Cuando Rachel entró en el departamento de su Alfa, el rugido de Leo resonó en la oscuridad de la noche. El aullido de un lobo, y el lamento de un hombre herido. Un grito desgarrador y un aullido de agonía, salió de su garganta. Era el grito de un hombre desesperado que estaba perdiendo todo lo que amaba.
— ¡Sienna! ¡Sienna! — gritó, su voz era un eco de desesperación.
A Rachel se le partió el corazón. Leo era su amigo, y ahora también lo era Sienna. Le dolía en el alma toda esta situación, y la desgracia que se cernía sobre el pobre niño inocente.
Odio a Robert, lo odió hasta la médula. ¿Cómo podía ser tan bestia? Era la vida de su propio hijo la que estaba en juego, había que ser un verdadero psicópata para no sentir nada por dejarlo morir.
Los gritos de Leo alarmaron a Randall, y el lobo en su interior le respondió. La loba de Rachel, Laia, también gimió en su interior, sintiendo el dolor de su Alfa.
Cuando llegó y lo vio ahí, tirado en el suelo mientras su cuerpo temblaba de furia