Mundo ficciónIniciar sesión"Renacer es fácil... hasta que encuentras algo por lo que vale la pena vivir." En un mundo de magia y criaturas fantásticas, un ser sin recuerdos ni emociones comienza una nueva vida sin expectativas. Con la certeza de que puede renacer una y otra vez, la muerte no es más que un cambio de escenario… hasta que, por primera vez, siente el peso de una emoción real. A medida que descubre los recuerdos y sentimientos de aquellos cuyos cuerpos ha habitado, algo dentro de él comienza a despertar. La indiferencia se desvanece, y con ella, la seguridad de su habilidad. Ahora, con lazos que jamás creyó formar y un propósito que nunca imaginó tener, enfrentará enemigos y desafíos que lo obligarán a tomar una decisión: ¿renunciará a todo y volverá a empezar, o luchará para que esta sea la última vez que renazca? Un viaje de autodescubrimiento, magia y batallas épicas te espera en esta historia donde la verdadera aventura no es solo sobrevivir… sino aprender a vivir.
Leer másLa muerte es la puerta
a la inmortalidad. Maximilien Robespierre. Prólogo La primera sensación es el frío. Intenso. Tanto que me quema los pulmones. Las náuseas que siguen son insoportables. Pero no puedo vomitar. Literalmente no puedo hacerlo, no tengo cuerpo. Estoy flotando en un espacio vacío, tan vacío y oscuro que no veo nada, pero al mismo tiempo sé que está ahí. Siento la mirada de alguien a lo lejos, que me mira fijamente. Como si esperara que hiciera algo, pero no sé qué es. No sé si es real o si mi mente, fragmentada y sin nombre, lo inventa como punto de partida. Pero está ahí. Penetrante. Una mirada que emana el frío que siento, una mirada que no viene de este vacio superficial, sino de algo más profundo. Abro los ojos. Otra vez. No sé cuántas veces llevo haciendo esto. Llegar. Flotar. Despertar. Respirar en un cuerpo que no reconozco. Mi cuerpo. ¿Debería llamarlo así? No, sé que no es mío. Lo siento en los huesos, en la forma en que tiembla mi voz cuando trato de hablar por primera vez, en mis pies cuando intento dar un paso. No es mio. Curiosamente siempre es de la misma edad, o al menos similar. Siempre es un chico de unos dieciocho años. Distintos rostros, distintas vidas… pero la misma sensación: que estoy invadiendo algo que no me pertenece. Y no sé por qué. No recuerdo haber decidido esto. No recuerdo nada antes de cada despertar, en realidad. Solo tengo esa certeza muda: he vivido antes. Muchas veces. Lo sé. Lo siento. Pero no puedo demostrarlo ya que no tengo recuerdos de ello. A veces llegan destellos. Una risa, el olor a pan. El roce de una cicatriz en mi brazo que no está. Una palabra en un idioma que no aprendí. El suave tocar de una mujer, la sensación de amar. Esas cosas me asaltan sin permiso, como si alguien más respirara dentro de mí… o como si yo fuera el eco de alguien que ya no existe. He saltado. Lo sé porque lo siento. Porque siento algo en mí que se ha roto y se ha vuelto a armar. Ese es mi don, o mi maldición: puedo viajar entre realidades. Puedo elegir el momento en que salto, pero no el destino. Eso está fuera de mi control. Es como caer desde una altura absurda sin saber dónde terminará el impacto. Y lo peor no es el salto, es mi destino. Es verdad, al llegar soy completamente funcional. Sé caminar. Sé hablar. Sé lo que un ser humano debería saber. Pero no sé quién soy… O, mejor dicho, quien es el dueño de este cuerpo… De estos recuerdos… No tengo un nombre, solo es prestado. Solo cuerpos prestados… Solo vidas ajenas. A veces puedo ver quién era la persona antes de mí. Solo fragmentos. Una madre que canta. Un amigo que traiciona. Un amor que se pierde. Y cuando los veo, sé que esa persona existió de verdad. Que sintió, que vivió, que tenía un camino, un sueño... hasta que llegué yo. No sé si los mato. No sé si aún están aquí, en algún rincón, observando mientras hablo con su voz. Y cuanto más intento recordar mi historia… mi mente más se hunde en la niebla. Es como si algo me lo impidiera. Como si una fuerza inmensa estuviera empeñada en mantenerme ignorante... O tal vez sea yo. Tal vez la culpa me lo impida… No lo sé, y honestamente no quiero saberlo. A veces me pregunto si estoy escapando de algo. O si todo esto tiene un propósito que olvidé. Pero no hay respuestas. Solo silencio. Y esta vez, un nuevo mundo. Un cuerpo que respira. Un corazón que no es mío. Un destino que aun no entiendo. Y así comienza todo, otra vez.Miré a los enanos y supe que todos ellos serían de gran ayuda para salir vivos de esta prueba. Enseguida, mi atención se dirigió a la multitud detrás de ellos. Había al menos veinte personas. La mayoría eran humanos, pero pude ver a un par de enanos más y, para mi sorpresa, reconocí a aquel elfo solitario de túnica blanca que llamó mi atención al inicio de la prueba.—¿Qué hay de ellos? —le pregunté a Sora.—Ah... ellos son participantes que se negaron a seguir peleando —me dijo algo desanimado—. Les dije que podían unirse al grupo, pero la mayoría ni siquiera son guerreros —agregó en voz baja—. Ellos solo quieren no morir...Sentí un nudo en el estómago al recordar a aquella pareja que me rogó que los protegiera... y que había muerto por confiar en mí.—Ya veo —le dije, tratando de sacar los rostros de Erwin y Amanda de mi cabeza.Volteé a mirar al otro lado del campo de batalla y vi a Tharion y sus hombres hablando con el grupo de elfos y magos que habían llegado en medio de nuestro
El fuego golpeaba sin cesar la barrera de luz que protegía a Tharion y a sus hombres. El miedo en su mirada se había disipado, dando paso a la furia provocada por la humillación.Enojado, empujó a sus aliados, que solo intentaban mantenerlo de pie.Pero, a pesar de todo, ni siquiera en esta situación veía una manera de enfrentarme y salir victorioso.Entonces, el estruendo de la tormenta de fuego fue interrumpido por voces poderosas que entonaban cánticos rúnicos, mientras el suelo retumbaba bajo el peso de botas firmes y armaduras gruesas.Frente a nosotros, los enanos avanzaban en formación, marchando con disciplina. Justo detrás de ellos, más participantes seguían el compás de sus pasos.Sora iba al frente. A su lado, enanos de barbas entrelazadas con anillos de hierro golpeaban sus hachas contra los escudos, emitiendo un rugido de guerra que harían temblar incluso a los más valientes.-Llegaron tus amigos... -rió el paladín en voz baja mientras me miraba con desprecio.Pero antes
El eco metálico de las pisadas resonó con un ritmo marcial, rompiendo el aullido del viento conforme se acercaban. La bruma helada ocultaba sus rostros, pero sus siluetas se definían cada vez más. Y entonces lo pude ver, Tharion Hammerfall lideraba aquella estampida de metal.Mi respiración se condensaba en nubes cortas y rápidas, y mi cuerpo aún temblaba, aunque ya no estaba seguro de si era por el frío... o por el miedo de lo que se avecinaba.-Mira nada más... -la voz del dragón resonó burlonamente en mi interior-. Parece que por fin te encontraron.El miedo amenazaba con dejar que mi cuerpo se desplomara, pero ahora no podía dudar. Si me rendía ahora tendría que empezar de nuevo, sin recuerdos, sin una vida... Tenía que proteger esta vida lo más que pudiera y acercarme a la verdad de mi existencia con cada paso que diera a partir de ahora. Y solo lograría esto si dejaba de huir.Así que me plante con valentía y obligue a mi cuerpo a dejar de temblar. Junte todo el valor que pude y
El eco de mis pasos resonaba en los pasillos oscuros. Mi respiración era errática, el sudor frío me hacía sentir enfermo, con náuseas.La culpa y el miedo luchaban por dominar mi cuerpo mientras intentaba alejarme de todo. Pero no importaba cuán rápido corriera... aquellos sentimientos me seguían como una sombra.Las imágenes de Sora, cubierto de quemaduras, protegiendo a nuestros enemigos, aún estaban en mi mente. ¿Cómo? ¿Cómo es que perdí el control de mis acciones? ¿Por qué recordé a mi padre en estos momentos?Seguí corriendo y, poco a poco, mi vista se desenfocaba, hasta que tropecé y caí de rodillas sobre el suelo de piedra. Apoyé las manos, jadeando, tratando de calmarme, haciendo todo lo posible para evitar vomitar.Entonces, el intenso frío de la armadura empezó a quemar mi piel, y un punzante dolor se clavó en mi cabeza.Entonces, la escuché.—Deja de correr, Aldric.Levanté la cabeza rápidamente. Aquella voz resonó en los oscuros pasillos... pero no podía ver a nadie.—¿Te
Poco a poco recobré el sentido. Al principio, escuché voces lejanas, como un eco, pero conforme recuperaba la razón, comenzaron a sonar más claras.Aún estaba tirado en el suelo, boca arriba.La sangre de Amanda empapaba mi espalda y sentí unas ganas enormes de vomitar al recordar cómo aquella pareja, que había confiado en mí para protegerlos, ahora estaba muerta.Pero no abrí los ojos. Fingí que seguía inconsciente y escuché con atención aquellas voces.—Ya te lo dije, no está muerto. Aún podemos removerla. —dijo la voz de una mujer que estaba claramente molesta.—Aunque no esté muerto, será casi imposible quitársela a la fuerza. Él debe retirarla… —respondió una voz masculina.—¿Por qué m****a es tan importante? —intervino una tercera voz, aún más profunda y grave—. Solo matémoslo y busquemos la salida de este lugar. Hay que ir a la plataforma antes de que esos estúpidos paladines nos alcancen.—No tendremos otra oportunidad de obtener una pieza de dragón negro genuina. Podemos fundi
El suelo temblaba y, poco a poco, la tierra mojada y los árboles que nos rodeaban desaparecían. Enormes paredes se levantaron frente a nosotros, encerrándonos en una vasta sala de muros y piso de piedra. Era una especie de castillo, aunque parecía más una mazmorra o calabozo debido a la ausencia de luz y al ambiente tétrico del lugar. Amanda seguía llorando desconsoladamente junto al cuerpo de Erwin.Me acerqué a ella y, con todo el tacto posible, le hablé.—Hay que irse... —le dije, mientras le tocaba el hombro.—No... —respondió, con voz baja y entre sollozos.Los muros se completaron y el suelo dejó de moverse. Teníamos que movernos; ahora que la niebla se había disipado, era solo cuestión de tiempo para que encontráramos a otros participantes.—Oye, de verdad siento tu pérdida, pero si no nos movemos estaremos en peligro...—¿Qué, lo sientes? —me interrumpió la mujer, entre llantos. Su voz se oía temblorosa y llena de furia—. ¡Tal vez seas hijo de Aranis, pero no eres para nada co
Último capítulo