Unos pasos en el corredor sacaron a Sienna de sus pensamientos, la puerta se abrió y Miara entró repiqueteando sobre sus tacones.
—Quiero saber qué es lo que te traes con mi esposo, ¡Perra!
Sienna inspiró profundo, debía mantener la calma para evitar que Miara en un arranque de ira se transformara y terminara yéndosele encima. Sabía que no tendría oportunidad de defenderse de una loba como ella siendo humana, y pasar el resto de su existencia desfigurada no le atraía mucho.
—No sé de qué hablas.
—¡Oh, pero claro que lo sabes! ¿Crees que si seduces a Rob él conseguirá un indulto para ti? ¿Qué te hará libre? ¡Ni lo sueñes! nunca dejarán ir a nadie que represente un peligro para la manada allá fuera.
—No represento un peligro para nadie, ni siquiera tengo un lobo.
—¡Exacto! Eres una rechazada, tienes razones de sobra para querer vengarte hablándole a los humanos sobre nosotros.
Sienna no podía creer lo estúpido que se oía eso, y tampoco pudo evitar reírse de lo insulso de los argumentos de Miara.
La Luna no daba crédito al atrevimiento de la Omega.
—¿Cómo te atreves a reírte de mí? — Le gritó.
—¿Te estás escuchando? ¿Quién me creería de la existencia de esta raza en la que ni siquiera puedo transformarme? ¿Cómo lo comprobaría?
Los ojos de la Luna se encendieron en un brillo feroz que hizo que Sienna retrocediera un par de pasos para evitar su furia.
—¡Te arrancaré la lengua y te marcaré la cara a ver si así puedes volver a insinuártele a mi esposo! — Dijo antes de comenzar a retorcerse como una víbora mientras sus extremidades iban adoptando la forma natural de su loba, que luchaba por salir del cascarón del cuerpo de Miara.
SiennaeEscuchó un rugido y luego sintió como algo la golpeaba lanzándola contra la pared, con tal fuerza que su vista se nubló.
« Este es mi final », pensó, y entonces escuchó otro rugido más fuerte y gutural que el anterior, y una refriega entre dos lobos muy cerca de ella.
Cuando abrió los ojos estaba en el suelo, un dolor lacerante atravesó sus brazos y sintió el rostro húmedo, intentó levantarse, pero el malestar en todo el cuerpo no se lo permitió, miró hacia todos lados, los destrozos eran evidencia de que allí habían luchado dos lobos.
Los brazos le quemaban como el diablo, y el dolor en la frente era intenso. Se miró las heridas de los brazos justo en donde las feroces garras de Miara la habían lastimado, eran profundas, le quedarían cicatrices horribles, la Luna había logrado lo que quería, ¡Márcala como si fuera ganado!
Estuvo a punto de echarse a llorar otra vez, pero no tenía caso hacerlo, en cambio, una voz llenó su cabeza de repente.
—¿Sienna? ¿Estás ahí? — Le preguntó aquella voz femenina totalmente desconocida.
Sienna hizo absoluto silencio, no sabía de dónde provenía aquella voz, así que decidió ser cautelosa.
—¿Sienna, puedes escucharme? Por favor di algo si puedes oírme — De nuevo insistió.
La rubia lo pensó dos veces antes de contestar, por experiencia sabía que si la llamaban y no contestaba le iría mal, y ya estaba bastante lastimada como para ganarse otra paliza.
—Si… te escucho… — Se aventuró a decir con inseguridad.
—¡Bendita sea la diosa! ¡Qué alegría, pensé que seguiría sola toda mi vida!
Sienna cerró de nuevo los ojos pesadamente y pensó que estaba delirando, el golpe en la cabeza la estaba chiflando.
—Siento presentarme así en un momento tan duro para ti, soy Kyara, tu loba.
Sienna abrió los ojos de nuevo y volvió a mirar hacia todos lados buscando a la persona que se burlaba de ella sin ninguna piedad, ¿Acaso no había sido suficiente la paliza y dejarla marcada como para que se burlaran de ella y la humillaran de esa forma?
—Sé muy bien lo que soy, no necesito que nadie tenga que recordármelo, ¡Ya déjenme en paz! —dijo conteniendo el llanto.
La voz se acalló por completo y Sienna no volvió a escucharla, el dolor de las heridas y el malestar hicieron que cerrara los ojos y se desvaneciera.
Perdió la noción del tiempo, y cuando volvió en sí, comenzaba a oscurecer afuera, lo supo por la pequeña ventana cerca del techo.
—Debo limpiar este desastre antes de que sea demasiado tarde.
El catre estaba destrozado y también el colchón en donde ella dormía, tendría que escoger entre dormir en una cama hecha jirones, o en el suelo.
Inspiró profundo, no le convenía pensar demasiado, había aprendido a ser resiliente en extremo, a dejar de lado las situaciones dolorosas y humillantes para poder sobrevivir, era una simple cuestión de supervivencia.
Hizo un segundo intento para levantarse y lo logró, dejando salir un quejido que ahogó de inmediato para no llamar la atención de Miara, lo menos que quería era provocar de nuevo su ira.
Movió pesadamente sus pies de manera mecánica soportando el intenso dolor y apretando los dientes para no dejar salir alguna maldición que le trajera más problemas.
Recobró sus fuerzas de a poco, pero de forma continua, como si hubiera recibido alguna forma de inyección de adrenalina que iba llevándose gradualmente el dolor.
Comenzó a levantar los destrozos casi sin darse cuenta de los cambios en su cuerpo.
Entró en el sanitario antes de sacar la basura y la primera impresión frente al espejo la asustó. Tenía un tajo en la frente, justo bajo la línea del cabello, la sangre ya estaba seca y la herida tenía los bordes irregulares.
—Me quedará una cicatriz muy fea… — Razonó — Puedo cubrirla con el cabello, o tal vez haga que al Alfa no se acerque más a mi… — Pronunciando la última frase de forma esperanzadora, si era fea él no la molestaría más.
Inspiró profundo y se lavó la cara a pesar del ardor que quemaba su piel, pero cuando volvió a mirarse en el espejo le pareció que la herida no era tan grave como la había visto al principio.
—Adiós a la ilusión de que no se me acerque — Dejando escapar el aire, y con él la sensación de protección momentánea.
Lavó también sus brazos, y para cuando terminó, no necesitó mucho más que un par de banditas adhesivas.
Alguien se acercó al sótano y ella escuchó sus pasos, era el Alfa Rob, el hombre la miró de arriba abajo escaneándola con cuidado e inclinó la cabeza hacia un lado de forma pensativa.
—Pensé que estarías en el suelo desangrándote, cuando entré hace un rato estabas inconsciente contra el muro en un charco de san*gre — Dijo dándole una ojeada a la pared en donde ella había sido impactada y a las manchas en el suelo que la legía no habían podido sacar.
—Ya estoy mejor…
—Interesante… no tienes lobo, pero sanas como si lo tuvieras, ¿Siempre ha sido así?
Ella se encogió de hombros, no era que conociera a otras personas que no tuvieran lobo como para preguntar cómo se comportaban sus cuerpos.
—Tendremos visitas, debes subir a preparar la cena, y date una ducha, hueles a sangre no quiero que la visita se entere de los problemas de esta casa, más te vale que te apresures, me reuniré con mi hermano después de muchos años y no puedo verme débil en ningún aspecto.
—Y la chef, ¿Dónde está?
—Temo que fue despedida permanentemente, no pudo mantener la boca cerrada acerca de la naturaleza de sus jefes, hubo que hacer… limpieza — Explicó de forma fría.
Sienna volvió a tragar saliva, la humana le caía bien, le daba de comer a escondidas cada vez que podía y era amigable con ella, no entendía como por ser diferente debían tratarla tan mal. Era la única persona que la había tratado con dignidad desde que llegó a aquel lugar era irónico que fuera una humana quien se apiadara de ella. Sienna lamentó su muerte.
—No pongas esa cara, no era una de nosotros.
—Yo tampoco lo soy… — respondió la rubia levantando la barbilla.
—Lo eres… a medias, pero la sangre de los lobos corre por tus venas, una sangre defectuosa, pero sangre de lobo al fin.
Sienna se sintió profundamente ofendida, prefería que la golpearan a que pusieran en duda su ascendencia Lican de cual se enorgullecía, aunque no tuviera un lobo.
—Crees que puedes decidir sobre todos, que tienes las vidas de los que te rodean en tus manos, ¡Solo tienes miedo de perder el control, por eso haces que la gente te tema! — La rubia casi le escupió arriesgándose a que la mataran a palos otra vez.
Los ojos de Rob se encendieron de ira adoptando un brillo peligrosamente atractivo.
—¿Cómo te atreves niña insolente? — Casi ladró.
—Solo digo la verdad, ¡Si tú no puedes procesarla con madurez, ese es tu problema!
Sienna se giró para cerrar la puerta, pero Rob alargó la mano para tomarla con fuerza del brazo.
—¡No creas que dejaré pasar por alto esta ofensa y la manera como me hablas!
Rob miró hacia el pasillo y a la escalera para comprobar que no había nadie cerca y empujó a la chica dentro, cerrando la puerta tras él.
El corazón de Sienna comenzó a correr como loco, su pulso se aceleró y se le dificultó mantener el ritmo de su respiración.
—Puedo escuchar tu corazón latiendo, ver como tiemblas y huelo tu miedo Sienna, eres como una simple presa para mí, como una liebre asustada, ¡Y me agrada, no sabes cuánto me agrada saber que te tengo justo en donde quiero!
La chica tragó grueso, totalmente aterrada.
—Tu mirada llena de miedo es como una inyección de dro*ga en mi sistema, podría hacer esto todo el tiempo, buscarte para jugar contigo al gato y al ratón, pero tengo una Luna muy celosa, así que por ahora no jugaré contigo, pero cuídate en cuanto mi mujer no esté cerca… — Siseó por lo bajo en tono amenazante.
Rob se dio la vuelta para salir y Sienna se aclaró la garganta envalentonándose para lanzarle una pregunta.
—¿Por qué?
Rob se detuvo de golpe y volvió a girarse.
—¿Cómo?
—¡Sí! ¿Por qué a mí, porque ahora?, ¿Por qué? — Ella intentó mantener la calma de su voz, pero no fue muy eficiente en ello.
Él la tomó por la quijada sujetando su rostro con rudeza, y obligándola a mirarlo a los ojos mientras se hundía en lo profundo de su mirada azul.
—¡Porque quiero y porque puedo!, ¡Porque soy el Alfa y tu dueño!, porque sanas más rápido que cualquier lobo que conozco y no habrá evidencia de lo que te haré, y porque eso, querida, ¡Serás mi juguete! ¿Alguna otra pregunta?
Ella negó con la mirada aterrada y Robert se relamió los labios y se acercó a su cuello olisqueándolo como lo haría un perro junto a su hueso, ella casi pudo sentirlo babear asquerosamente lleno de deseo carnal sobre ella.
La chica se revolvió llena de asco y de terror.
—Por ahora puedes irte, Sienna, agradece que tenemos visitas esta noche, si no, ¡No esperaba para comenzar contigo!