Capítulo 8. Ya no soy virgen
ELENA
Cerré el grifo de golpe y me envolví en la toalla sin apurarme. Fui hacia la maleta y empecé a revolver entre la ropa. Ni loca me iba a poner un vestido. No pensaba parecer una muñeca bien envuelta en papel de regalo. Elegí unos vaqueros oscuros, ajustados pero cómodos, y una sudadera negra con capucha. Me la puse sin pensarlo. Ese color me hacía sentir invisible, protegida. Como si pudiera esconderme a plena vista.
Me recogí el pelo en una coleta alta, dejando que algunos mechones cayeran sobre mi cara. Nada de maquillaje. Solo un poco de bálsamo en los labios y perfume. Punto.
Cuando estuve lista, me quedé de pie frente a la puerta de la habitación. Respiré hondo. Sabía lo que me esperaba abajo. Sabía que cada paso que daba me acercaba a una escena que no había elegido. Pero también sabía que no iba a permitir que me arrastraran sin luchar. Sobre todo cuando soltara la bomba.
Bajé en el ascensor en silencio, con las manos en los bolsillos y la mirada clavada en el suelo.
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