grande que me aplastaba.

—Lycan, no puedo respirar —susurré.

Gruñó y se deslizó a un lado, tumbándose con pesadez. Aproveché para levantarme y asearme un poco en el baño. Me dolía ligeramente, pero no me arrepentía de nada.

Al salir, fui directa a recoger mi ropa, pero él me detuvo.

—¿A dónde crees que vas? —me tomó en brazos y me llevó de nuevo a la cama—. Pequeña, tú no te vas —se tumbó boca arriba y me obligó a apoyar la cabeza en su pecho mientras me acariciaba la espalda.

—Tenemos que hablar de lo que pasó esta noche. ¿Sabes que me diste una bofetada? Por menos he matado.

Sentí mis mejillas arder. No sabía cómo había podido hacer eso. Tenía que disculparme. Solo deseaba que no me quitara la vida… Al menos le di placer, o eso quería creer. Para mí fue una experiencia intensa, incluso hermosa, pero quizás para él no. Tal vez le parecí sosa y aburrida. Seguro que tenía a millones de mujeres detrás de él. Mujeres que sabían lo que hacían. Que no se contradicen. Que no le golpean en medio del deseo.

—Lo siento por la bofetada. No sé cómo pasó. No quiero justificarme. Solo quiero que sepas que me arrepiento.

—Amor, una bofetada tuya para mí es una caricia… además, no te voy a mentir, le dio más morbo a la situación.

Solté una carcajada. Me acurruqué contra su pecho, sintiendo el calor de su piel y el ritmo de su corazón, era como si estuviera escuchando una música relajante.

Y así, fue como perdí la virginidad con un hombre desconocido, aunque tenía que admitir, que ese hombre llamó mi atención desde el minuto uno.

Poco a poco, con una sonrisa tonta en los labios, fui cerrado los ojos. Me pareció escuchar su voz, cerca de mi oído.

—No te preocupes, amor… yo te ayudaré.

Pero no sé si lo dijo de verdad o si ya estaba soñando.

Estaba exhausta. Descansaría diez minutos, lo justo para recuperar el aliento. Después saldría por esa puerta y no volvería a verlo jamás.

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