La Princesa Loba: Renacida por Justicia

La Princesa Loba: Renacida por JusticiaES

Hombre lobo
Última actualización: 2025-07-24
Daniela Mosquea  Recién actualizado
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Resumen
Índice

“En mi otra vida, creí que el amor bastaba. En esta, entenderé que el amor sin justicia es solo destrucción disfrazada.” Tala, una joven loba del clan lunar, regresa en el tiempo con todos los recuerdos de su trágico destino anterior: fue brutalmente asesinada, traicionada por el alfa que amaba y señalada falsamente por la amante de este. En su nueva vida, Tala renace con el poder de curar, matar y un escudo que la hace inmune a los poderes de otros. Con un secreto en su vientre y una sed de justicia templada por el dolor, Tala deberá fingir inocencia mientras planea reescribir su historia… y su destino. “Esta vez, no se arrodillará. Esta vez, cobrará cada deuda. Y hará pagar a todos los que le arrebataron su vida… y a su bebé.”

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Capítulo 1

Capítulo 1 – El precio de una mentira

La luna llena brillaba cruel e indiferente sobre el círculo de piedra donde la manada se había reunido. Los rostros de lobos y humanos mezclaban morbo y desprecio. No había compasión, solo expectativa. Algunos llevaban antorchas. Otros, piedras.

En el centro, de rodillas y apenas consciente, estaba Ezra.

Su vientre redondeado temblaba con cada jadeo. Tenía los labios partidos, la mejilla hinchada, y un hilo de sangre bajaba desde su ceja hasta el cuello. Su camisón estaba rasgado, manchado de barro, sangre y saliva. A su alrededor, los susurros eran cuchillos que le cortaban más que las garras de sus verdugos.

La acusación era clara: intento de aborto.

El verdugo: Ruddy, el alfa.

La acusadora: Tania, su amante… y la verdadera autora de la mentira que le costaría la vida a la esposa del alfa, Ezra.

—¡Mírenla! —gritó Tania, con lágrimas falsas corriendo por sus mejillas perfectas—. Yo confié en ella. Le dije que me dolía… ¡y ella me dio las hierbas! Dijo que calmarían el dolor, ¡pero me mataron a mi cachorro!

Una exclamación de horror recorrió la multitud. Ezra alzó el rostro como pudo.

—¡Mentira! —su voz era áspera, como si le hubieran arrancado la garganta—. Yo no… no sabía qué te pasaba. Nunca te di ninguna hierba. Jamás te daría algo así. ¡Jamás haría daño a un cachorro!

Los ojos de Ruddy la atravesaron como puñales. No eran los ojos del hombre que una vez la sostuvo entre sus brazos. Eran los de un juez que ya había dictado sentencia.

—Tu envidia la cegó —escupió él—. Sabías que ella me daría un heredero. Y tú… tú solo sirves para lavar heridas y calentar camas.

Ezra sintió un escalofrío que le heló hasta el alma. Él sabía. Él siempre supo que lo amaba. Pero lo negó. Por ella. Por esa serpiente vestida de loba que ahora la miraba con arrogancia, con una sonrisa torcida que escondía siglos de veneno.

Un miembro de la guardia la levantó a la fuerza. Otro le escupió en el rostro. Sintió la vergüenza, la impotencia, el miedo creciendo como fuego dentro de ella. No por ella. Por el pequeño ser indefenso que aún latía en su vientre. No podía permitir que le sucediera nada, no podía permitir que terminara así. Así no.

—Por favor… —susurró—. No por mi hijo…

Pero la palabra hijo encendió la rabia de Ruddy como una chispa en pólvora.

—¡Tu bastardo no es de sangre noble! ¡No lo reconoceré! —bramó, transformándose parcialmente. Las garras emergieron de sus dedos, su rostro se contorsionó, medio humano, medio bestia.

—Ruddy, como puedes decir eso, ¡es tu hijo! —Jadeó Ezra sintiendo la impotencia recurriendo por su cuerpo, no podía creer que el hombre que amo por tanto tiempo, ese que la hacía sentir como su lugar seguro ahora estaba diciendo eso sobre su hijo.

Y entonces empezó la masacre.

Los golpes no venían de uno solo. Eran todos. Uno a uno, se turnaban. La arrastraron por el barro. Le arrancaron la ropa. La patearon mientras estaba en el suelo. Alguien la mordió en el hombro. Otro le pisó el vientre. Todos estaban ahí juzgándola sin ser escuchada.

Y ella, sangrando, moribunda, solo podía cubrir su abdomen con las manos y murmurar.

—Resiste, pequeño… mamá está aquí… mamá está aquí… Todo estará bien… mamá te protege…

Una mujer gritó entre la multitud. Una anciana.

—¡Deténganse m******s, es una embarazada! ¡Esto es inhumano! ¡La luna nunca le perdonará esto!

Pero nadie la escuchó. O no quisieron.

Tania, entre tanto, lloraba sobre el pecho de Ruddy… fingiendo dolor, mientras sus ojos brillaban de placer. Sus dedos acariciaban el pecho del alfa como si le estuviera agradeciendo por eliminar a una molestia más.

Finalmente, un lobo en forma completa la tomó entre los dientes por la pierna y la arrojó contra una piedra.

Ezra sintió que el mundo se partía.

El dolor fue absoluto.

Y luego, silencio.

Ruddy se le acercó. Se arrodilló junto a su cuerpo agonizante. Le levantó la barbilla con desprecio.

—Tu existencia fue un error. Solo serviste para servir… y ni eso hiciste bien.

Último pensamiento antes de morir:

“Todos me juzgaron sin razón, todos creyeron en mentiras. No me escucharon. Pero cuando la luna me dé otra oportunidad, esta loba no volverá a suplicar y los haré pagar a todos los que me humillaron y le hicieron daño a mi bebé”

La oscuridad la abrazó como una madre triste. Y todo desapareció.

Era un lugar sin tiempo. Sin frío ni calor. Sin dolor… pero tampoco consuelo. Solo oscuridad. Solo vacío.

Hasta que una luz plateada empezó a dibujarse frente a ella. Una figura femenina emergió. No tenía rostro, pero su voz era la de todas las madres del mundo juntas.

—Hija de la Luna. No ha llegado tu final.

Ezra, o lo que quedaba de ella, flotaba. No tenía cuerpo, pero sentía. Emoción. Rabia. Amor… y sobre todo, una sed ardiente de justicia.

—¿Quién eres?

—Soy quien te vio nacer bajo la noche en la que los astros callaron. Fuiste traicionada. No por el destino, sino por quienes no merecían tu lealtad.

La figura le mostró escenas: Tania preparando el veneno ella misma. Manipulando las hierbas. Ensayando su llanto frente al espejo. Buscando una forma de deshacerse de Ezra y su hijo.

También le mostró a Ruddy. Dubitativo, sí… pero dispuesto a creer lo que más le convenía. Nunca la defendió.

Nunca lo haría.

—¿Por qué yo? —preguntó Ezra—. ¿Por qué me diste esta vida?

—Porque el alma de Tala debía renacer en el dolor. Solo el fuego templa el acero que romperá las cadenas. Solo quien ha sido quebrada podrá destruir lo que está podrido desde dentro.

Y por primera vez, escuchó su verdadero nombre.

Tala.

La princesa loba.

La hija olvidada.

La heredera de una sangre más antigua que el mismo Ruddy.

Frase mística:

“Tala… hija de la tierra y la luna. El dolor no fue tu fin, sino tu llamado.”

Entonces, un haz de luz cruzó la oscuridad. Y su alma fue arrastrada hacia un nuevo amanecer. Uno donde aún no sería reconocida, donde todo parecería repetirse…

Pero esta vez, recordaría.

Y cuando el momento llegara, la loba dejaría de rogar y empezaría a hacer justicia. Todos lo que la humillaron pagarían.

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Capítulo 1 – El precio de una mentira
Capítulo 2: El día que todo comenzó… otra vez
Capítulo 3- La primera grieta
Capítulo 4- La sonrisa de un lobo
Capítulo 5- El precio de lo que soy
Capítulo 6- Un secreto a medias
Capítulo 7- El precio del poder
Capítulo 8- El fuego de la verdad
Capitulo 9- Bajo la luz de la luna, renace el linaje
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