La noche en el territorio de Rob era tan oscura y fría como todo lo que era suyo. La luna, una astilla pálida en el cielo, se escondía entre nubes, dejando el camino en una oscuridad total.
Pero para los hombres de Leo, la oscuridad no era un obstáculo, era su aliada. Leo, a la cabeza, se movía como una sombra, su figura alta y musculosa se fusionaba con el entorno.
A su lado, Velkan, su Beta, un lobo de pelo negro y ojos grises que brillaban como ascuas, y detrás de ellos, Rachel, Remus y un puñado de hombres entrenados de la manada. Todos se movían en silencio, sus pasos apenas audibles en la hierba mojada.
El plan era sencillo, pero arriesgado: entrar, liberar a Sienna, y salir antes de que alguien se diera cuenta de su presencia. Pero en el mundo de los lobos, nada era tan sencillo. La manada de Rob era grande y cruel, y él, un Alfa despiadado, que no le temía a nada.
Llegaron a la cueva, un abismo en la tierra, escondido entre rocas y árboles. Un guardia estaba de pie en la entra